Marruecos

«La camilla con José Antonio se fue directa a la catarata. Escuchaba cómo se ahogaba»

El policía nacional y espeleólogo Juan Bolívar Bueno, durante la rueda de prensa ofrecida esta tarde en Granada.
El policía nacional y espeleólogo Juan Bolívar Bueno, durante la rueda de prensa ofrecida esta tarde en Granada.larazon

El espeleólogo herido en el Atlas pasó una noche «bajo una catarata con la cabeza fuera» tras caérsele la camilla a la gendarmería marroquí, que no rescató a nadie.

La Gendarmería marroquí «no rescató a nadie». Ni a José Antonio Martínez, el espeleólogo que estuvo atrapado durante siete días en un cañón de la zona del Atlas marroquí con las dos piernas rotas y con un fuerte traumatismo en la cabeza, ni al primer fallecido, Gustavo Virués, ni tan siquiera al único superviviente, Juan Bolívar, que salió del cañón en el que se encontraba por su propio pie después de cuatro horas de caminata por un camino de cabras gracias a las indicaciones de Protección Civil de Marruecos, que fueron los que se hicieron cargo del traslado de los cuerpos de los dos fallecidos. Lo contó ayer el policía superviviente y los compañeros de expedición de los tres espeleólogos que decidieron dar a conocer con detalle lo ocurrido durante nueve días «de pesadilla angustia, rabia, impotencia y chapuza para que no vuelva a suceder» una situación semejante.

Los tres espeleólogos llevaban doce horas caminando cuando decidieron parar a comer en el cañón del río Ouandrás. Fue cuando aprovecharon a para consultar el dossier que llevaban con los planos para asegurarse de la ruta a seguir. Trataron de escalar una pared, pero había que sortear una garganta y una catarata. Gustavo Virués fue el primero en tomar la iniciativa. «No le escuchamos decir si había dejado libre la cuerda por el ruido de la catarata, así que José Antonio decidió subir hasta la mitad del trayecto. Los vi juntos hablando, miré hacia el suelo y cuando levanté la vista de nuevo vi como los dos caían. Fue como estar en una película, no podía creer que estuviera ocurriendo de verdad», explicó Juan Bolívar sin apenas poder contener las lágrimas.

«Fui hasta donde estaba Jose, vi que sangraba por la cabeza y que estaba con convulsiones. Subí como pude tres o cuatro metros de pared hacia donde se encontraba Gustavo. Le llamé pero no reaccionaba, no tenía movimiento, la boca estaba llena de sangre. Le di por muerto...Volví a por Jose, le desenganché el arnés, hice un iglú con la nieve, cogí la ropa de abrigo de Gustavo, que ya de poco le servía, y se la eché a Jose porque empezaba a anochecer y ya hacía frío...Envié mensajes de despedida a todo el mundo pensando lo peor, pero a la mañana siguiente, al ver a José Antonio con vida me animé y así aguanté seis días como pude... Subía, le daba de comer y de beber y hablábamos». En sus conversaciones, el herido no recordaba nada del accidente, pero Bolívar le animaba a aguantar con la idea que iban a ir a ver a sus hijos pronto.

Los agentes marroquíes acudieron a su rescate el sábado. «Me lanzaron una cuerda, luego una camilla. Allí no bajaba nadie. Les dije que yo no era médico que bajasen a ayudarme porque no sabía meter a una persona en una camilla. Por fin bajó uno de los dos gendarmes que vinieron. Yo le decía a Jose: “¡aguanta que ya estás fuera, que nos vamos a casa!”». Cuando llegó el momento de tirar de la camilla «la cuerda no se tensaba. Me pareció extraño...De pronto se dio un tirón a la cuerda y la camilla se fue directamente a la catarata junto con el gendarme, que estaba enganchado a ella. Salió como pudo del agua. Le pregunté por Jose y me dijo que mi amigo se encontraba bien, que estaba dentro del agua, pero con la cabeza fuera. Yo no tenía fuerzas después de cinco días sin comer. Estuve escuchando a Jose por la noche gritar “¡Que me ahogo!, ¡que me ahogo!”». A la mañana siguiente el gendarme me dijo que iba a ver cómo estaba mi amigo. La cuerda se desenganchó y tiró la camilla al río... el gendarme me dejó dos horas y media solo hasta que llegaron miembros de Protección Civil de Marruecos, que ayudaron a sacar la camilla del río. José Antonio había fallecido. Los de Protección Civil me indicaron que lo más rápido era salir por un camino de cabras por el que estuve cuatro horas caminando. Tenía ganas de salir de allí... A los pocos metros de llegar fue ya cuando me pusieron en una camilla». Según explicó uno de los miembros de la expedición, el día del accidente había mucho hielo, aunque los espeleólogos llevaban todo tipo de anclajes. Fue el segundo de los fallecidos el que resbaló y arrastró con su peso los anclajes que arrojaron al vacío a Gustavo». El rescate del herido parecía imposible con sólo un gendarme que pudiera tirar con su propio pulso desde las alturas 300 metros con una camilla de 80 kilos.