Obituario
La constancia y profesionalidad que desenmascaró al aceite de colza
Probablemente el nombre de Juan Manuel Tabuenca no sea conocido por la mayoría de los españoles, pero en 1981 este pediatra del Hospital del Niño Jesús de Madrid y su equipo lucharon contrarreloj para aclarar una tragedia que provocó la muerte de 2.000 personas y afectó a más de 20.000.
Probablemente el nombre de Juan Manuel Tabuenca no sea conocido por la mayoría de los españoles, pero en 1981 este pediatra del Hospital del Niño Jesús de Madrid y su equipo lucharon contrarreloj para aclarar una tragedia que provocó la muerte de 2.000 personas y afectó a más de 20.000.
Juan Manuel Tabuenca nació en Valladolid, pero era de origen aragonés «por los cuatro costados», explica su hijo, José Tabuenca, jefe del servicio de Traumatología del Hospital Universitario Quirón Salud. Su carácter le acompañó de una precocidad en todo lo que hacía: a los 28 años ya era profesor universitario y a los 43 jefe del departamento de Pediatría del Hospital Materno Infantil de San Sebastián, donde ejerció hasta que la amenaza de la banda terrorista ETA sobre él y su familia –llegaron a exigirle diez millones de pesetas en una semana– hizo que buscase refugio en Madrid. Allí se encontró con cientos de personas que llegaban hasta las urgencias del Hospital Niño Jesús, del que entonces era director en funciones, con síntomas extraños que iban desde insuficiencia respiratoria hasta problemas digestivos, cardiovasculares y neurológicos sin que nadie pudiese concretar la causa. «Mi padre estaba 24 horas sobre el tema, se encargaba de llevar muestras de aceites a los laboratorios y acudir a reuniones ministeriales sin apenas dormir. Su principal preocupación era que el Goberino transmitiera la noticia porque él huía del protagonismo», explica su hijo. Esa personalidad maña hizo que fuera «testarudo, seguro de sí mismo» y «le facilitó conseguir muchas cosas, que a nivel investigación fue lo que ayudó a que entre otras cosas llegara a la relación entre el envenenamiento y el agente tóxico» presente en el aceite de colza, comprado en mercadillos de pueblo y que luego se supo que estaba destinado a uso industrial y no a consumo humano.
Su vocación, según su familia, siempre fue la medicina y por ello se apuntó a los precursores que salían fuera a formarse para volver luego a España y ofrecer lo mejor de sus conocimientos y poder ejercerlos en los hospitales emergentes de la Seguridad Social de la época. En su caso se fue a Suiza. Pero pocos conocían su otra gran afición: el piano. «Estudió toda la carrera al igual que su abuelo, que tocaba en las fiestas de los pueblos». El doctor Tabuenca tocaba «en hoteles y fiestas privadas». Fue un hombre de su tiempo, «sabía cuatro idiomas y era muy progresista porque conocía lo malo y lo bueno de fuera de España, otras ideas. Incluso recibió ofertas para irse a trabajar a Estados Unidos, pero las rechazó todas. Él quería volver a España», matiza su hijo.
Hasta pasados los 70 años mantuvo su consulta privada en Madrid por la que pasaron cientos de niños. «Siempre quiso trabajar en el sistema público y lo compaginaba con su pasión por atender personalmente a los niños en casa. Éstos, ya adultos, todavía me preguntan si soy el hijo del doctor Tabuenca, el pediatra con mayúsculas», explica José Tabuenca.
Después de jubilarse continuó con su pasión por el piano, pero hace unos meses dejó de tocar, aclara su hijo, que apunta que, como dijo hace años el doctor Gregorio Marañón: «''Vivir no es sólo existir, sino existir y crear, saber gozar y sufrir y no dormir sin soñar. Descansar es empezar a morir''».
El doctor Juan Manuel Tabuenca falleció el pasado día 13 en Madrid a los 87 años.
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