Desapariciones

La historia jamás contada de Madeleine McCann

Un agresor sexual de menores itinerante y ya fallecido podría estar relacionado con el caso. Pudo haber secuestrado a la pequeña por dinero el día de su desaparición.

La historia jamás contada de Madeleine McCann
La historia jamás contada de Madeleine McCannlarazon

Un agresor sexual de menores itinerante y ya fallecido podría estar relacionado con el caso. Pudo haber secuestrado a la pequeña por dinero el día de su desaparición.

En el verano de 2008 recibí la llamada de un amigo policía del sur de España con una petición extraña. «¿Tienes el sumario de Madeleine McCann?». Le respondí que sí, que días antes se había levantado el secreto de sumario y me había hecho con una copia. «¿Me lo puedes pasar? Quiero comprobar una cosa», se justificó. Lo que el agente buscaba era leer de primera mano el testimonio de Jane Tanner, esposa de Russel O´Brien, una de las tres parejas que acompañaron a Gerry y Kate McCann, los padres de Madie, a Praia la Luz, junto a sus hijos (en total ocho menores de cuatro años) para disfrutar de unos días de vacaciones. Jane contó que los adultos, a falta de un cuidador para los pequeños, mientras cenaban en el restaurante Tapas del complejo donde se hospedaban, idearon una ronda de visitas a los apartamentos para comprobar que todo estaba bien. Uno por uno acudían a verlos cada 15 minutos. Gerry asegura que comprobó que sus gemelos descansaban en las cunas y Madeleine en su cuarto a las nueve de la noche. Lo único extraño que notó fue que la puerta que va del salón al dormitorio estaba entreabierta y ellos la habían dejado cerrada. En su declaración consta que pensó que su hija se había levantado y regresado a la cama. Salió del apartamento y, de camino al bar, se encontró a un vecino con el que estuvo hablando. El testimonio de Jane, que se había levantado a hacer su ronda, ratifica este extremo. Vio a Gerry charlando con alguien, pero también se fijó en una escena que siempre se creyó crucial. A unos diez metros de distancia observó a un hombre que caminaba alejándose de los apartamentos llevando en brazos a una niña. La pequeña iba en pijama. No sospechó nada. Lo único que le extrañó es que hacía frío y la chiquilla iba descalza y sin tapar. Media hora después, Kate McCann descubrió que Madeleine había desaparecido.

En el sumario consta el retrato robot de un sospechoso que los dibujantes de la policía portuguesa elaboraron con los recuerdos de Jane Tanner. «He visto el dibujo y me mosquea. Se parece mucho a un tipo que estoy investigando», me acabó confesando mi amigo al tiempo que me mandaba un e-mail comparando la foto de su sospechoso y el retrato robot. «Hace unos días los ingleses nos pidieron un favor con un tipo. Se trata de un individuo con condenas por agresiones sexuales a menores en el interior de domicilios. También fue sospechoso de varios intentos de secuestro de chicas pequeñas. Es un itinerante. El tipo vive en una caravana con su mujer y sus seis hijos menores en el Algarve, cerca de donde desapareció la niña inglesa, pero a veces cruza a Huelva para que le traten del cáncer de garganta que tiene». En el sumario consta que en los días previos a la desaparición de Madie, un individuo de similar aspecto, con perfecto inglés, pero que hablaba extraño, según dijeron los testigos, llamó a las puertas de los apartamentos del complejo de Praia la Luz donde se alojaban los McCann pidiendo dinero para una organización benéfica que luego se demostró que no existía. «Eso le situaría en la escena del crimen el día anterior y el habla extraña puede ser por el cáncer», reflexionó mi amigo policía. «El problema es que en este caso soy como tú, no tengo competencia para hacer nada. Puedo trasladar mi sospecha a la central de Madrid, pero la burocracia se acabará comiendo mi sospecha. Además, los portugueses están convencidos de que los culpables son los padres y no le va a gustar nada que un españolito venga a enmendarles la plana».

Le ofrecí mi ayuda y, tras mucho hablarlo, se nos ocurrió que podía viajar al Reino Unido y visitar a Jane Tanner para enseñarle la fotografía del sospechoso. El problema es que la testigo odiaba a los periodistas. De hecho, jamás ha concedido una entrevista. Aún así encontré el modo. Me puse en contacto con la agencia de detectives Método 3, ellos habían sido contratados por la familia para buscar a la pequeña. Escucharon la historia y decidieron que me ayudarían. Así, en el mes de octubre de 2008, un investigador privado y yo volamos a Manchester para visitar a Bryan Kennedy, el empresario británico que pagaba las facturas de la agencia. Le conté la historia y le solicité ayuda para que hablase con Jane Tanner y accediese a recibirnos. «No hay problema. Ahora la llamo, pero si acabáis averiguando donde tienen a Madie, promete que me lo dirás porque estoy dispuesto a alquilar un helicóptero e ir yo mismo a liberarla», exageró antes de despedirnos.

Teníamos 400 kilómetros hasta Exeter, al sur de Inglaterra, donde vivía Jane y su marido. Condujimos entre la lluvia durante horas hasta localizar una casa baja, en una calle mal iluminada. Jane, avisada por Bryan, no puso ningún impedimento. La reunión se celebró en la cocina y el detective siguió la sugerencia de mi amigo policía. Colocó cinco fotografías de sospechosos sobre la mesa que nos habíamos traído impresas de España y preguntó a Jane: «¿Reconoces a alguno como el hombre que viste con la niña en brazos en Praia la Luz?». Jane señaló sin pensárselo a nuestro sospechoso. «¿Lo reconoces al 100%?», insistió. «Diría que a un 80 o un 90%. Tenía menos entradas aquí en pelo, pero diría que puede ser él», afirmó.

Aquella información la compartimos con Bryan Kennedy, mi amigo y algún otro responsable de Policía Judicial a nivel central. Nada ocurrió, al menos que yo llegase a conocer. En 2012, los medios británicos contaron que el hijo de un tal Raymond Hewlett aseguraba que su padre, antes de morir de cáncer de garganta, en 2010, le envió una carta diciendo que en Praia la Luz, en los días previos a la desaparición de la niña inglesa, conoció a una familia de gitanos que quería comprar niños. Él tenía por entonces seis y se negó a vender a ninguno. «Yo no me llevé a Madeleine, pero sé quién lo hizo», le escribió a su hijo. ¿Quizá la secuestró él para ganarse un dinero? La incógnita de lo que ocurrió la noche de la desaparición de Madie permanece una década después.