Política
La receta de Carmena para ganar las elecciones
¿Regeneración o experiencia? ¿Qué premia el votante? El último tropiezo de Manuela Carmena abre el debate sobre cómo la edad puede condicionar la actividad de un político pero también convertirse en un arma para atraer el voto.
¿Regeneración o experiencia? ¿Qué premia el votante? El último tropiezo de Manuela Carmena abre el debate sobre cómo la edad puede condicionar la actividad de un político pero también convertirse en un arma para atraer el voto.
¿Juventud o veteranía? Consultores, politólogos y expertos en estudiar todas las tretas que triunfan en política no se ponen de acuerdo para responder qué elegimos a la hora de votar. O, en realidad, sí lo hacen para concluir que no hay una fórmula exacta para ganar y que todo depende de las circunstancias. Tanto las que rodean al político como las que esté atravesando en ese momento la sociedad. «Ahí estaban los Obama y luego, mira, llegó Trump, el “anti líder”», apunta una experta. El último percance de salud de la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, ha hecho saltar todas las alarmas. Su fractura de tobillo por una caída en casa le obligó a pasar por quirófano y una infección derivada de esta intervención quirúrgica se complicó y la obligó a recibir el 2019 desde la cama de un hospital. No podrá caminar en tres meses, lo que no le impidió, por ejemplo, recibir ayer a los Reyes Magos de Oriente tras la cabalgata. Pero lejos de optar por la discreción, sus asesores se aseguraron de que la imagen de la alcaldesa saliendo del hospital La Princesa en silla de ruedas fuera la foto del día: esa fragilidad unida a la fortaleza de su actitud fue, para los analistas políticos, todo un mensaje en sí mismo. Ya ha recibido el alta pero su agenda, lógicamente, se verá reducida, reabriendo así un viejo debate ¿Debería limitarse la edad en un cargo público? ¿Qué elegimos inconscientemente al meter el voto en la urna? ¿Puede ser la vejez una herramienta política más? Los expertos creen que sí, pero en ambos sentidos, porque ya se sabe que en política (casi) todo vale. «Eso es la batalla política: jugar con las debilidades y fortalezas del otro. Igual que a alguien mayor pueden echarle en cara sus achaques, a alguien joven se le puede atacar por su inexperiencia o falta de conocimientos», opina el analista político Diego Crescente. Él considera que no debe existir ningún límite por razón de edad si el político puede desarrollar su cargo de manera correcta. «Al poner limitaciones a la edad se discrimina a buena parte del electorado y va contra la naturaleza de nuestra pirámide demográfica». Es más, sostiene que «sería como discriminar a alguien por padecer una enfermedad». Un punto en el que coincide con la politóloga Verónica Fumanal: «También afecta a la vida política la maternidad y la paternidad. Cada estado vital va acompañado de unas necesidades. Teniendo las capacidades cognitivas necesarias, creo que la edad afecta poco. Al final es una cuestión de actitud: puedes ser más vital con 60 años que con 30». Otro punto en el que coinciden los analistas es en señalar que, en cualquier caso, siempre serán los votantes con su «última palabra» los que premien o castiguen estas cuestiones.
En el caso de Carmena, lo cierto es que su edad siempre ha salpicado el debate político. Es utilizado tanto para mostrar a una «amable abuela» explicándonos en Instagram cómo hace sus famosas magdalenas caseras, como para dejar en el aire su próxima candidatura a la Alcaldía por éste (la edad) como único motivo. Solía decir uno de los más estrechos colaboradores de José María Álvarez del Manzano que la alcaldía de la capital es «el cuarto ministerio de España». Y, apostillaba, exige «máxima preparación, dedicación total y plena energía». Tal vez por esto se ha disparado la preocupación en el entorno de Carmena. Aunque sus más cercanos tratan de quitar dramatismo al tema, aludiendo a percances «normales en una persona hiperactiva de 74 años», en otros dirigentes próximos a Pablo Iglesias crecen las dudas sobre si Carmena está en las condiciones más adecuadas para afrontar un reto de la dimensión que supone intentar la reelección. Si gana, gobierna y agota su mandato, cumplirá los 78 en el Palacio de Cibeles. Lo cierto es que Carmena tuvo serias dudas antes de anunciar el pasado mes de septiembre su disposición a revalidar el cargo. Su familia pesaba mucho en la decisión. Sus más próximos le aconsejaban cerrar definitivamente esta etapa política en primera línea: no son nada favorables a que continúe. Precisamente le han insistido en el nivel de exigencia personal (física, también) que acarrea un segundo mandato en una ciudad como Madrid: una aritmética diabólica que va a obligar a trabajosos pactos; la intensa agenda local, nacional e internacional inherente al cargo; una candidatura, la suya, partida en dos y en permanente guerra civil entre los distintos grupúsculos que han amalgamado Ahora Madrid; y unos adversarios en plenitud, con la favorita en las encuestas, Begoña Villacís (Cs), a la cabeza. Carmena ya comenzó a «masticar» esta reflexión tras el primer «incidente» con su salud. Fue en junio de 2016, durante un viaje a Bolivia. La alcaldesa comenzó a sentirse mal en el avión de regreso a España y tuvo que ser ingresada nada más aterrizar en el Hospital Ramón y Cajal con un cuadro de deshidratación e hipotensión. Algunas voces se preguntaron entonces si no debía delegar en sus colaboradores algunos de estos desplazamientos intercontinentales que le obligan a estar sentada durante interminables horas a bordo de un avión. Pero Carmena se recuperó y, tras unas semanas de actividad «light», el debate se aparcó. Pero sólo durante cuatro meses.
El segundo incidente le llegó mientras presidía el Pleno del Ayuntamiento en octubre. Comenzó a ver borroso y se vio obligada a llamar a los servicios médicos. Todas las alarmas se dispararon en Cibeles pero, afortunadamente, se descartó de inmediato que sufriera un ictus. El percance fue endosado al «debe» de sus crónicos problemas de «hipotensión». Y el debate entre los suyos volvió a aflorar. Según han reconocido algunas fuentes, ya entonces comenzó a meditar sobre su retirada cuando concluyera este primer mandato. El tiempo pasó. Carmena siguió con una agenda que da poco margen para la recuperación y con muy pocas horas de sueño. Además, al día a día, de por sí complicado, como primera edil del Ayuntamiento de la capital de España, Carmena ha sumado traiciones, deslealtades y conspiraciones en sus propias filas. Lo que le ha ocasionado muchos disgustos personales y políticos. Así las cosas, el tercer incidente llegó en septiembre pasado. El Samur tuvo que acudir al domicilio de la regidora. Se había caído tras tropezar con un cable. El parte médico: traumatismo craneal leve y una aparatosa brecha en la ceja izquierda. Naturalmente, las luces rojas volvieron a encenderse. En aquella ocasión, sin embargo, se comentó que el aviso al 112 no fue por un tropiezo sino que, en realidad, la caída habría venido motivada por un desvanecimiento. Otro mareo. Muchos interpretaron entonces que esa versión dulcificada escondía detrás motivos más preocupantes. ¿Temían que se utilizaran sus achaques para desacreditar su candidatura? Ahora, con este nuevo traspiés, parece que el mensaje pretende ser distinto y sus asesores habrían decido sacarle rendimiento. Y eso que, según recuerda Fumanal, en publicidad está estudiado que «lo nuevo» es un valor en sí mismo y la juventud atrae al electorado. «Cuando se somete al escrutinio, ser joven siempre es un atributo positivo pero todo depende del personaje político que se quiera construir: Carmena no era joven pero sí era un experimento nuevo». Su triunfo en 2015 se explicó, en parte, porque «hay momentos en que la sociedad es más proclive a probar cambios por el propio desgaste de la estructura y ocurrió cuando irrumpió Podemos». Ella no era joven pero logró gobernar a pesar de que España no se premia excesivamente la experiencia. «En Europa y el resto del mundo la carrera política les obliga a crecer desde la base. La edad se asocia a la capacidad de gestión y nadie entendería que alguien se presentara a una presidencia partiendo de cero», explica el politólogo Pablo Simón, que señala que no ocurre así en España. «Somos una democracia con pocos años de vida y de los países con presidentes más jóvenes (Rajoy era casi una excepción). La tendencia al envejecimiento parlamentario se rompió en 2014. Ahora ha habido un rejuvenecimiento lógico con la entrada de nuevos partidos». La edad, por tanto, puede ser un arma de doble filo. Crecente recuerda que en un debate, una actitud agresiva de una persona joven hacia una mayor puede interpretarse como una falta de respeto. «De la misma forma, un veterano puede atacar la inexperiencia. Al final, aunque esa sensación de debilidad de un anciano provoque ternura, nuestro subconsciente vota firmeza, dureza. Si Carmena ha estado o no a la altura lo veremos en las urnas».
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