Desahucio

Leoncio Rodríguez: «Si me quitan mi negocio, no pago mi casa»

«Si pierdo mi local, me quitan mi trabajo. y ¿De qué comemos?, ¿cómo pago mi casa?»

Leoncio Rodríguez
Leoncio Rodríguezlarazon

«Si pierdo mi local, me quitan mi trabajo. y ¿De qué comemos?, ¿cómo pago mi casa?»

Son las 17 horas del 27 de mayo. Leoncio Rodríguez Recio llega, como cada viernes, a la asamblea de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) de Madrid Centro, que se celebra en un centro vecinal de la madrileña calle de Francisco Silvela. Hoy está un poco más contento que de costumbre. Le han dado una buena, aunque pequeña, noticia. La Audiencia Provincial de Madrid ha admitido a trámite el recurso al lanzamiento de su local de trabajo. Le iban a echar el próximo día 2 julio y ahora tiene una pequeña esperanza de que se retrase. Autónomo, casado y con un hijo de ocho años, su pequeño negocio, de reparación de ordenadores y teléfonos móviles, es lo que permite pagar la hipoteca de su casa, alimentar a su familia y pagar su local. No entiende cómo se ha podido llegar a esta situación, pues él nunca se ha negado a pagar.

Los problemas de Leoncio empezaron hace ya más de ocho años, cuando su entidad bancaria le conminó a cancelar una cuenta de crédito de su negocio de la noche a la mañana cuando el plazo todavía no había vencido. No tenía otra opción y le aconsejaron que, al tener el local libre de cargas, lo hipotecara para hacer frente a los 15.000 euros que debía. Un dinero que se transformó en una hipoteca de 26.000. Estuvo pagando de 2008 a 2013, cuando ya no pudo asumir la hipoteca de su local, la de su casa y la obligación de alimentar a su familia. «O pagaba la hipoteca del local o no comíamos. Así que fui al banco y les expliqué la situación, que necesitaba unos meses para volverles a pagar. Era junio de 2013. En octubre, vuelvo al banco y les digo que ya puedo pagar. Ofrezco pagar el recibo corriente y uno atrasado cada mes, pero me derivan al departamento de Riesgos, donde me dicen que no me preocupe, que ellos me llaman cuando tenga que empezar a pagar. Así, hasta que en mayo de 2014 sacan a subasta el local. Me entero porque vino una persona a decirme que se ofrecía a pararme la subasta, pero a cambio le tenía que dar una cantidad altísima de dinero que yo no tenía».

Leoncio no veía la luz por ninguna parte, incluso había ido al banco a hablar con los responsables; sólo le preguntaban si tenía los 20.000 euros en el bolsillo de los que hablaban, y si no los tenía, le señalaban la puerta. El caso es que en una visita al juzgado, se entera de que el local no se había adjudicado y es cuando empieza su batalla judicial, que se extiende hasta hoy. No sin sobresaltos, porque en septiembre de ese año le esperaba otra sorpresa. El local ha sido adjudicado a una inmobiliaria, casualmente propiedad de la entidad bancaria que le había concedido la hipoteca.

Leoncio tiene muchas quejas, pero sobre todo con el juez que le atendió, el del Juzgado número 32. Le denegó todos los escritos que presentó y así era imposible defenderse: «Creo que se dio cuenta de que no iba a parar y me envió a la Audiencia Provincial para que plantease allí mi caso. Le iba a denunciar por no dejar defenderme. A los tres o cuatro días de esto, hace el lanzamiento para echarme del local. Yo he estado hablando con él en persona y me he quedado alucinado de hasta qué punto es insensible».

La pequeña victoria de Leoncio es que la Audiencia Provincial sí ha admitido a trámite sus alegaciones y, por lo tanto, la entidad bancaria tiene que presentar su argumentos. Es su última esperanza. Si finalmente se inicia el proceso, gana tiempo y la posibilidad de no perder el local. Si se lo echan para atrás, tendrá que abandonar 20 años de trabajo, miles de esfuerzos e ilusiones, a una fiel clientela... «Me dejan sin alas. Y en ningún momento he dicho que no quiero pagar. Ahora no puedo entregarles nada, porque lo van a adjudicar a gastos, pero seguiría pagando. Además, el local vale 111.000 euros, tasado después de la burbuja, y se lo quieren quedar por una deuda de 26.000, de la que ya pagué 7.000. Ya no sé si lo que quieren es el local...». Leoncio no va a desistir, porque, si le quitan el local, le quitan su trabajo: «¿Y qué hago? Aquí me conocen, tengo clientes. Si me lo quitan, no podré pagar mi casa...».