Sucesos

Los monstruos del pantano de Susqueda

La pareja de jóvenes asesinada se conoció hace dos años y sabía desenvolverse en el campo. Cazadores y pescadores furtivos podrían estar implicados en el doble crimen en el que participaron varias personas.

Los monstruos del pantano de Susqueda
Los monstruos del pantano de Susquedalarazon

La pareja de jóvenes asesinada se conoció hace dos años y sabía desenvolverse en el campo. Cazadores y pescadores furtivos podrían estar implicados en el doble crimen en el que participaron varias personas.

Era la primera vez que visitaban el pantano de Susqueda (Gerona), pero se sabían desenvolver bien en el campo. Por eso, cuando la familia de Marc (23 años) y Paula (21 años) dejaron de tener noticias de ellos, pensaron de inmediato que alguna fatalidad podía haberles ocurrido. Él había estudiado en una escuela agrícola forestal y sabía perfectamente qué hacer ante cualquier emergencia que pudiera sucederle en el campo. Estaba acostumbrado a hacer rutas, según relató la familia a los investigadores. Ella estaba en la universidad y tenía previsto empezar a hacer prácticas en una empresa en tan sólo unos días. También salía al campo con cierta asiduidad. Marc había retirado 40 euros del cajero automático, poco antes de su desaparición. Por eso se descartó, casi desde el principio, la hipótesis de la fuga y se confirmó la del asesinato el martes pasado, cuando fueron rescatados del pantano los cadáveres de los jóvenes desnudos y con varios disparos.

Lo cierto es que el cuerpo de ambos se encontraba en una zona «donde no va nadie». Es justo la cara oculta del pantano de Susquera, un municipio de 52 kilómetros cuadrados con 90 habitantes empadronados que no viven todo el año. Está compuesto por cuatro grupúsculos de casas por la orografía montañosa de un terreno con poca vigilancia, según cuentan en la zona. Los cuerpos se hallaron en la parte izquierda del pantano, «una zona de muy difícil acceso donde campan cazadores de jabalíes y pescadores furtivos. Algunos de estos pescadores proceden de países del Este. Los que son de la zona sólo practican pesca deportiva, pero a la gente del Este les gustan mucho las carpas y los siluros (una especie invasora originaria de los grandes ríos de Europa Central)», cuenta un vecino que participó en las labores de búsqueda de la pareja.

«Es un lugar muy natural que no tiene un terreno fácil de rastrear», explican desde el Hostal Coll, donde organizan excursiones y visitas al pantano. «No es una zona en la que se haga camping, ni vivac, pero sí que acuden pescadores y hay una zona de caza privada de jabalíes». A lo escarpado de ciertas zonas del pantano, se suma que éste tiene una profundidad de 136 metros, por lo que los rastreos no fueron sencillos.

Tan sólo una persona aseguró haber escuchado gritos y disparos en las cercanías de una cantera donde se celebran fiestas «Rave» de vez en cuando. En las proximidades también hay un centro de desintoxicación voluntaria de toxicómanos. Pero el lugar está lo bastante aislado para que los autores del crimen –los investigadores creen que fueron varios– tuvieran tiempo suficiente para deshacerse de los cuerpos y el coche sin que fueran vistos en varias horas. Todo apunta a que los asesinos primero se deshicieron de Marc y, después, de Paula. Los cuerpos fueron arrojados desnudos y lastrados con mochilas de piedras en una zona escarpada, pero a más de una hora de distancia en coche del lugar en el que fue lanzado al pantano el Opel Zafira de la pareja. «A esa zona sólo es posible acceder en un todoterreno; un Opel Zafira entra, pero no sale de ese camino, así que, quien lo metiera por allí sabía perfectamente lo que hacía, conoce la zona perfectamente», aseguran.

Paula, conocida como «Piua», apodo por el que solía ser llamada por su círculo más cercano y en redes sociales y Marc, apodado «el Putu», iniciaron su historia de amor hace dos años.

Marc era un amante del deporte y las motos eran su vida. Un hobbie que compartía con sus amigos. Juntos formaban una divertida peña de la que hacían alarde a través de las redes sociales. «Quedaban en moto en grupos de seis y ocho personas para ir a la playa», cuenta a LA RAZÓN uno de sus amigos. Marc «se guiaba muy bien en la montaña. Siempre era el primero en completar los juegos de orientación que se hacían en Educación Física y le encantaba montar en bicicleta. La tecnología y la informática eran su punto fuerte». Aún en «shock» por lo sucedido, en su entorno aseguran que «resulta duro ver como un compañero del colegio que venía a casa a hacer trabajos para clase ya no está». Al joven no le costaba hacer amistades. Relacionarse nunca fue un problema para él. «En el instituto era uno más. Nunca se ha metido con nadie», cuentan sus amigos. Aunque algunos perdieron el contacto, el recuerdo sigue.

Los muros de las redes sociales de los que compartieron alegrías y confidencias con ellos se han llenado estos días atrás de mensajes de ayuda en busca de sus amigos. Todos se han implicado.

Los «catecolònies» fue otro nexo de unión de la pareja. Este campamento de verano de catequesis que se organizaba en Arenys de Munt, de donde era el joven, fue testigo de las últimas experiencias que ambos pudieron compartir. Los dos eran monitores y se encargaban de organizar las actividades.

Paula, junto a su blanco labrador retriever, al que parecía estar muy unida, compartía los mismo gustos que su pareja. «Piua» con frecuencia hacía escapadas con sus amigas al campo. La playa era otro de sus lugares predilectos. Ahora son muchos los que piensan que la mala suerte hizo que el 24 de agosto Marc y Paula estuvieran en el lugar inadecuado en el momento más inoportuno.