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Luis María Cazorla: «La “sanjurjada” fue una opereta»

Luis María Cazorla: «La “sanjurjada” fue una opereta»
Luis María Cazorla: «La “sanjurjada” fue una opereta»larazon

Tras su trilogía de Marruecos, Luis María Cazorla presenta nueva novela, «La rebelión del general Sanjurjo» (Almuzara) situada en un periodo crucial de la historia de España, el primer año y medio de vida de la Segunda República. Fue la sublevación protagonizada por el general José Sanjurjo el 10 de agosto de 1932, más conocida como la «sanjurjada». «Una novela histórica en sentido estricto», explica Cazorla. «Novela porque tiene elementos de ficción, e histórica porque está enmarcada en datos históricos veraces e investigados».

–¿Tenía Sanjurjo alma de caudillo militar?

–Creo que sí y prácticamente lo fue desde el principio, destacó muy pronto y tuvo una carrera militar fulgurante. A finales de los años 20 se consideraba un prototipo de jefe militar, pundonoroso, valiente y con éxito.

–¿Actuó por sus convicciones o le calentaron los oídos?

–Las dos cosas, que lo cesara Azaña como director general de la Guardia Civil fue algo que nunca comprendió. Su destino en Carabineros era un destierro para él. Además, las fuerzas antirrepublicanas siempre vieron en él un caudillo, un posible jefe del levantamiento militar. Confluyen una muy mala relación con Azaña y el impulso de fuerzas monárquicas y conservadoras.

–Pero él no era monárquico, contribuyó al advenimiento de la República.

–Fue uno de los principales valedores de la República, pero sobre todo era anti Alfonso XIII, no le perdonaba lo mal que se portó con su ejemplo militar, compañero de armas y amigo, el general Primo de Rivera. No quería restablecer la Monarquía, sino una República de derechas.

–¿Pudo influir su descontento con la política de Azaña?

–Sí, desde el principio se declara anti política social azañista, por el Estatuto de Cataluña, que considera el desmembramiento de la patria, por la reforma militar y por la persecución a la Iglesia. La reforma agraria también, pero en menor medida.

–¿Era más hombre de acción que intelectual reflexivo?

–De acción total, intelectualmente era muy elemental, muy básico y, por otra parte, su carácter lo llevaba al impulso inmediato, a la acción más que a la reflexión, era el prototipo del militar que no atesoraba gran cultura.

–¿Tenía capacidad real para liderar el golpe?

–Era un excelente militar, pero carecía de la capacidad de ser líder político y convertirse en el mandamás de la República de derechas. Él hubiera dado el impulso, pero habría acabado dando el mando a políticos. No tenía ambición política, tuvo ocasiones de ser diputado y las rechazó.

–¿Qué apoyos tuvo?

–Fue respaldado por sectores monárquicos, conservadores, tradicionalistas navarros y por políticos que, siendo republicanos, no querían esa República social-azañista. Y dentro de los militares, muchos de sus antiguos compañeros africanistas.

–¿Cuál fue el papel de Francisco Franco?

–Sanjurjo intenta relacionarse con él, tuvieron una entrevista en La Coruña. Su postura fue ambigua, ni sí ni no, quedó a la expectativa. Preston recoge una frase de Sanjurjo que dice: «Franco era un cuquito».

–Al final no se mojó.

–La desorganización fue una de las características de la «sanjurjada», todo el mundo lo sabía, era un secreto a voces, hasta la fecha y hora por el chivatazo de la amante de uno de los rebeldes arrepentido. Franco lo ve muy desorganizado y no se atreve a dar el paso. Muestra sus simpatías, pero, seguramente, no estaba de acuerdo ni con la estrategia ni con el momento.

–¿Había empatía entre ellos?

–Supongo que Franco le tendría respeto militar, pero no simpatía. Por su carácter, es posible que no le gustaran mucho las audacias, baladronadas y palabras excesivas de Sanjurjo, muy echado para adelante, mientras él era lo contrario.

–¿Por qué fracasó?

–Por lo prematuro, era muy pronto todavía, aún duraba el clamor popular en beneficio de la República, la desorganización y la falta de discreción.

–¿Fue un golpe de opereta?

–En parte sí, por lo dicho. Se sabía y se hablaba de en todos los cafés de Madrid.

–¿Fue inteligente Azaña al no detener a Sanjurjo y dejarlo actuar?

–No sé si inteligente, pero sí hábil. Paraba a sus mandos para poder cogerlo con las manos en la masa, convencido de que eso provocaría una reacción a favor. Y así ocurrió, sacó beneficios inmediatos, como el Estatuto catalán.

–¿No les traicionó esa confianza en el 36 creyendo que iba a ser igual?

–Sin duda, porque en el Gobierno estaban los mismos protagonistas, Azaña y Casares Quiroga, pero con los cargos intercambiados.

–El experimento sirvió luego en el 36...

–Exactamente, aprendieron de los errores. Primero, no querían políticos, cuantos menos, mejor. «Esto es cosa de militares y que no se difunda, seamos discretos», decían.

–¿Indultarlo fue una estrategia?

–Indudablemente, se discutió en el Consejo de Ministros. Casares Quiroga quería ejecutarlo, pero los demás no para no hacer de él un mártir.