Último Boletín Económico

La mala salud de la sanidad amenaza a la economía

Un informe del Banco de España teme un impacto «significativo» en las cuentas españolas por el deterioro de los índices de este sector clave

Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE), en Madrid
Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE), en MadridJesús HellínEuropa Press

El Boletín Económico del Banco de España (BDE) alertaba ayer, en su informe «Efectos económicos de un posible deterioro duradero en la salud general de la población española», que en el último año se ha observado un aumento de la demanda de servicios sanitarios, cuyas causas y grado de persistencia son todavía inciertos. Si dichas dinámicas «se prologaran en el tiempo y estuvieran relacionadas con un deterioro persistente en la salud general de la población española, su impacto económico podría ser significativo».

El BDE concreta, como ideas básicas, que por un lado las últimas olas del barómetro sanitario del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS)muestran un incremento de la demanda de este tipo de servicios. Por otro, que se ha observado un aumento en los ocupados que pierden días de trabajo por enfermedad, incapacidad temporal o accidente. Y en tercer lugar destaca que existe incertidumbre en cuanto a las causas y al grado de persistencia de estos desarrollos, algunos de los cuales parecen herederos de las secuelas de la pandemia. Todo ello en su conjunto hace temer al BDE que «en la medida en que estos desarrollos puedan resultar duraderos y estar asociados a un deterioro persistente en la salud general de la población española, podrían requerir un aumento estructural del gasto sanitario aún difícil de cuantificar y afectar negativamente, aunque con incertidumbre, al producto potencial» de la economía española.

Como recuerda el Boletín Económico, el último barómetro sanitario del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) pone de manifiesto que, en los últimos trimestres, se ha producido un aumento sustancial en la demanda de servicios sanitarios en España. Entre el promedio de 2018-2019 y noviembre de 2022, el porcentaje de la población que había acudido al médico de cabecera, al especialista o a urgencias en los 12 últimos meses aumentó en 12,1 puntos porcentuales (pp), 21,5 pp y 14,8 pp, respectivamente. Estos incrementos han sido especialmente acusados entre los grupos de población más joven. Dicho aumento de la demanda de servicios sanitarios ha venido acompañado de un rápido crecimiento de las listas de espera. Según el mismo estudio del CIS, el porcentaje de pacientes que al acudir al médico de cabecera tienen que esperar más de un día hasta ser atendidos ha pasado del 55,1% antes de la pandemia al 78,2% en noviembre de 2022. Del mismo modo, en el caso de los médicos especialistas, el porcentaje de pacientes atendidos con un retraso de más de tres meses ha pasado del 25,8% antes de la pandemia al 37,9% en la última ola del estudio. En línea con la evidencia que aporta el barómetro sanitario del CIS, los datos de la Encuesta de Población Activa revelan un aumento pronunciado y continuado de las bajas laborales en nuestro país desde 2020. En particular, en el promedio de 2022, un 4,1% de los ocupados declararon no haber trabajado en la semana anterior a ser entrevistados, ya fuera por enfermedad, incapacidad temporal o accidente. Con ello, se mantiene la tendencia creciente observada en las bajas laborales desde 2020, que lleva a que se superen con claridad los porcentajes observados antes de la pandemia: -2,7% en 2019. Este incremento, muy generalizado por género y por edad, ha sido relativamente mayor entre las personas más jóvenes y entre las de edad intermedia.

No obstante, matiza el informe del BDE, algunas piezas de evidencia sugieren que al menos una parte del incremento observado en la demanda sanitaria podría tener un carácter más duradero y estar asociado a las secuelas de la pandemia. Por un lado, existe evidencia de que la incidencia en la población de covid persistente, entendido como la prolongación de los síntomas de la enfermedad más allá de las cuatro primeras semanas, sería cuantitativamente relevante. Así, algunas estimaciones recientes sitúan dicha incidencia en el 5,4% de la población en Estados Unidos, el 3,7% en Canadá y Australia, y el 3,4% en el Reino Unido.

Si el aumento reciente en la demanda de servicios sanitarios y en las bajas laborales se prolongara en el tiempo y estuviera relacionado con un deterioro persistente en la salud general del conjunto de la población española, su impacto económico podría ser significativo. Por un lado, de consolidarse, estos desarrollos podrían requerir un incremento estructural –aún muy difícil de cuantificar– del gasto sanitario y de la demanda de profesionales en las ramas de la salud. Por otro lado, el mantenimiento en el tiempo de dichas dinámicas «podría incidir sobre el producto potencial de la economía a medio y largo plazo a través de varios canales, todos ellos sujetos a una considerable incertidumbre», recoge el Boletín.

Si la salud de la población de un país mejorase hay numerosos estudios que estiman que, en el largo plazo, las intervenciones sanitarias que resultan efectivas para reducir la mortalidad y extender la esperanza de vida «tienen un efecto positivo sobre el Producto Interior Bruto».

Otros estudios encuentran efectos positivos importantes de la salud sobre el crecimiento en el largo plazo. En estos estudios, el canal principal de dicho impacto suele ser el aumento de los incentivos de los jóvenes para invertir en su propio capital humano, cuando esperan recibir durante más años el rendimiento de la formación recibida.

Un deterioro permanente en la salud de la población también podría influir sobre el producto potencial de la economía a través de su impacto sobre el stock de capital productivo. Por ejemplo, un resultado habitual en la literatura sobre el envejecimiento de la población es que una reducción en la esperanza de vida tiende a recortar el ahorro y el capital de la economía, mientras que un adelanto de la edad de jubilación tiende a incrementarlos.