Barcelona

No todos los gatos tienen siete vidas

Las asociaciones demandan la protección de las colonias

Los felinos callejeros tienen una esperanza de vida de tan sólo dos años. Mientras que los que viven en casas, pueden alcanzar los 18 años
Los felinos callejeros tienen una esperanza de vida de tan sólo dos años. Mientras que los que viven en casas, pueden alcanzar los 18 añoslarazon

No resulta extraño ir paseando por las calles de un lugar, y de pronto, divisar a un grupo de mininos. En las zonas rurales las colonias de gatos callejeros son muy comunes, pero lo cierto es que en las grandes ciudades también están asentados. Para muchos, estos animales son un habitante más, que debe estar protegido para poder vivir dignamente en la calle. Sin embargo, otros no están a favor de que subsistan en el espacio público.

Desde la Fundación Altarriba, Matilde Figueroa explica que «los gatos callejeros no son animales abandonados. Estos animales han nacido y crecido libremente en zonas urbanas y viven en grupos». Aunque oficialmente todos los gatos están considerados animales domésticos, José María Josa, veterinario de VETPA (Veterinarios para la Protección Animal), aclara que «hay mininos que han ido creciendo fuera del hogar. La especie es la misma, pero al no existir un responsable humano encargado del mismo, se le considera gato asilvestrado».

Las colonias de gatos callejeros suelen asentarse en edificios abandonados, solares o zonas abiertas. Mientras que la edad media de estas mascotas en un hogar ronda los 18 años, los felinos que habitan en las calles tienen una esperanza de vida bastante inferior: El 60% de ellos no llega al primer año de vida. «Un gato callejero sólo logra alcanzar los dos o tres años de edad», comenta Nacho Paunero, presidente de la protectora El Refugio. Fallecen a una edad prematura porque «sus colonias no están protegidas, y por ello, sufren atropellos o enfermedades. Incluso a veces, sujetos desaprensivos los envenenan o cazan», argumenta Nacho.

Estos animales siempre conviven unidos, en colonias. Y éstas, «pueden poseer desde cuatro integrantes, hasta cincuenta o cien», asegura José María. Algunas personas consideran estos animales un foco de enfermedades e infecciones. Las organizaciones que defienden a los gatos de la calle garantizan que son muy limpios e higiénicos. «El problema no son los gatos, sino el cúmulo de basura y contaminantes que los humanos vamos dejando por todas partes. Y el animal, es otra víctima de esta suciedad», afirma Matilde. Además, está demostrado que en las zonas en las que existen problemas con las ratas, estos animales las radican al ahuyentarlas.

«Los gatos callejeros siempre han vivido libres y no se acostumbran a vivir en un espacio cerrado», dice Matilde. Con todo lo anterior, las organizaciones demandan la protección de las colonias asentadas en la calle. Exigen la implantación de un protocolo R-E-C: Recoger, esterilizar y devolver. «Muchos ayuntamientos cogen a los gatos de las ciudades para sacrificarlos. Lo que pedimos es coger al animal, esterilizarlo y de nuevo volver a dejarle con su manada», afirma el presidente de El Refugio. Sin embargo, la situación de los felinos asilvestrados nunca podrá controlarse mientras haya personas que sigan abandonando a su gato en la calle: «Es el cuento de nunca acabar», dice Juan María. Además, «cuando un gato es desamparado por su familia, difícilmente podrá unirse a una colonia de gatos callejeros, ya que no le aceptarán. Finalmente, acaba muriendo a los pocos días».

Pero hay ayuntamientos que sí se hacen cargo de los gatos que anidan en sus calles. Un ejemplo es Barcelona. Allí, si los vecinos alimentan y cuidan a una colonia, pueden «avisar al ayuntamiento y éste, de forma gratuita, facilita en proceso de recogida, castración y posterior vuelta a la calle», comentan desde la Fundación Altarriba. Aunque para llegar a la posición de otros lugares aún queda mucho camino por recorrer. En Roma, estos animales están considerados patrimonio biológico de la ciudad. En la capital italiana, cerca de 200.000 mininos viven libres por sus calles. Incluso existen determinados lugares en los que los turistas pueden acudir a verlos en su hábitat natural: la calle.