Barcelona
Perros para mejorar la autoestima
Abierto el primer centro en España que usa a los canes para ayudar a menores con problemas
Un centro de menores, tutelados por la Generalitat de Cataluña en Barcelona, es el primero de España en introducir terapias con animales de compañía con el fin de mejorar aspectos emocionales, comunicativos y de convivencia a través del adiestramiento canino. El programa, llamado Buddies, lo llevan a cabo una decena de adolescentes y consiste en la realización de un curso con los canes dentro de una prueba piloto mediante la cual se estudiará si esta fórmula se podrá ampliar a otros centros en el futuro.
Este tipo de terapias, que ya se aplican con éxito en otros países de la Unión Europea y en Estados Unidos, se realizan a través de un método de reforzamiento positivo en psicología con el fin de aumentar el bienestar del animal y el del educador, en este caso los menores. Como explicó Maribel Vila, una de las impulsoras de este programa, «sobre todo se trabaja la autoestima de los menores». Por su parte, la directora de esta fundación afirmó que «los perros son ideales para estas terapias, porque no juzgan al menor, los aceptan tal y como son, siempre están contentos, no guardan rencor y reaccionan a sus estados de ánimo».
El desarrollo del programa está dirigido a adolescentes que residen en Centros Residenciales de Acción Educativa (CRAE) y que cuenten con problemas de tolerancia a la frustración, que tengan una baja autoestima, dificultades a la hora de expresar sentimientos y comunicación, por lo que en ocasiones deciden marginarse. Por este motivo, como anunció la directora general de Atención a la Infancia y la Adolescencia, Merce Santmartí, «los jóvenes internados han vivido situaciones de maltrato, negligencias, abandono y de falta de atención de sus familias. Y, por tanto, necesitan una especial atención ante determinadas situaciones o necesidades educativas».
Por este hecho, en el grupo de jóvenes que realizan la terapia se potencia la autocrítica puesto que son adolescentes que no están acostumbrados a recibir comentarios positivos y tampoco a aceptar un «no» como respuesta. Y es que, como apuntó Vila, «estamos ante un colectivo especialmente vulnerable que necesita mucho cuidado por parte de los educadores». En este sentido comentó que son jóvenes que «no confían en nadie, ni en sus cuidadores, y el perro es en este contexto un elemento neutro que no les va a obligar a nada por lo que despierta su empatía». De esta forma, los triunfos a pequeña escala que van consiguiendo clase tras clase con los animales, les lleva normalmente de mostrar una actitud pasota a expresar sentimientos y acariciar y cuidar el animal, con el que establecen un lazo afectivo. Además, cabe destacar que el cambio de actitud más grande en los jóvenes se consigue a partir de la tercera semana de clases, cuando se comienza a generar un lazo con el perro. Aún así la duración del curso es de tres meses en clases semanales.
Por su parte, para estas terapias, que comenzaron a introducirse en las prisiones españolas en la década de los años 90 y luego en centros residenciales de mayores, no se utiliza una raza de perro determinada, sino que se escoge a aquellos animales que están muy socializados, a los que les gusten los niños y que no muestren actitudes de agresividad o reactividad. Para este programa pionero en España participan un total de siete perros. Calvin es un cruce de mastín de tres años que estuvo casi un año en la calle abandonado; Volka es un labrador de color canela de seis años y medio de edad y fue adoptada de la Fundación ONCE con 18 meses tras ser descartada como perro para ciegos; Bau es un labrador negro de cuatro años que fue adquirido por un criador a las ocho semanas de vida; Pipa es una mestiza de dos años y medio que fue hallada en un contenedor de basura hace poco más de un año, por entonces, aunque no lo parecía, estaba embarazada de seis cachorros; Gran es un dogo alemán que pesa 70 kilos y que es muy delicado al trabajar con niños; Lana es una mestiza de tres años que fue adoptada; y por último, Lilu es un golden retreiver de un año que, aunque aún se encuentra en fase de adiestramiento por su corta edad, es muy tranquila y destaca por su temperamento equilibrado.
Por otro lado, dentro del programa del curso hay prevista una visita a una protectora animal para que los menores vean cómo los perros tienen una segunda oportunidad, y es que es precisamente los canes de las protectoras con los que los menores empatizan más. Finalmente, para cuando se acabe el curso todos los adolescentes que han participado esperan poder escoger a uno de los chicos o chicas como ayudante para la siguiente edición, con el objetivo de que pueda compartir sus experiencias con otros menores tutelados.
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