Cuenca

Morate eludió la cárcel al alegar un aborto de Marina

El juez le conmutó la pena tras ser condenado a un año por pornografía infantil. El secreto de sumario por los asesinatos se ha levantado

Laura del Hoyo y Marina Okarynska
Laura del Hoyo y Marina Okarynskalarazon

En noviembre de 2008 Sergio Morate fue condenado a poco más de tres años de cárcel. Reconoció haber encerrado en una habitación a su ex novia, romper los pomos de la puerta para que no se pudiera escapar y haberla amenazado. Ingresó en prisión, pero no había cumplido la mitad de la condena y ya comenzó a disfrutar de la libertad condicional. Fue entonces cuando se enamoró de Marina y ella le correspondió. En 2010, libre, pero sin haber cumplido la condena íntegra, fue detenido por descargarse en el ordenador pornografía infantil y difundirla. Dos años después se le condenó a doce meses de prisión. Su letrado pidió que se suspendiera su ingreso en la cárcel porque se trataba de una pena escasa, sólo un año, pero el juez lo rechazó porque tenía antecedentes: «Se acuerda denegar la suspensión de la ejecución de la pena a Sergio Morate, que deberá ingresar en el plazo de diez días en el centro penitenciario correspondiente». Nunca lo hizo. Su abogado presentó un recurso en el que esgrimió que el joven tenía una novia, Marina, con la quería formar una familia.

Para demostrarlo aportó ecografías del embarazo de la joven y su expediente médico. Desgraciadamente, ella había sufrido un aborto natural y necesitaba del confort y del apoyo psicológico de Sergio. El juez se apiadó de los dos: «El penado mantiene una relación sentimental con su novia Marina y ambos acaban de sufrir un traumático aborto, tal y como se demuestra por la documental médica y las ecografías», se puede leer en el auto al que ha tenido acceso LA RAZÓN y que desveló ayer en exclusiva «Espejo Público»; «además el penado está matriculado en este curso 2012/2013 en el Instituto Pedro Mercedes en la especialidad de Automoción; teniendo en cuenta lo anterior y que el penado ha colaborado en todo momento con la instrucción, reconociendo su error, accedemos a la sustitución de la pena de prisión de un año por la de multa de dos años con una cuota diaria de 3 euros», concluye el juez. «¡Qué paradoja!», exclama la madre de Laura al enterarse de la noticia. María aparenta serenidad y fuerza, pero confiesa que le cuesta dormir y que no para de darle vueltas a la ausencia de su hija: «Si algo tengo claro es que quiero que se haga justicia. No voy a parar hasta conseguirlo. Sergio Morate tiene que pagar por los crímenes que ha cometido. A mí me ha quitado a mi Laura, y juro por Dios que voy a luchar hasta el último suspiro para que pague por sus crímenes. Mi hija no puede hablar, pero su madre está aquí para defenderla», anuncia muy seria. Su discurso se mueve entre las ganas de que Morate jamás salga de prisión y la tristeza de saber que su hija jamás volverá: «No me pienso arreglar el pelo, para qué me lo voy a cortar o para qué me voy a hacer recogidos, si no está mi Laura para decirme lo bien que me quedan. Ese criminal asesino me la ha quitado y no tenía ningún derecho».

María sabe que se ha levantado el secreto de sumario, pero desconoce los detalles de la investigación ni qué pruebas ha acumulado la Policía contra el principal acusado. «Es que me da lo mismo. Yo sé que es culpable. Lo sabe toda Cuenca. ¿Para qué si no iba a huir? Quiero tener la ocasión de mirarle a la cara y decirle: ¡Asesino, que eres un asesino! ¿Por qué me quitaste a mi hija? ¿Por qué?».