Moda

Orgullo XXL

Las mujeres «curvy» dicen basta e impulsan la revolución de la talla grande para romper los estereotipos que les han perseguido durante toda su vida y liberarse de su estigma

Un grupo de mujeres «curvy» posa para LA RAZÓN en el Hotel Ciudad de Móstoles / Alberto R. Roldán
Un grupo de mujeres «curvy» posa para LA RAZÓN en el Hotel Ciudad de Móstoles / Alberto R. Roldánlarazon

Las mujeres «curvy» dicen basta e impulsan la revolución de la talla grande para romper los estereotipos que les han perseguido durante toda su vida y liberarse de su estigma.

Nazaret tenía siete años cuando fue consciente de que su cuerpo era diferente al de otras niñas. Iba a hacer la comunión y estaba muy ilusionada con el vestido, pero no entraba en ninguno, así que su madre le puso a dieta. Fue su primera vez, su primer golpe de realidad. Era aún demasiado pequeña para darse cuenta de que esto sólo acababa de comenzar. Más tarde vinieron los insultos, las situaciones incómodas y se vio obligada a bajar la cabeza. ¿Su delito? Ser una mujer XL. Desde entonces su vida ha estado marcada por las dietas, por los intentos de bajar de talla, por intentar encajar en el patrón que la sociedad ha establecido de «mujer bella». «Lo pasé muy mal durante muchos años, me sentía diferente, me menospreciaban... todo por ser gorda. Además, desde pequeña me gustaba mucho la moda, pero todo lo que me podía poner era ropa de señora mayor. Todo negro, grandes blusones... La sociedad en general es muy cruel con las gordas», reconoce esta cordobesa de 28 años.

Historias como la de Nazaret se repiten a diario, sin embargo, algo está cambiando, aunque esta joven reconoce «que todavía queda mucho por hacer». La madurez aporta herramientas para luchar contra los comentarios de desalmados que recurren a insultos fáciles para mermar al diferente. Desprecios que ni siquiera son tal, ya que llamar «gorda» a una persona con sobrepeso es lo mismo que tachar de alto a una persona que mide casi dos metros. «Lo que duele es cómo lo dicen, no lo que dicen en sí», puntualiza Nazaret. En los últimos años han surgido diferentes movimientos de apoyo a las mujeres «curvy». Las redes sociales, e «influencers» como la exitosa instagramer Ana Pizarro, «The Big Duchess», son sus aliados, así como una mayor visibilidad tanto en los anuncios, las películas e incluso la moda.

El empoderamiento XL está aquí para quedarse aunque es una lucha compleja en la que deben ser modificados los convencionalismos sociales. «Ahora peso unos 89 kg, he perdido 50 en los últimos años. Lo he hecho por salud, pero aún así sigo siendo una mujer gorda, y ¿qué pasa? He aprendido a vivir con los insultos y con esa maldita frase que la gente repite sin parar: ''Con lo guapa que eres de cara ya podías perder algo de peso...'', la gente no es consciente del daño que pueden llegar a hacer algunos comentarios», afirma esta responsable de ventas, actriz y cantante. También en su trabajo le han cerrado puertas. Le han llegado a negar papeles de actriz porque no querían confeccionarle vestidos especiales a su medida. Y más grave aún, le han puesto reparos en iniciar tratamientos de fertilidad por cuestión de los kilos.

Experiencias similares ha tenido que afrontar Fátima, una podóloga extremeña a quien le pusieron como condición bajar de peso para trabajar en una clínica. «Me dijeron que ellos me pagaban la dieta. Fue una humillación. También recuerdo que cuando tenía 17 años quedé entre las cinco finalistas para ser la reina del pueblo y me dijeron que podría ser la reina si adelgazaba. Y, claro, a esa edad haces lo que te digan para cumplir tu sueño. Adelgacé muy rápido dejando a un lado los daños colaterales que eso puede tener», explica esta mujer de 29 años. Sin embargo, esa obsesión por encajar en el modelo de mujer 90-60-90 la desterró de un plumazo cuando le diagnosticaron cáncer. «A partir de ese momento pasé a la fase de aceptación. Éste es mi cuerpo. Éste es mi metabolismo y hay que asumirlo. Llegué a pesar 105 kilos, ahora he bajado porque sé que eso no es bueno para la salud, pero hay un tope. Soy gorda y ya está», reconoce.

La lucha de las XL es constante. A diario tienen que soportar que la sociedad relacione la gordura con personas vagas, antideportistas, glotonas e insaciables. «¿Vagos los gordos?, Mira yo soy deportista de toda la vida, hago pole dance (baile de barra), me cuido mucho con la alimentación, hago ejercicio a diario... y aún así tengo curvas. No es cierto que las que estamos gordas es porque tengamos una vida sedentaria ni que nos pasemos todo el día tiradas en el sofá comiendo patatas», reivindica Mara, de 32 años, que trabaja como administrativa y fotógrafa.

Todas ellas aseguran que el estigma sigue presente aunque en todos los niveles de la sociedad se haya avanzado notablemente. Y, además, la mayoría coincide en que el tema de la ropa es la primera y más perniciosa batalla contra la que luchan cada día. Por eso, Patricia Guillén decidió hace años montar su propia línea de ropa «curvy» la cual vende con éxito a través de diferentes plataformas online como Lolitas Tallas Grandes. «Hace años no existían tiendas de ropa de tallas grandes, ahora algo más, aunque a las gordas nos siguen marginado. Nos veíamos obligadas a comprar en tiendas de abuelas. Así que empecé a hacer mis pinitos cogiendo telas de mi padre que es tapicero. Al ver lo bien que se me daba, mi padre me enseño a coser y así tuve la posibilidad de empezar a vestir como yo quería y a no sentirme un bicho raro», reconoce Guillén, que ahora, además de vestir a mujeres XL también tiene una agencia de modelos «curvy» para fomentar la visibilidad de este perfil de mujer. «Una de las mayores satisfacciones que he tenido en mi vida ha sido cuando una clienta me dijo que con mis diseños descubrió el color. Como muchas de nosotras, ella sólo se había puesto ropa negra por eso de tener que disimular...», lamenta. María José, una ilustradora bilbaína que trabaja como modelo con Patricia explica, asombrada, como mucha gente pone los ojos como platos cuando ella les habla de sus desfiles. «No entienden que una mujer gorda pueda ser modelo. Todas estas cosas hacen que el proceso de aceptación de tu cuerpo nunca termine, ya que siempre tienes a alguien con comentarios despectivos», asegura. Por este motivo, para dar luz a estas ejemplares mujeres, Magda Piñeyro decidió publicar «Stop Gordofobia y las panzas subversas». Con este libro impulsó una activismo que ha revolucionado las redes.

«Hay que romper con el tripartito gordofóbico, que es el núcleo de la discriminación: estética-salud-moral. Este tripartito plantea que los cuerpos gordos son feos, patológicos e inmorales. En el lado opuesto están los cuerpos exteriormente delgados e interiormente sanos y moralmente correctos. Esto es totalmente incorrecto pues la delgadez no implica salud ni la gordura enfermedad», asevera Magda a LA RAZÓN. Aunque Piñeyro reconoce que se han producido muchos avances, augura que la tarea que queda por delante no es sencilla. «Estamos lejos de los cambios profundos a nivel social, económico y cultural que se necesitan para alcanzar la transformación de nuestra sociedad y la consecución del respeto por todos los cuerpos y todas las vidas», sentencia.

Un camino largo por recorrer en el que las propias mujeres, según Carol García, deben ser las primeras en dar el paso. «Los hombres nos aceptan como somos con mayor facilidad que las mujeres. Entre nosotras somos más crueles», confiesa esta administrativa de 39 años, cuyos problemas con las tallas le han ocasionado trastornos como la bulimia. Para ella, al igual que para todas las valientes mujeres que han participado en este reportaje, la clave está en la educación. En los colegios. Allí debe educarse en el respeto a la diversidad. «No pueden repetirse situaciones como las que viví en el instituto. Cuando me pegaban e insultaban por ser gorda, el director me dijo que el problema era mío y que tenía que cambiar», denuncia Nazaret. La odontóloga Patricia Chavero tira de humor: «Mira mi novio siempre me dice que ''cuanta más masa, mejor se pasa''». Ésta es la actitud. Éste es el orgullo XXL.