Pena de muerte
¿Puede un católico apoyar las ejecuciones?
Si bien la enseñanza tradicional de la Iglesia no «excluye el recurso a la pena de muerte», ahora su posición es de absoluta oposición
Si bien la enseñanza tradicional de la Iglesia no «excluye el recurso a la pena de muerte», ahora su posición es de absoluta oposición.
El Papa Francisco también ha «revolucionado» el concepto de pena de muerte que hasta el momento estaba recogido en el Catecismo de la Iglesia. Hace tan solo unas semanas, el Vaticano anunció un cambio en el mismo, pasando de ser aceptada en algún caso a ser completamente «inadmisible».
Francisco ordenó cambiar el articulo 2267 que rezaba que «la enseñanza tradicional de la Iglesia no excluye, supuesta la plena comprobación de la identidad y de la responsabilidad del culpable, el recurso a la pena de muerte, si esta fuera el único camino posible para defender eficazmente del agresor injusto las vidas humanas». Ahora la postura de la Iglesia es de absoluta oposición. El nuevo Catecismo a partir de ahora dirá una cosa totalmente distinta: «Hoy está cada vez más viva la conciencia de que la dignidad de la persona no se pierde ni siquiera después de haber cometido crímenes muy graves».
En este sentido, recuerda que «se ha extendido una nueva comprensión acerca del sentido de las sanciones penales por parte del Estado. En fin, se han implementado sistemas de detención más eficaces que garantizan la necesaria defensa de los ciudadanos, pero que, al mismo tiempo, no le quitan al reo la posibilidad de redimirse definitivamente»
El nuevo artículo explica también que «durante mucho tiempo el recurso a la pena de muerte por parte de la autoridad legítima, después de un debido proceso, fue considerado una respuesta apropiada a la gravedad de algunos delitos y un medio admisible, aunque extremo, para la tutela del bien común».
Un cambio que al mismo Francisco le rondaba en la cabeza desde hacía tiempo. Es habitual que durante sus viajes internacionales de mayor duración visite alguna cárcel y se reúna con los detenidos. También les envía a menudo saludos y tiene a veces un pensamiento especial para ellos. El último fue durante su visita a Dublín con motivo del Encuentro Mundial de las Familias. Allí, después de rezar el ángelus en el exterior del santuario de Knock, Francisco agradeció los mensajes de detenidos que había recibido en días pasados.
«Deseo dirigir un saludo especial a los hombres y mujeres que están en las cárceles de este país, y agradecer en particular a los que me han escrito, sabiendo que iba a venir a Irlanda. Os aseguro a vosotros y a vuestros familiares mi cercanía y mi oración. Que María, Madre de misericordia, vele sobre vosotros y os conforte en la fe y en la esperanza», dijo desde Irlanda.
Ya en octubre de 2017 Francisco dejó entrever que intentaría modificar el Catecismo. Calificó la pena de muerte de «problemática» que «no puede ser reducida a un mero recuerdo de enseñanza histórica sin hacer emerger no solo el progreso en la doctrina y obra de los últimos Pontífices, sino también en la cambiante consciencia del pueblo cristiano, que rechaza una actitud concordante ante una pena que socava en gran medida la dignidad humana». Se trata de «una medida deshumana que humilla», que es «contraria al Evangelio», remarcó.
De este modo, Francisco y la Iglesia universal se comprometen contra la pena de muerte y la condenan sin medias tintas. «Quiere ser un impulso para un compromiso firme, incluso a través de un diálogo respetuoso con las autoridades políticas, para que se favorezca una mentalidad que reconozca la dignidad de cada vida humana y se creen las condiciones que permitan eliminar hoy la institución jurídica de la pena de muerte ahí donde todavía está en vigor», explicó el Vaticano en una nota.
El antecedente definitivo
Francisco, quien ha alzado la voz contra la pena capital en ocasiones anteriores –incluida la de 2015 en un discurso al Congreso de Estados Unidos– agregó el cambio al catecismo de la Iglesia católica. El pontífice dijo que la Iglesia trabajaría «con determinación» para la abolición de la pena capital en todo el mundo. Anteriormente, el catecismo permitía la pena de muerte en algunos casos si era «la única manera factible para defender las vidas de seres humanos».
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