Diseño funcional
¿Para qué sirve el agujero de las latas? No es para poner la pajita como la mayoría cree
Esta es la historia que hay detrás del agujero de la anilla, un invento nacido del apuro
Cuando abres una lata de refresco, seguramente lo haces casi sin pensarlo. Subes la anilla, escuchas el "clic" del gas liberado y das el primer trago. Pero hay un detalle que muchos pasan por alto y es el pequeño agujero en la pestaña de aluminio. La mayoría de las personas cree que está ahí para encajar la pajita y evitar que flote. Pero esto no es ni la realidad original, ni su función principal.
Este orificio tiene una razón técnica, práctica y hasta medioambiental que tiene más de 40 años de historia. Y todo empezó con un problema muy simple, no tener cómo abrir una lata.
El origen del sistema
La historia arranca en 1962, cuando el ingeniero estadounidense Ermal Cleon Fraze vivió un momento de frustración durante un picnic: tenía refrescos, pero se había olvidado el abrelatas. La necesidad hizo que se las ingeniara para abrir una lata a la fuerza, lo que derivó en la idea de una anilla extraíble, una pieza que permitiera abrir el envase sin herramientas.
El invento fue un éxito pero aún así tenía un problema. Al separar la pestaña completamente, los usuarios la arrojaban al suelo. Las calles se llenaron de estas láminas de aluminio afiladas, que representaban un peligro tanto para las personas como para el medio ambiente.
El nacimiento del agujero
En 1975, otro ingeniero, Daniel F. Cudzik propuso una mejora, rediseñar la pestaña para que se mantuviera unida a la lata incluso después de abrirla. Así se evitaban residuos innecesarios y se mejoraba la seguridad.
Con esta evolución nació también un nuevo detalle y el actual, el agujero en el centro de la anilla. Y no, no fue pensado para colocar la pajita, aunque mucha gente haya adoptado esa práctica con el tiempo.
¿Qué hace realmente ese agujero?
El orificio tiene una función puramente mecánica para facilitar el efecto palanca al levantar la anilla. Gracias a ese hueco, la fuerza que se aplica con el dedo se distribuye mejor, haciendo más sencillo perforar la tapa de aluminio sin que se doble de forma incorrecta.
Este pequeño cambio no solo mejora la experiencia del usuario. También reduce la cantidad de aluminio necesario para fabricar cada pestaña, lo que supone un ahorro de materiales significativo para las marcas que producen millones de latas al año.
¿Y entonces, la pajita?
Es cierto que, si se gira la anilla sobre el agujero, la pajita puede mantenerse más estable. Algunas personas lo descubrieron por su cuenta y lo convirtieron en una costumbre. Pero desde el punto de vista del diseño industrial, nunca fue esa su finalidad.
De hecho, en muchos modelos actuales, la pajita sigue saliéndose, lo que demuestra que no es un mecanismo pensado para eso, sino una consecuencia accidental del diseño funcional.
Un gesto común, un impacto ecológico
Aunque el sistema actual está pensado para que la anilla no se separe de la lata, muchas personas siguen arrancándola por costumbre. Esto vuelve a generar residuos que pueden ser peligrosos: no solo contaminan, sino que algunos animales pueden ingerirlos accidentalmente o herirse con ellos.
Por eso, los expertos recomiendan no separar la pestaña y tirar la lata completa al contenedor amarillo. Como alternativa, también se pueden reutilizar estas piezas en trabajos de manualidades o decoración, si se hace de forma responsable.
Evolución y funcionalidad
El agujero de la pestaña de las latas no es un adorno ni un soporte improvisado para pajitas. Es el resultado de años de evolución en diseño, funcionalidad y sostenibilidad. Un ejemplo más de cómo la ingeniería puede esconderse en los objetos más simples de nuestro día a día.