Novelda
Salva, el asesino de Patraix: «La mujer de Antonio y yo acordamos matarlo»
LA RAZÓN ha accedido a las declaraciones de ambos. “Maje y yo acordamos la muerte de Antonio, aunque fui yo quien lo asesiné”, reconoció Salvador en Comisaría.
Ninguno de lo casi 200 invitados a la boda de Antonio y María Jesús, a la que todo el mundo llama Maje, se podrían haber imaginado, allá por septiembre de 2016 cuando ella dijo “sí” y prometió serle fiel “en la riqueza y la pobreza, en la salud y la enfermedad hasta que la muerte nos separe”, que ya por entonces le era infiel con múltiples amantes con los que retozaba en un sexo apasionado, y que además, pocos meses después, planificaría el asesinato de su esposo junto a uno de ellos.
Ocurrió el 16 de agosto en el garaje de la casa del matrimonio. Antonio bajó a recoger el coche para ir a trabajar y en ese momento alguien le atacó por sorpresa con un cuchillo de grandes dimensiones. Le asestó ocho puñaladas en el corazón. El grupo de homicidios comenzó a trabajar contemplando todas las posibles hipótesis, pero a medida que se adentraban en la investigación descubrieron que la aparentemente afligida viuda mentía y que el fallecimiento de su marido, en contra de lo que trasmitía a su entorno, en realidad le había llenado de gozo hasta suponer una “liberación”.
Salía a ligar de marcha con amigas tres semanas después de enterrarlo, incluso se lió con un mosso en Barcelona. A una amiga le confesó telefónicamente que había tenido un sexo fabuloso con el agente en un servicio público. “Casi me como el cristal”, le explicó entre risas.
Tras meses de pesquisas los experimentados agentes de homicidios de Valencia lograron encontrar, entre todos, al amante asesino. Salvador, de 40 años, casado y con una hija, se había enamorado hasta el tuétano de Majo, de 27 años. Quería dejar a su esposa y comenzar una vida nueva junto a ella. Los investigadores creen que lo sedujo y como a un tonto lo utilizó para conseguir sus propósitos mientras se daba la vida padre con otros hombres mucho más jóvenes y guapos que él.
“He mantenido relaciones sexuales con Salva, pero pocas. Sólo le practicaba esporádicamente sexo oral porque no me atrae nada físicamente”, confesó la joven en comisaría. Quizá porque todavía la ama con locura, el hombre insiste en echarse él toda la culpa.
Salvador Rodrigo Lapiedra, el presunto asesino.
LA RAZÓN ha accedido a las declaraciones de ambos. “Maje y yo acordamos la muerte de Antonio, aunque fui yo quien lo asesiné”, reconoció Salvador en Comisaría. “A Maje la conozco del trabajo. Estamos en el mismo hospital. Ella es enfermera y yo celador. Comenzamos a vernos fuera del trabajo en septiembre de 2015 como algo más que amigos. Después de su boda con Antonio en 2016 ya sólo manteníamos una relación profesional, pero eso volvió a cambiar. Fue entonces cuando me contó que se había visto obligada a casarse con Antonio por su situación en Novelda. A principios de verano de 2017 hubo un accidente en la empresa de Antonio en la que hubo varios fallecidos y empezamos a fantasear con la idea de su muerte. Fue a mí a quien se me ocurrió todo. El garaje era la mejor opción para asesinarlo porque no estaba vigilado. Maje me pidió detalles de cómo iba a hacerlo, pero nunca se los di. A ella le pareció el lugar idóneo. Accedí al garaje con una llave que me entregó Maje para que aparcase mi vehículo dentro meses atrás. El día del crimen lo elegí yo y no se le comuniqué”, relató frío Salvador que se mueve en una permanente contradicción, entre la verdad y la protección de su amada.
“Entré y poco después vi a Antonio. Nos encontramos frente a frente. Le grité y le dije que no trataba bien a Maje. Me respondió que no me metiera. Me puse nervioso y saqué un cuchillo que llevaba oculto en la espalda. Se lo clavé en el abdomen y luego varias veces más en el pecho. Él fue caminando hacia atrás hasta chocar contra la pared (donde luego la policía encontró su cuerpo) y yo salí corriendo después de guardar el arma en una bolsa”.
Salvador se fue a casa, preparó el almuerzo y comió con su hija como si nada hubiese pasado. “Por la tarde me acerqué a ver a Maje a casa de su hermana. Le dije: “Ya está hecho” y ella se echó a llorar. La calmé y quedamos en hablar más adelante. No sé por qué le asesiné. Actué casi sin pensar. Sólo pensé que su muerte sería buena para Maje. La quiero mucho y deseo que sea feliz”. Quizá por eso, porque la ama con locura, cambió su declaración en el juzgado y asumió el solo la culpa de los hechos, desmintiendo que Maje tuviera nada que ver.
Ella, por su parte, reconoció en comisaría haber acordado con su amante Salvador la muerte de su esposo. “Me juró que haría cualquier cosa por mí. Me explicó que lo mataría en el garaje porque no había cámaras y me pidió las llaves para hacer una copia. No terminaba de creer que le fuese a hacer nada a Antonio, porque no le veía capaz. En agosto me llamó por teléfono y me anunció que lo mataría el 16 de agosto, por eso aquella noche, la del 15 al 16 dormí fuera de casa”.
Las pruebas y las grabaciones contra los dos se acumulan en un voluminoso atestado con el que ya cuenta el magistrado encargado del caso. Por eso, a pesar de que Maje se desdijo de su confesión policial y aseguró a su señoría: “Quiero cambiar mi declaración (...). No concerté con Salvador la muerte de mi marido”, el juez no dudó un segundo en mandar a ambos a prisión provisional.
Ahora la única duda es saber si el amor que el asesino confeso profesa a la presunta inductora sobrevive entre barrotes. Si es así la seguirá defendiendo. El resto del mundo desea que se dé cuenta de que el amor es falso y que lo han utilizado como a un borrego para que se abra paso la única verdad.
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