Educación

Sin deberes, sin exámenes, y entre los mejores de PISA

Durante la mitad de la jornada lectiva los alumnos utilizan iPad
Durante la mitad de la jornada lectiva los alumnos utilizan iPadlarazon

El mal lugar en que deja a los alumnos españoles el Informe PISA sobre resolución de problemas de la vida diaria ha puesto en entredicho el actual sistema de enseñanza. ¿Anticuado? ¿Demasiado memorístico? ¿Demasiado dependiente del manual de texto? ¿Se debería potenciar en el alumno la curiosidad por aprender, el interés y la creatividad en el aprendizaje y construir habilidades de pensamiento y razonamiento en los estudiantes?

El Liceo Europeo de Madrid viene aplicando desde hace años una receta pedagógica diferente a la tradicional. De hecho, es uno de los centros españoles que no sólo se salva de los pésimos resultados de PISA, sino que supera con creces la media y la calificación de sus alumnos en la prueba internacional de PISA «ha sido altísima», dice Gonzalo Inclán, director del colegio.

En este centro no hay deberes que llevar a casa por regla general. «A partir de 4º de Primaria les enseñamos a ser responsables con su trabajo y sólo si tienen que entregar uno al final de la semana y no han podido acabarlo en clase, se permite completarlo en casa. Es que los niños ya pasan muchas horas en el colegio –de 9 a 17:00 horas– tiempo más que suficiente para que los alumnos hagan sus trabajos. En Secundaria pueden llevar deberes, pero se advierte al profesor de que al niño no le deben ocupar más de una hora», explica Natalia Inclán, directora educativa del colegio.

Tampoco hay exámenes. Se trata más bien de una evaluación continua del alumno. Y la memorización... «Está prohibida, no aporta nada», añade rotunda Cruz Ezquerra, profesora de Biología.

El niño se convierte en investigador y el profesor en el guía. El centro viene aplicando lo que llaman «enseñanza activa», que no es otra cosa que «aprender haciendo, descubriendo e investigando». «Buscamos el éxito sin que los niños sufran y cada uno va a su ritmo», dice esta profesora con veinte años de experiencia en este centro educativo.

Imaginemos que hoy toca estudiar el universo. «¿Qué sabéis del universo?», preguntaría un profesor del Liceo Europeo a sus alumnos. Después plantearía varias preguntas de investigación a sus alumnos sobre el tema. Y a partir de ese momento ellos se convierten en protagonistas de su propia formación por que son los que tienen que obtener las conclusiones que luego tienen que exponer en clase. El trabajo en equipo es fundamental. Y la tecnología se ha convertido en una herramienta básica. «Es parte de su vida y todas las prácticas integran la tecnología», añade Juan Sanz, director técnico de Bachillerato.

En el centro no se ven libros. Sólo tabletas y pizarras digitales. No hay mochilas abultadas en las perchas y los más pequeños aprenden jugando. El libro es una herramienta más que se puede consultar en la investigación de cada alumno. Al final «cada niño acaba haciendo su propio libro». Los alumnos utilizan Ipad la mitad de la jornada escolar; la otra mitad el lápiz y el papel. «Porque también tienen que aprender a escribir y a dibujar».

Hoy toca Lengua en la clase de Fátima, una de las profesoras de 4º de Primaria (9-10 años). El ejercicio consiste en formar palabras. Así que los alumnos cogen su iPad con asombrosa familiaridad y empiezan a «jugar por parejas a encontrar la mayor cantidad de palabras en dos minutos. Es una especie de «apalabrados». «El objetivo es ampliar el vocabulario, potenciar la creatividad y aprender jugando», dice Fátima. La ortografía se aprende a través de dictados; a escribir, redactando; y a leer, con cuentos.

La flexibilidad es otra de las máximas del centro. «Cada niño tiene su propio ritmo de aprendizaje y nosotros siempre los respetamos». ¿Y qué ocurre si un alumno se queda rezagado? «Se le intenta apoyar de manera personalizada, resaltando los logros que ha obtenido hasta ese momento y tratamos de animarle y ayudarle hasta que logre el objetivo que tiene que alcanzar. Esto ocurre con niños más desorganizados, por el método que utilizamos, pero tenemos muy claro que no hay que presionar al alumno. Lo cierto es que todos tienen que alcanzar unos mínimos y, a veces, los niños acaban sabiendo mucho más de lo que se les pide», dicen desde la dirección del centro.

«El otro día vino una madre a verme y se lamentaba de que su hijo no hacía nada bien. Eso en este centro no es posible. Partimos de la base de que todos hacemos algo bien y eso lo potenciamos al máximo para que el alumno tenga buena imagen de sí mismo y logre la seguridad que necesita para conseguir sus objetivos. Eso lo conjugamos con un clima afectivo, de valores morales y de buen comportamiento», recalca Natalia Inclán.

El centro, que ha sido elegido como ejemplo de buenas prácticas para exponer su modelo en el congreso organizado por el Ministerio de Educación hace unos días con motivo del informe Pisa, está convencido de que su modelo funciona y está especialmente orientado a buscar las destrezas necesarias en el alumno que le ayuden no sólo a adquirir conocimientos, también a aplicarlos y a resolver problemas de la vida diaria como los que planteaba el examen de Pisa. «Nuestros alumnos han obtenido muy buenos resultados porque les hemos enfrentados a situaciones desconocidas muchas veces. Están acostumbrados a verse en esta situación y a no tener miedo. Les obligamos a pensar y a buscar soluciones».

En el Liceo Europeo no tiene cabida un profesor que suspende a la mayoría de la clase porque sería considerado un mal profesor. Hay 117 profesores para educar a 1.203 alumnos (una media de un docente por cada diez alumnos). Eso sí, los profesores reciben continuos cursos de formación y «cuando llegas, cambiar el chip sobre el método de enseñanza tradicional, cuesta. Y mucho».