Opinión
Otra cobardía
Según el Observatorio de Violencia hacia los animales, tener antecedentes de maltrato hacia ellos es uno de los cuatro factores de riesgo más significativos para ejercer violencia machista
En realidad, creo que todas las personas que maltratan física y psicológicamente a otros son personas que no suelen enfrentarse a los que consideran sus iguales, sino que, llevados por su narcisismo absurdo, se ceban con aquellos a los que suponen poder vencer. Hace unos días en una localidad valenciana, un agresor -para el que la Fiscalía demanda cinco delitos por violencia de género-, acabó con la vida de la mascota de su expareja, un conejito adorable, la cocino e intentó que ella se la comiera. La perversión llevada al máximo. ¿Y si ella hubiese tenido como animal de compañía a un Pitbull? ¿Se hubiera enfrentado a él sin escopeta y de cerca? Ni de coña. Porque, además, los animales saben perfectamente quiénes los quieren y quiénes no, y cuando algún infame les agrede directamente, saben defenderse, o bien intentando huir si son pequeños, o enfrentándose si son grandes. Ahora el cobarde que degolló al pequeño roedor se enfrentará a dos delitos más; contra la integridad moral de ella, por obligarla a comerse a su compañero, y por maltrato animal. Sin embargo, no piensen que esto es un caso extraordinario. Según el Observatorio de Violencia hacia los animales, tener antecedentes de maltrato hacia ellos es uno de los cuatro factores de riesgo más significativos para ejercer violencia machista. Y un estudio llevado a cabo entre hombres encarcelados en Estados Unidos, con historial de violencia de género, muestra que un alto porcentaje, el 81%, admitió haber cometido actos de maltrato animal. El 52% informó haber llegado a matar a una mascota durante una disputa con su pareja. Escalofriante. Porque la mayoría de esos, han actuado así por celos y con la intención de hacer el mayor daño posible. Y lo hacen sin duda. Los que tenemos animalitos en casa, a veces la única compañía de tantos, sabemos lo que se les llega a amar; sabemos de su inocencia, incondicionalidad y entrega. Yo, sin duda, preferiría que el cobarde me levantase la mano a mí.
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