Pacientes

Suárez Illana: «El cáncer es una enfermedad que no da tregua ni cuartel»

El hijo del ex presidente del Gobierno apadrinó la presentación de una unidad para el abordaje de la extendida patología relatando su lucha contra un tumor de cuello

Adolfo Suárez Illana, Laura Suárez Illana, Sonsoles Suárez Illana e Isabel Flores durante la presentación de la unidad de Oncología de la Fundación Jiménez Díaz en Madrid
Adolfo Suárez Illana, Laura Suárez Illana, Sonsoles Suárez Illana e Isabel Flores durante la presentación de la unidad de Oncología de la Fundación Jiménez Díaz en Madridlarazon

El hijo del ex presidente del Gobierno apadrinó la presentación de una unidad para el abordaje de la extendida patología relatando su lucha contra un tumor de cuello

«Ha querido la suerte que tenga la mayor parte de la gente a la izquierda, que es precisamente uno de mis problemas porque me he quedado gangoso cuando miro para la izquierda», reconoció espontáneamente Adolfo Suárez Illana al comienzo de su discurso en la solemne Aula Magna del Hospital Fundación Jiménez Díaz. El hijo del expresidente del Gobierno volvía así, después de más de año y medio, al edificio en el que fuera operado del cáncer de cuello que le puso a prueba. Ahora, la enfermedad ha quedado reducida a un puñado de secuelas, un precio que él paga «muy a gusto».

Con motivo de la presentación del Instituto Oncohealth como una apuesta para poder abordar el cáncer de una manera más completa, Suárez Illana explicó, arropado por el equipo médico que le trató, por su mujer Isabel y por sus hermanas, su enfrentamiento con un mal que está fuertemente ligado a su familia. Y es que, mientras que su madre, Amparo Illana, y su hermana Mariam murieron debido al cáncer de mama, sus hermanas Laura y Sonsoles, allí presentes, consiguieron superar la misma patología. Él basó su victoria en el positivismo, algo que le inculcaron sus padres: «La enfermedad puede ser una fuente de alegría si eres capaz de encararla con la actitud adecuada».

Y es que aunque admitió que las consecuencias de la quimioterapia no fueron fáciles de sobrellevar durante el tiempo que duró el tratamiento, también afirmó que «si el enfermo es capaz de aportar un ingrediente a ese cóctel químico que te meten por las venas cada tres semanas, es la alegría». Jesús García-Foncillas, el doctor que le acompañó durante el acto y durante el tratamiento, confirmó su visión de la enfermedad: «Nadie como él ha encarnado la actitud óptima que tiene la persona que es capaz de confrontar un diagnóstico tan difícil y tan duro como puede ser un diagnóstico de cáncer».

Bajo este pretexto, las intervenciones quirúrgicas se sucedieron con éxito. Primero, en la Fundación Jiménez Díaz, donde le retiraron los ganglios linfáticos afectados por el tumor, y después en el Hospital Universitario Rey Juan Carlos de Madrid, donde los cirujanos llevaron a cabo la actuación mediante un robot que extrajo el conjunto canceroso a través de la boca.

Por ello, no dudó en reconocer la necesidad de la investigación y de la evolución de la medicina para ganar terreno e «ir por delante de una enfermedad que no descansa para matarte». Suárez Illana no entiende esta carrera como una ventaja exclusiva desde el ámbito médico, sino que también puede repercutir en el estado del paciente en tanto que le puede ayudar a conocer exactamente qué le ocurre, algo que en su caso se tradujo en «una curiosidad incluso morbosa» por enterarse de lo que le estaba pasando. Elogió de la misma forma la ambición de la institución que le acogía por conocer todas las características y métodos a la hora de tratar a cada paciente. «En mi caso, por ejemplo, en un santuario como el cuello meter el bisturí no es lo más fácil. Y que luego quede medianamente decente, aunque en mi caso no había mucho que destruir», comentó con la complicidad del auditorio.

Sin embargo, resaltó que la medicina es mucho más que técnicas o estudios y que la labor principal del profesional médico es la de acompañar al paciente el tiempo que dure la enfermedad y sea cual sea el pronóstico para que los efectos afecten en la menor medida posible a la persona. «Creo que no hay ninguna otra ciencia o asignatura con una dimensión humana mayor», apostilló.

Asimismo, apoyó su argumento en que la acción médica no siempre puede salvar la vida del enfermo pese a los avances teóricos o materiales de los que se disponga, puesto que cada caso es único. «Yo he visto morir y he acompañado a familiares, amigos e incluso a compañeros de pasillo que estaban en la habitación de al lado. Y un día se acabó. Si algo nos enseña la vida es precisamente eso, que la vida es finita», sentenció.