Opinión

Terapias contra prejuicios

«Terapias» para curar la homosexualidad

Marta Robles
Marta RoblesAteneo Mercantil de Valencia

La Fiscalía de Madrid ha denunciado a una mujer que ofrecía «terapias» para curar la homosexualidad y aseguraba no tener «ningún problema con la persona homosexual» pero sí considerar la homosexualidad: «un trastorno ocasionado por problemas afectivos». Pero tiene un problema: la ignorancia. Si hubiera leído algo más, sabría que la homosexualidad es consustancial al ser humano desde el principio de los tiempos. En las antiguas Grecia y Roma solían contemplarse con mejor ánimo las relaciones entre hombres que entre mujeres, porque para eso la historia se ha escrito en base a la desigualdad de unos y otras; pero por lo demás, fue con el paso de los siglos, cuando se fue condenando la homosexualidad. En el XIX, por ejemplo, le costó un enorme sufrimiento y dos intentos de suicidio (y hasta es posible que un tercero y definitivo bebiendo agua sin hervir, a sabiendas, en los tiempos del cólera) a Tchaikovski, en su Rusia natal. La misma Rusia donde Putin, desde su llegada la volvió a demonizar. También en el XIX, en Inglaterra, llevó al descrédito y la cárcel a Oscar Wilde además de la huida de muchos homosexuales a Francia, donde estaba mal vista, pero no penada. Años más tarde en la misma Inglaterra de Wilde, la relación entre Virginia Woolf y Vita Sackville West no supuso escándalo para la sociedad, tal vez porque ambas siguieron convenientemente casadas con sus respectivos maridos (Virginia, abusada por sus hermanastros de niña, jamás tuvo relaciones sexuales con el suyo). Repasar las vidas más creativas (lean mi ensayo «Lo que la primavera hace con los cerezos») significa reconocer que se aman las personas, no los sexos. Y que si para algo se necesitan terapias es contra los prejuicios.