La opinión de Marina Castaño

Típicamente navideño

La Navidad avanza aunque no todos los años nos traen las mismas cosas amables de los anuncios de televisión

Unos niños juegan en la Playa de Las Arenas, a 25 de diciembre de 2023, en Valencia, Comunidad Valenciana (España). Valencia ha amanecido con cielos despejados y, aunque las temperaturas máximas que se esperan, según la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), son de 17ºC, son muchos los valencianos los que han aprovechado el día de fiesta para ir a la playa. 25 DICIEMBRE 2023 Eduardo Manzana / Europa Press 25/12/2023
Los valencianos disfrutan de la playa en NavidadEduardo ManzanaEuropa Press

Seguimos avanzando en los días de Navidad, que no todos los años nos traen las mismas cosas amables de los anuncios de televisión: reencuentros, buenas y vistosas comidas, sonrisas villancicos. Pero no hay que dejar fuera las riñas, desavenencias, indigestiones y cólicos que vienen producidas por los excesos. Estas últimas –indigestiones y cólicos-, porque se come más de lo que se debe; y las anteriores –las riñas y desavenencias-, porque se convive más de lo que se debe también. “Mesura hasta en el sufrimiento” decía el cordobés Séneca, porque el llanto produce derrames y amoratamientos, y trayendo a otro sabio hasta esta sutil columna de los martes, como lo es Baltasar Gracián, pensemos en que lo breve si bueno, dos veces bueno. La desmesura produce saturación, menos con las angulas, yo creo, pero como difícilmente se encuentran en abundantes raciones, esos cien o ciento cincuenta gramos nunca llegarán a obligarnos a tomar un medicamento que nos ayude a digerir.

Cuando yo era pequeña los capones de Villalba, en la provincia de Lugo, eran muy cotizados. Creo que lo siguen siendo, pero los auténticos, los que llevan el sello o etiqueta que lo certifican, son escasos. Hoy se llama capón a cualquier pollo engordado, sea con pienso compuesto, sea con maíz, el que le da ese colorcito amarillo y que le confiere a la carne una exquisitez única. Hace muchos años recibí uno de regalo –lamento no recordar el nombre del generoso obsequiante-, que más parecía un pequeño cerdito y apenas pude meterlo en el horno para asarlo debidamente. Malamente cabía. Éramos cuatro comensales, lo recuerdo perfectamente y como en aquella inolvidable película “La Grande Bouffe”, en que cuatro amigos se reúnen para dar suelta a la gula hasta reventar, acabamos mirándonos unos a los otros hasta que uno de ellos espetó “Marina, el capón estaba bueno pero escaso”. Fue un momento de referencia en nuestra amistad. Dos de ellos nos observan ya desde otra dimensión mientras quienes seguimos aquí, en este bajo mundo tratamos de conservar las tradiciones aunque con esa mesura que indicaba el sabio cordobés