Consumo

Tú al Museo del Jamón, yo al del Champiñón

Un «carnívoro» y una vegana debaten sobre las virtudes y los defectos de dietas opuestas.

Tú al Museo del Jamón, yo al del Champiñón
Tú al Museo del Jamón, yo al del Champiñónlarazon

Un «carnívoro» y una vegana debaten sobre las virtudes y los defectos de dietas opuestas.

Laura se sorprende, cree haber entendido mal las indicaciones. «¿Dónde dices que hemos quedado?, ¿En el Museo del Jamón?». Duda, pero confirma: «Bueno, vale». Laura Duarte, periodista y portavoz del partido animalista Pacma, trabaja a pocas calles de uno de estos doce establecimientos que cada día se llenan con centenares de turistas en busca de ese «manjar español»: el jamón serrano. Pese a su cercanía, jamás ha entrado en uno de ellos. Laura es vegana. No consume productos de origen animal.

Dentro la espera Luis Alfonso Muñoz, uno de los cuatro hijos de Marcelo Muñoz, el propietario de todos los restaurantes. Luis Alfonso tomó las riendas de las relaciones públicas del negocio con la llegada de la crisis. Antes, gracias al título de Míster España 2007, trabajó en la televisión, pero «cuando dejan de pagar...». Por eso retomó su actividad en el negocio familiar. «He crecido rodeado de patas de jamón».

No se conocen y cada uno mantiene un estilo de vida completamente distinto. Sus opiniones acerca del revuelo que ha creado la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre la necesidad de reducir la ingesta de carne roja y procesada también los colocan a cada uno en un lado del cuadrilátero y es que, aunque con respeto, cada uno va lanzando sus ganchos. «Es una gran noticia –afirma Laura- que viene a corroborar lo que nosotros llevamos tiempo diciendo. Creemos que, gracias a este anuncio, más gente se va a pasar al vegetarianismo». La portavoz de Pacma reconoce que la misma tarde del lunes –cuando la OMS publicó su informe– «empezamos a recibir llamadas y correos interesándose por este estilo de vida. Bastantes más de las habituales». Laura, al igual que muchas personas que retiran todos los productos animales de su alimentación, cuando era pequeña comía carne. Es de un pueblo del norte de España y tuvo que presenciar la matanza de un cerdo al que le había cogido cariño. «Poco a poco fui dejando de comer estos productos» y, aunque al principio sólo era vegetariana, con los años ha ido un paso más allá. «La sociedad debe cambiar su modelo de consumo. Existe una gran variedad de productos fuera de lo animal y por los que nadie sufre».

Luis Alfonso la escucha mientras caminamos por la calle Mayor. Gesticula. Discrepa. Primero puntualiza: «Mi mujer es vegetariana. No le gustan nada la carne ni los embutidos. Conozco bien este mundo». Su tono refleja enfado con la OMS: «Han dicho algo lógico, que ya estaba incluido en la pirámide alimentaria, pero tal y como lo han explicado es peligroso». Repite una de las conclusiones que han mantenido los nutricionistas: «Los abusos no son buenos». Y es que mientras Laura denuncia las condiciones en las que viven los animales para servir de alimento al hombre, Luis Alfonso insiste en varias ocasiones sobre los químicos que contienen algunos productos vegetales. Se van entrecortando. «Todo es tóxico de alguna manera, lo que importa es la cantidad que tomes, y los derivados cárnicos forman parte de nuestra dieta», aduce el defensor de la carne. Laura argumenta: «Una dieta sólo basada en frutas, verduras y derivados puede ser igual de sana. Hay una gran variedad de productos fuera de lo animal. En el último año se han abierto diez nuevos restaurantes vegetarianos en Madrid». Ahora aparece no sólo el Luis Alfonso defensor de la carne, sino el empresario: «Muchos de los alimentos que sirven tienen una gran cantidad de químicos y de conservantes. No es cuestión de sustituir un veneno por otro. Si hubiera demanda de locales vegetarianos, ¿crees que yo tendría el Museo del Jamón?». Se autorresponde: «No, montaría el Museo del Champiñón».

Laura se defiende. Sabe que la falta de vitaminas de una persona que no come productos de origen animal suele ser uno de los principales argumentos de su contrincante. Luis Alfonso lo saca pronto: «La mayoría tomáis suplementos como vitamina B12 u otras porque lo que tomáis no os lo aporta y, además, no todos lo vegetarianos siguen una dieta nutricional correcta». Laura asiente: «Es cierto que puede haber personas que tomen pasta día y noche, pero no suele ser el caso de los veganos porque para nosotros no es sólo cuestión de la alimentación, sino que es un estilo de vida. Yo lo único que tengo que tomar, y de vez en cuando, es B12». Él, sin embargo, prácticamente todos los días toma al menos una loncha de jamón ibérico –eso sí, tiene que ser ibérico– y se cuida mucho. «Lo que no se puede hacer es pedir a la sociedad que cambie una dieta en la que incluye carne por una basada sólo en pepinos. Es una lectura perversa que hace la OMS porque hay estudios que afirman que si dejamos de comer productos de origen animal pueden darse casos de raquitismo» y lanza una pregunta: «¿Qué alimento no produce nada de daño?». «La lechuga también tiene químicos», responde él mismo. Introducimos un nuevo matiz. Con el informe, la OMS coloca en el mismo grupo a la carne procesada y al tabaco. Luis Alfonso no tarda en responder: «Eso es una falacia. Es un despropósito igualarlos. Es una lectura sesgada». Laura sólo asiente. Y el responsable del Museo de Jamón vuelve a la dieta: «Para que consigas toda la cantidad de nutrientes y de vitaminas que dan tres filetes de pollo tendrías que comer un montón de anacardo», y ante la cara de sorpresa de ella, añade: «Tengo claro que no voy a desarrollar cáncer por comer jamón».

Laura cree que las afirmaciones de la OMS pueden hacer que la gente se conciencie más y opte por un consumo más ecológico, «por un modelo de consumo más sostenible» porque «la ganadería es el segundo sector más contaminante del planeta». El empresario está de acuerdo, pero puntualiza: «Es imposible que todos los seres humanos vivan del consumo ecológico». Empiezan a divagar sobre la nutrición de los asiáticos, la forma de procesar la fruta y la verdura... Decidimos pararlos. Podrían seguir toda la tarde. Pero antes, una foto. Él con bocata de jamón, por supuesto, y ella... «¿Aquí hay algo que no sea carne?».