
Tecnología
Ucrania consolida la nueva era de guerras dron
Vehículos aéreos, perros robot, tanques no tripulados y sistemas IA sustituyen a la infantería y provocan terror en los nuevos conflictos

Mientras las negociaciones continúan, la guerra sigue su curso. Esta misma semana, Ucrania lanzó el que se considera el peor ataque con drones desde el inicio del conflictohace tres años. Casi 300 drones fueron interceptados en Moscú en un ataque teledirigido que dejó tres personas sin vida y 20 heridos. Ucrania, a su vez, afirma haber derribado 79 drones kamikazes Shaheed rusos en diferentes regiones.
Los Vehículos Aéreos No Tripulados (drones) se han convertido en protagonistas de esta guerra y, según datos del gobierno ucraniano, han causado entre un 60 % y un 70 % de las bajas en el campo de batalla. Aparatos pequeños, algunos del tamaño de un juguete, con sistemas poco complejos y, en muchos casos, de manufactura casera, se han utilizado para atacar a la flota rusa, lanzarse contra carros de combate, realizar tareas de vigilancia o en misiones kamikazes. «Han sido una gran novedad en este conflicto y ha incidido enormemente en el desarrollo de las operaciones. El armamento más tradicional sigue utilizándose, desde luego, muchas veces con modificaciones artesanales para reducir su vulnerabilidad al ataque con drones suicidas con carga explosiva. Se han utilizado, prioritariamente, drones aéreos por la naturaleza del terreno y por su bajo coste. También se han visto vehículos no tripulados terrestres, pero solo puntualmente. Se ha usado de forma combinada distintas tipologías de drones (militares y de uso civil modificado) con sistemas de posicionamiento tipo GPS, cámaras de visión infrarroja o térmica y sistemas de comunicaciones satélite», detalla Juan Cayón, Rector de UDIT, Universidad de Diseño,Innovación y Tecnología y miembro de la Academia de Artes y Ciencias Militares.
Al inicio de la guerra, Ucrania usaba drones turcos Bayraktar. Sin embargo, gracias a su apuesta por el desarrollo de sus propios dispositivos, ha logrado compensar la escasez de munición y equipo para la artillería y contrarrestar la acción rusa. Según el Consejo Europeo de Relaciones Internacionales (ECFR), a principios de 2024 Ucrania fabricaba un millón de drones, pero a finales de año tenía capacidad para producir hasta cuatro millones. «Se están usando hasta 100 tipos diferentes, desde los de tamaño toy a modelos de 20 metros. Además de atacar o reconocer objetivos, sirven como señuelos para engañar o debilitar las defensas aéreas enemigas, actuar como repetidores de señales, transportar equipo y colocar minas. Muchos de ellos se controlan por control remoto y se les puede acoplar granadas o cabezas explosiva», dice la entidad. Canyon matiza: «El uso masivo de esta tecnología tiene una alta efectividad a un bajo coste y, además, produce un efecto psicológico de desmotivación. No es infrecuente el caso de soldados de infantería que acaban por suicidarse o rendirse al entender que han sido detectados».
En Ucrania, incluso, hemos asistido al primer combate militar entre robots terrestres no tripulados rusos contra drones kamikazes ucranianos. Rusia afirmaba que el uso de estos vehículos no tripulados evitó pérdidas de personal y equipos costosos. Es verdad que el soldado tradicional está siendo sustituido por un «gamer» que opera desde una sala a cientos de kilómetros de la zona de conflicto derribando objetos con unas gafas y un joystick, pero también que «el número de víctimas civiles en las guerras son ahora el 90% del total, mientras que en la Segunda Guerra Mundial estaban alrededor del 60% y en la Primera rondaba el 30%. El operador de los drones puede estar en un cuartel en EE UU atacando Afganistán, como hemos visto. Pero lo hace dentro de su turno de trabajo y cuando termina se va a recoger a los niños de la escuela. Al día siguiente vuelve a la guerra. Hay teóricos que hablan de que esa distancia reduce la visión humana de lo que haces», dice Pere Brunet, investigador del Centro Delàs de Estudios para la Paz.
Este es uno de los problemas que presenta una mayor robotización de la guerra. Estos días se habla de aumentar el gasto militar y los analistas aconsejan a Europa invertir en desarrollar su propia tecnología armamentística -especialmente drones-, para asegurarse la independencia de EE UU y China (junto a Turquía, principal exportador de tecnología dron del mundo). En concreto se habla de «muros de drones en el flanco oriental de la OTAN y una red de defensa submarina para protegerse de posibles sabotajes como el del Nord Stream, además de priorizar la construcción de sistemas satelitales propios. «Hay varios grados de autonomía. Los drones que tienen un operador detrás y realizan acciones de vigilancia; otros que pueden atacar pero que dejan unos segundos, muy escasos, al operador para decidir si quiere iniciar el ataque y los que hacen todo sin intervención humana. Lo que es imposible saber, porque ningún ejército lo dice, es cómo y cuándo se están usando unos y otros», matiza Brunet, quien además recuerda los nuevos drones «loitering» que rondan por una zona geográfica y deciden los objetivos o los enjambres de drones que se organizan entre ellos mediante IA y sin intervención humana. «La idea de atacar a distancia sin riesgo propio ha existido desde la invención de las flechas, pero con sistemas cada vez más autónomos es mucho más fácil cometer atrocidades. El derecho internacional dice que en toda acción militar tiene que haber responsabilidad humana, pero con estas armas se produce un problema gravísimo de delegación de las acciones de matar. Además está el sesgo de automatización, que es la tendencia de las personas a dar por buenas las recomendaciones de las máquinas. Y en muchos casos es la IA la que está tomando las decisiones».
Israel y la IA
Un ejemplo del uso de la IA en la toma de decisiones lo encontramos en la Franja de Gaza. La revista 972 Magazine publica un reportaje en el que afirma que Israel utilizó durante los primeros meses del conflicto un sistema de IA llamado Lavender para identificar a operativos de Hamás, incluidos los de bajo rango, como posibles objetivos de bombardeo. «Durante las primeras semanas de la guerra, el ejército se basó casi por completo en la IA, que identificó hasta 37.000 palestinos como presuntos militantes y sus hogares como blancos de ataques aéreos, a pesar de que se sabe que el sistema comete errores en aproximadamente el 10 % de los casos», indica el reportaje.
La IA es la última tecnología en sumarse al campo de batalla, junto con drones aéreos, perros robot, tanques no tripulados y humanoides. En 2011, la revista Wired afirmaba que uno de cada 50 soldados en Afganistán era un robot. Se ha visto a GNOM, un pequeño robot terrestre trabajando en Ucrania, a la brigada paracaidista española probando el perro robot Vision 60 Q-UGV de la firma americana Ghost Robotics y al famoso robot de Boston Dynamics buscando explosivos en Chernóbil. «La sociedad percibe la guerra como algo menos grave, lo que incrementa el peligro de una escalada militar», concluye Brunet.
Un acuerdo para controlar a los robots
Las implicaciones de estas armas ya se discutieron en Ginebra en 2014. Diez años después, sin acuerdo, el 12 de diciembre, 166 países de la ONU votaron a favor de la resolución 79/L.77 sobre sistemas de armas autónomas letales o robot killers (tres votaron en contra, entre ellos Rusia). El objetivo es lograr en 2026 un tratado vinculante que las prohíba, especialmente donde hay armamento nuclear. Además, «ya ha habido dos llamamientos científicos, en 1992 y en 2017, para reducir los presupuestos militares y destinar más recursos al cambio climático. Hemos visto que las guerras agravan esta crisis», opina Brunet.
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