Día Internacional de la Mujer

Una nueva etapa para la igualdad

Presidenta del Consejo de Estado y Presidenta de la Fundación Mujeres por África

La Razón
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El otro día leía en una encuesta que dos de cada tres chicas jóvenes se definen como feministas. Se confirman así otros sondeos realizados por diferentes organismos desde que, con la irrupción de políticos de nivel mundial que faltan al respeto a las mujeres, y de campañas como MeToo o Time’sUp, se produjo una auténtica explosión del feminismo en la comunidad global.

Hacía mucho tiempo que las mujeres no protagonizábamos un 8 de marzo como el del pasado año. Una ola incontenible viene impulsando el feminismo después de los años de hierro de la crisis económica mundial, que prácticamente erradicó la igualdad del debate global. Y lo está haciendo sobre todo gracias al ímpetu de las más jóvenes.

William Shakespeare escribió que «la sangre joven no obedece un viejo mandato». Entre los incontables hechos que cada día dan la razón al genial escritor, hay uno que estamos viendo y viviendo de manera muy clara. Y es que las jóvenes, en España y en todo el mundo, no están dispuestas a obedecer el viejo mandato del patriarcado.

Todos debemos felicitarnos por ello, porque no es justo que mujeres nacidas en democracia, titulares de todos los derechos de ciudadanía, hijas de la revolución digital y de un mundo transformado y en el que ya hemos asistido a casi todo lo imposible, sigan discriminadas, acosadas, impedidas en su libertad por un modelo que nos asignó el modo subordinado hace demasiados siglos.

Las jóvenes perciben con mucha claridad que las cosas no van bien. Especialmente para las mujeres. Y no voy a desgranar los cientos o miles de datos que nos dicen cada día que no van bien. No van bien en el mundo laboral, donde ganamos menos salario, no van bien en los órganos donde se toman las decisiones, en los que estamos más que subrepresentadas. No va bien en el terreno cultural, académico y científico, en el que las mujeres, pese a su valía y brillantez, no logran abrirse paso por donde sí lo hacen los hombres.

En el propio ámbito de la comunicación, hemos visto estos días estudios que nos muestran que en la televisión francesa, por ejemplo, las intervenciones de mujeres son dos veces menores que las de los hombres, y que en España sólo el 21% de los artículos de opinión los firman mujeres.

Y las cosas van muy mal, siguen yendo muy mal, en la lucha contra la violencia. En los hogares, en las parejas, en los conflictos. Hay lugares donde violar a una mujer es casi un pasatiempo, otros donde esta práctica atroz se utiliza como arma de guerra, y en todos, en todos los lugares del mundo, hay violencia contra las mujeres por parte de sus propios cónyuges. Una agresión que es el máximo exponente de la desigualdad que todo lo descose y lo mancha.

Las jóvenes no quieren vivir en ese mundo y se están alzando para decírnoslo. No con una sola voz, claro. Hay diferentes sensibilidades, diferentes perspectivas, diferentes planteamientos, porque no existe uno sino muchos feminismos. Pero todos tienen en común un objetivo fundamental y es obtener, en todos los ámbitos de la sociedad y de la vida, el respeto a su integridad, a su dignidad, a su libertad.

La lucha de estas jóvenes no es sólo feminista. La juventud está a favor de la defensa de las libertades y contra todas las desigualdades. Rechaza que se vulneren las minorías. Demanda la preservación del planeta en lugar de su deterioro –ahí está el ejemplo espectacular de la niña sueca Greta Thunberg– y rechaza los discursos del odio. Las jóvenes son conscientes de que están creciendo en un cambio de época en el que, seguramente por primera vez en la Historia, sus propios padres no están seguros de poder legarles un mundo mejor.

Y efectivamente, no es casualidad que el mismo viejo sistema que ha hecho durante siglos de lo masculino valor preponderante y de lo femenino valor subordinado, sea el que tantos y tan imprescindibles valores ha dejado atrás, el que sigue faltando al respeto a las mujeres, a los diferentes, a nuestro planeta y a sus nuevos y futuros habitantes.

A lo largo de los últimos años he escuchado muchas veces los lamentos de mujeres de mi generación que no encontraban en las jóvenes el ímpetu que esperaban de ellas en el esfuerzo por la igualdad. Creo que tales lamentos, si alguna vez tuvieron fundamento, son ya cosa del pasado. Una nueva generación de jóvenes en todo el mundo, también en España, con la mejor formación y la mayor libertad que jamás hemos tenido las mujeres, va a coger las riendas de una lucha que legítimamente deben liderar. Seguiremos caminando con ellas mientras el cuerpo aguante.