Sucesos
La última llamada de Wafaa
Se cumplen tres meses de la desaparición de la joven saharaui de Carcaixent (Valencia) y siguen sin rastro de ella. Un hombre de 70 años habló por teléfono con ella el último día que su móvil dio señal. Los investigadores sostienen que se prostituía a cambio de cocaína. la Uco elabora un informe con los posicionamientos de su teléfono para situarla
Hacía tiempo que Wafaa Sabbah no tenía una vida muy ordenada. Dicen que «iba y venía» de casa de sus padres, situada cerca del colegio Sanchís Guarner de Pobla Llarga (Valencia), que a veces se tiraba muchos días fuera de casa y que por eso a nadie le pareció raro que la joven, que el pasado 24 de enero cumplió 20 años, llevara un tiempo sin aparecer por allí. La familia Sabbah, procedente de Marruecos, se instaló hace muchos años en la pequeña localidad valenciana, donde Wafaa llegó siendo una niña. El padre cumple el último tramo de condena en Picassent por un delito menor y ya sale de permisos. Su madre ya no puede con la agónica espera de saber noticias de su hija mayor mientras cuida de sus otros dos hijos de 12 y 17 años. Mañana se cumplen tres meses de su desaparición y los investigadores aún no han dado con el presunto responsable de la misma ni con el paradero de la joven, porque están convencidos de que la de Wafaa ha sido una desaparición forzosa. Es cierto que la investigación no comenzó en el momento adecuado por varios motivos. El principal fue que su familia no interpuso ninguna denuncia hasta casi trece días más tarde, el 30 de noviembre. Las autoridades consideraron en un inicio que podría tratarse de una huida voluntaria de la joven, acostumbrada a estar varios días sin dar señales de vida. De hecho, el que entonces era delegado del Gobierno en Valencia, Juan Carlos Fulgencio, manifestó que el caso de Wafaa era una «desaparición voluntaria» y no creían que hubiera sufrido «agresión alguna». Unas palabras que tuvo que rectificar poco después, cuando los investigadores calificaron de alto riesgo la desaparición. Su caso se «mezcló» al principio con el crimen de Marta Calvo, la joven de 25 años que murió supuestamente tras consumir cocaína mientras mantenía relaciones sexuales con un cliente. Jorge Ignacio Palma, ya en prisión provisional tras confesar que descuartizó a la joven, explicó a los agentes que el suceso tuvo lugar en su casa de Manuel, una localidad situada apenas a ocho minutos en coche del pueblo de Wafaa. Además, la saharaui desapareció diez días después del macabro crimen y se acababa de mudar a Carcaixent (a 20 minutos de su pueblo), precisamente en cuyas dependencias policiales se entregó el descuartizador confeso de Marta Calvo. Todo este goteo de coincidencias en lugares y fechas hizo pensar en un principio que Jorge Ignacio también podría estar detrás de la desaparición de Wafaa pero pronto se descartó esta hipótesis. Aún así, como muchos podían asociar los dos casos (sobre todo la familia de la saharaui), desde la dirección del centro penitenciario de Picassent (donde ingresó el colombiano el pasado 6 de diciembre) se dieron instrucciones precisas para que el descuartizador y el padre de Wafaa no se cruzaran en ningún módulo. Pero según han ido pasando los meses, esa sensación de conexión se ha ido diluyendo. Los investigadores ya trabajan con la certeza de que el caso de Wafaa va por otros derroteros. Tampoco fue sencillo rastrear su vida. No tenía muchas rutinas establecidas ni grupos fijos de amigos, por lo que comenzar a indagar en su intimidad no fue como si lo hicieran en la de cualquier chica de esa edad.
Un sofá para dormir
Wafaa, que acababa de comprarse un perro, se había mudado a Carcaixent apenas unas semanas antes de su desaparición. Un tipo de 35 años le alquilaba un sofá para dormir. Los vecinos del inmueble sí creían que eran pareja sentimental pero él declaró ante la Guardia Civil –que le ha tomado declaración, al menos, hasta en dos ocasiones– que a él le hubiera gustado mantener relaciones con ella pero que Wafaa «no quiso». También declaró que apenas tenía relación con sus amigas y que él se alarmó al ver que no regresaba a casa porque tenía que sacar al perro. Este individuo, lógicamente, fue uno de los principales sospechosos para los investigadores pero de momento continúa en libertad. También otro hombre con un rol en la vida de Wafaa más cuestionable. Se trata de un tipo de unos 70 años que, según fuentes de la investigación, podría hacer las veces de chulo con la joven. Al parecer, la joven se prostituía a cambio de cocaína y esas compañías estarían ahora en el punto de mira. También sostienen las mismas fuentes que frecuentaba ambientes con hombres mucho mayores que ella y de origen magrebí. Este septuagenario, además, sería la última persona que habló con ella. La llamó por teléfono para preguntarle donde estaba y ella le contestó que en Xátiva, a media hora de Carcaixent. A eso de las 18:00 horas del 17 de noviembre, el móvil de la joven saharaui dejó de tener actividad y su señal se habría perdido para siempre. O casi. Porque los días 23 y 24 del mismo mes, cuando ya llevaba una semana con el móvil apagado, el teléfono de Wafaa se volvió a conectar. Alguien metió su número pin. Puede que fuera ella o alguien que conociera la clave. Los investigadores se inclinan más por la segunda opción: creen que alguien encendió su terminal. En esa ocasión se borraron fotos de uno de los tres perfiles de Instagram que, aseguran, tenía la joven. A través de esa antena que dio la última señal, los agentes del Grupo de Apoyo Técnico Operativo (Gato), pertenecientes a la UCO de la Guardia Civil, están elaborando un informe después de analizar el recorrido que hizo el móvil de la chica y si coincide con la trayectoria de otros móviles cuyos titulares puedan ser sospechosos de su desaparición. El trabajo de estos expertos es muy importante y ya lo demostraron en la investigación del crimen de Diana Quer. Según demostraron en el juicio, el estudio de la señal que iban dando su móvil y el del principal sospechoso, a las diferentes antenas que se iban conectando a lo largo del recorrido en el que «El Chicle» llevó a Diana a otra localidad, permitió a los agentes hacer un trazo preciso del recorrido y que fue de vital importancia para la investigación. Los investigadores de la desaparición de Wafaa siguen trabajando sin descanso para evitar caer en los temidos puntos muertos de algunas investigaciones. Mientras, como cada día 17 (si la madre de la chica así lo quiere) en Pobla Llarga volverán a hacer una concentración en su honor. «Solo se cambió en enero, al día 24, porque coincidía con su cumpleaños. Lo importante es dar apoyo a la familia», sostiene la alcaldesa, Neus Garrigues.
Sin restos de Marta Calvo
Ya han pasado cien días desde que Marta Calvo fue descuartizada en la casa de Manuel y los investigadores tampoco han conseguido hallar restos de la joven de solo 25 años. Solo cuentan con el testimonio de Jorge Ignacio Palma, el colombiano que para celebrar su cumpleaños decidió concertar una cita con Calvo para hacer una «fiesta blanca». Según su versión, tomaron cocaína y practicaron relaciones sexuales hasta quedar agotados. Él se durmió y, al despertar, la chica estaba muerta, por lo que se «asustó» y, como si fuera una reacción lógica, dice que decidió descuartizarla y tirar sus restos en contenedores de Alzira y Silla. El problema es que el posicionamiento de su teléfono sí coincide con estas localidades pero la Guardia Civil no cree del todo su versión. No obstante, sin ningún resto de la chica (que no aparece en los vertederos a donde deberían haber ido a parar los restos de los contenedores que indicó, como el de Dos Aguas, peinado ya de arriba a abajo) no pueden probar si Jorge Ignacio la mató o provocó su muerte introduciendo el estupefaciente por los genitales de la chica. De poder demostrarse un homicidio serían más de 10 años de prisión pero si, según cuenta él, «solo» la descuartizó, se trataría de un delito de profanación de cadáver, castigado solamente con seis meses de prisión, por lo que ni siquiera entraría en la cárcel. De momento, como en el caso de Wafaa, siguen buscándola. Los dos casos, casualmente, están siendo instruidos por el Juzgado de Instrucción número 6 de Alzira, que está colaborando de forma activa con los investigadores.
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