Distribución
En las tripas de la sede de Amazon
6.000 robots móviles se desplazan por los más de 130.000 metros cuadrados del centro logístico de la compañía en Barcelona
Seis mil robots móviles de color naranja se desplazan de un lado a otro moviendo las 50.000 estanterías amarillas distribuidas por los más de 130.000 metros cuadrados -superficie equivalente a seis campos de fútbol- distribuidos en tres plantas.
Así es el centro logístico de la compañía de comercio electrónico Amazon en El Prat de Llobregat (Barcelona), que distribuye artículos por todo el continente europeo: un continuo ir y venir de ‘drives’ -así denomina la empresa a sus robots móviles- que pesan 136 kilos cada uno y pueden levantar hasta 1.500 kilos, el peso aproximado de un hipopótamo adulto.
La instalación, que ocupa una superficie total de 200.000 metros cuadrados -40 campos de fútbol-, tiene cuatro plantas, hasta 22,5 kilómetros de cinta transportadora -es la distancia que recorren los ferries entre Ibiza y Formentera, recuerda la empresa- y puede almacenar hasta 25 millones de productos.
«Aquí es todo totalmente nuevo, totalmente distinto. Todo tiene la última tecnología», presumía hoy el director general de Operaciones en España e Italia, Fred Pattje, al anunciar a los medios que Amazon ofrecerá visitas guiadas gratuitas de una hora de duración en su centro logístico a los curiosos que así lo deseen.
Pattje ha aclarado que son 3.000 los robots que corretean ahora por la superficie, pero que estos se doblarán en número cuando el centro funcione a pleno rendimiento, en principio dentro de un año y medio o dos.
La central catalana de Amazon cuenta ahora con 700 empleados (humanos) -200 de ellos con contrato indefinido-, aunque prevé aumentarlos hasta los 1.500 -de los cuales 700 serían indefinidos-.
Sin embargo, de la plantilla contratada antes de la campaña navideña solamente un 15 % ha renovado con la multinacional. Pattje ha asegurado que esto se debe a que a partir del día de Reyes el volumen de trabajo es menor, por lo que se requiere a menos personal, y a que Amazon busca «un perfil adecuado» que no todos cumplen.
Una de las características del centro logístico es que no hay pasillos intermedios, con lo cual se maximiza el espacio de almacenaje.
En la primera planta no hay robots naranjas: aquí llegan los productos de las empresas vendedoras, que se colocan en las cajas negras que utiliza el centro para moverlos.
Las que se utilizan para productos nuevos, explican desde la empresa, son sin embargo las de color azul: éstas, al pasar por la cinta transportadora, facilitan que se determine de forma automática el peso y las dimensiones del mismo.
De la primera planta, los productos pasan a la segunda o a la tercera -la cuarta aún no funciona a pleno rendimiento-, las que son ya territorio de los robots.
Los ‘drives’ son autónomos, capaces de reconocer y esquivar los obstáculos que se le pongan por el camino y de avisar a un supervisor -en este caso sí, humano- si algo se sale de su sitio.
De forma automática se colocan los artículos en las estanterías móviles transportadas por los robots, juntando los productos por peso -pues las estanterías tiene capacidades diferentes-, pero sin seguir ningún otro criterio, dentro de lo que Amazon define como un «caos organizado».
«Así los productos se entregan mucho más rápido», aseguran.
Después de que el personal haya comprobado que los artículos procesados son los correctos, otra cinta transportadora devuelve los productos a la primera planta, donde otros trabajadores los empaquetan a gran velocidad.
Finalmente, los artículos son reconocidos por una máquina que pega con aire comprimido las etiquetas que les corresponden. De ahí terminan en grandes cajas, que las distintas empresas de transporte contratadas por Amazon se encargarán de repartir.
La multinacional estadounidense no facilita su volumen de ventas por centro, ni detalla la efectividad alcanzada con sus avances o explica los requisitos de productividad que exige a sus trabajadores, según dice, para no dar demasiadas pistas a sus empresas competidoras. EFE
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