Opinión

Regulación o censura: el riesgo de legislar el periodismo

El 75% de los ciudadanos sigue reconociendo al periodismo como un pilar democrático clave, según el Informe 'Digital News Report España 2025'

MADRID, 09/07/2025.- El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, interviene durante el pleno extraordinario este miércoles, en el Congreso de los Diputados en Madrid. EFE/ Borja Sanchez-Trillo
Pleno extraordinario del Congreso de los DiputadosBorja Sanchez-TrilloAgencia EFE

El Congreso de los Diputados ha dado luz verde a la tramitación de la proposición de ley para reformar el Estatuto de los Trabajadores de la Información, una iniciativa impulsada por el Grupo Plurinacional Sumar. La propuesta, que ¿busca mejorar la protección laboral de los periodistas y garantizar el derecho a la información veraz e independiente?, -lo planteo entre interrogantes porque, como periodista, lo dudo mucho-, ha superado los vetos del Partido Popular y Vox, que consideraban la reforma innecesaria o incluso peligrosa para la libertad de prensa.

Con esta decisión, el Parlamento abre el debate sobre el papel de los medios y la situación profesional de quienes los hacen, los hacemos, posibles en un contexto de creciente precariedad y desinformación.

Y precisamente estos días ha visto la luz el 'Informe 'Digital News Report España 2025', de la Universidad de Navarra, cuyos puntos fundamentales descritos por Alfonso Vara Miguel en un resumen ejecutivo, paso a resumir aún más para que los lectores de este artículo puedan tener una idea general del sector y sacar algunas conclusiones:

En el contexto actual de polarización y desinformación en España, el periodismo atraviesa un momento paradójico. Aunque la desconfianza hacia los medios ha crecido y la agenda pública parece dominada por los bulos y la “máquina del fango”, el 75% de los ciudadanos sigue reconociendo al periodismo como un pilar democrático clave, ya sea por su labor de vigilancia del poder, de información o de facilitación del debate. Así se desprende del Informe 'Digital News Report España 2025', publicado recientemente y al que ha tenido acceso LoComunicas.

A pesar de la fragmentación de las audiencias, las marcas informativas tradicionales —prensa nacional y televisiones— siguen siendo las más valoradas, sobre todo entre los públicos más informados.

Además, los políticos, y no los medios, son señalados como la principal fuente de desinformación (57%), mientras que los medios siguen siendo el recurso más consultado para verificar contenidos dudosos (34%).

Los políticos y las redes sociales, principales amenazas desinformativas. Informe 'Digital News Report España 2025''
Los políticos y las redes sociales, principales amenazas desinformativas. Informe 'Digital News Report España 2025''Cortesía

Los políticos y las redes sociales, principales amenazas desinformativas. Informe 'Digital News Report España 2025'

Al mismo tiempo, el consumo de noticias se transforma profundamente: es más personalizado, fragmentado y digital, con redes sociales que rivalizan con la televisión como canal principal. Esto genera luces y sombras: se gana en accesibilidad, pero disminuye el interés por las noticias (especialmente entre jóvenes), crece la evasión informativa (37%) y se acentúa la confianza selectiva según ideologías, reforzando cámaras de eco.

No obstante, los medios locales y algunas marcas nacionales como Antena 3 o RTVE mantienen altos niveles de confianza, y quienes más confían y se interesan por la actualidad también son quienes más valoran el papel democrático de los medios.

Decisión de muchos: evita leer noticias

Por su parte, la evasión informativa es un fenómeno creciente que afecta a más de un tercio de los españoles, especialmente entre los más jóvenes y quienes muestran posiciones políticas extremas o indiferencia. Se trata de una decisión voluntaria de limitar el consumo de noticias, impulsada en muchos casos por motivos emocionales como la desconfianza hacia los medios, la saturación informativa o el impacto negativo en el estado de ánimo. Esta actitud se relaciona estrechamente con el bajo interés declarado por la política y la actualidad: quienes se sienten más comprometidos con los asuntos públicos evitan mucho menos la información.

En paralelo, el consumo de noticias en España está marcado por un uso intensivo y diversificado de dispositivos digitales, con un 80% de los usuarios accediendo a la información desde el móvil. Sin embargo, la forma de acceder a las noticias ha cambiado drásticamente: el acceso directo a marcas periodísticas ha perdido terreno frente a vías mediadas por algoritmos, buscadores y agregadores. Aunque estos métodos ofrecen una experiencia más personalizada, también fragmentan la información y dificultan el control editorial, lo que contribuye a la desconexión informativa y al escepticismo hacia los contenidos.

La lectura de comentarios en redes sociales (33%) y en las propias webs de noticias (28%) se mantiene como una forma habitual de implicación informativa, aunque con bajo grado de intervención activa. Compartir noticias en redes o por mensajería instantánea se sitúa en un 24%, mientras que solo un 13% declara haber comentado públicamente alguna noticia en el último año. Este descenso en la participación activa refleja tanto un cansancio social hacia los debates públicos como una mayor cautela frente al riesgo de confrontación, desinformación o polarización, especialmente en contextos politizados.

Los patrones de participación también difieren según la edad. Los usuarios jóvenes tienden a participar más en redes sociales (28%) y en grupos de mensajería (31%), aunque su interacción suele limitarse al reenvío o la reacción rápida, sin debate argumentado. Por el contrario, los mayores de 55 años optan por conversaciones presenciales y consumen comentarios de otros usuarios sin replicar. Esta segmentación etaria sugiere que la participación informativa no desaparece, sino que se adapta a los entornos y códigos comunicativos dominantes en cada grupo generacional.

Además, el tipo de medio también condiciona la participación. Las marcas informativas con orientación ideológica marcada o con un enfoque más opinativo generan mayor interacción en sus comunidades, mientras que los medios generalistas o institucionales propician un consumo más pasivo. Esta diferencia puede explicarse por el grado de identificación emocional o política que provocan las noticias , así como por el diseño de los entornos digitales: interfaces que favorecen la reacción rápida y los algoritmos que priorizan contenidos polarizantes tienden a alimentar burbujas participativas muy activas, pero también muy homogéneas.

¿Libertad de prensa en juego?: alerta ante la reforma mediática

Ahora hay que preguntarse si la tramitación de esta reforma podría representar una oportunidad para reforzar la calidad democrática mediante la dignificación del trabajo periodístico y la consolidación de un sistema mediático más plural y responsable.

Aunque es legítimo que existan discrepancias sobre el alcance y los mecanismos de la ley, tal y como he expuesto al principio de esta reflexión, negarse ni siquiera a debatirla, como proponían PP y Vox, también puede reflejar una preocupante falta de compromiso con la mejora de la información pública. Porque, regular no es censurar, sino garantizar que el derecho a la información no se vea comprometida por la precariedad o la presión empresarial.

Pero, tal y como he comentado, aunque la intención declarada de esta reforma es proteger a los trabajadores de la información y garantizar un periodismo más ético e independiente, su tramitación plantea serias dudas sobre el riesgo de injerencia política en los medios. En un momento en el que la libertad de prensa ya enfrenta múltiples amenazas, abrir la puerta a una regulación impulsada desde el poder legislativo podría derivar en mecanismos de control encubiertos o restricciones a la libertad informativa.

Antes de legislar sobre la profesión periodística, es fundamental asegurar que cualquier medida no comprometa la autonomía de los medios ni debilite el derecho de la ciudadanía a recibir información plural y sin filtros ideológicos. El reto ahora no es sólo combatir los bulos, sino reconstruir la relación entre periodismo y ciudadanía desde la credibilidad y la utilidad social, desde la veracidad informativa.

Rosana Ribera de Gracia es doctora y licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad San Pablo CEU. Cuenta con más de 25 años de experiencia profesional en medios de comunicación y es experta en comunicación corporativa. La mayor parte de su carrera profesional la desarrolló en Europa Press, donde concluyó su etapa laboral como subdirectora de Sociedad. Ha sido directora adjunta y editora del periódico "Actuall". Colabora en varios medios de comunicación.