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Estreno

«Made in Oslo»: mentiras, ecografías y sexo en un bote

Sundance TV estrena hoy esta serie dramática noruega sobre la complejidad vital de someterse a tratamientos de fertilidad

Veremos a Elin drogada más veces que en una película de yonkis AMC

Traer una vida al mundo ya es, de por sí, una aventura difícil de reproducir en una película o serie de televisión. No hablamos de temas técnicos audiovisuales, si no de transmitir todo lo que ese momento lleva de trabajado y sufrido. Pero el mismo recorrido tiene cuando no se consigue por los medios naturales. Los tratamientos de fertilidad están cada día más en boga y asociados a ellos miles de parejas sufren un calvario de dinero, emociones y decepciones. Sobre esta base tan descarnada nace «Made in Oslo», la serie noruega de ocho capítulos que estrena hoy a las 23:00 horas el canal de televisión SundanceTV, producido por AMC Networks International Southern Europe.

En la serie, conoceremos a Elin (Pia Tjelta) tiene 40 años y debe rendirse a la idea de ser madre, ya que su relación con Bjørn (Jacob Cedergren) no sobreviviría a ninguna fecundación in vitro más. La pareja lleva padeciendo siete años de pruebas, hormonas, enfados, dudas y llantos, y aunque uno por el otro pretenden seguir para no decepcionarse mutuamente, en el fondo sus fuerzas y su relación hacen aguas por la tensión de la situación. Pero Elin está obsesionada, con más razón puesto que es dueña de una clínica de reproducción asistida, y sus lágrimas y mirada desencajada por los fracasos están rodeados permanentemente de parejas felices que consiguen quedarse embarazadas, aunque sea de milagro. La pareja, que convive con una joven adolescente hija del primer matrimonio de Bjørn, Estella, se pone de acuerdo para comenzar el papeleo y las gestiones para adoptar. Pero resulta otra carga a la ya de por sí deteriorada relación. Y lo que comienza siendo un ansia vital por ser madre, se convierte muy rápido en una auténtica obsesión. La mentira y los secretos se alojan en la pareja y desembocan en una sucesión de catástrofes dirigidas por las pulsiones de Elin. La interpretación de Tjelta es desgarradora y creíble, y, aunque a veces los flashbacks con increíbles paisajes de Noruega transmiten cierta calma, en realidad la narración descoloca al espectador y no sabe a ciencia cierta ordenar los sucesos. Cada decisión de la protagonista es una tragedia y todo lo que puede salir mal, lo hace. La guionista responsable, Kathrine Valen Zeiner («Wisting») pretende plantear si la sociedad actual es capaz de equilibrar nuestros deseos más instintivos con las posibilidades tecnológicas que tenemos a nuestro alcance.

Veremos como Elin se transforma en una yonqui cuya droga es hacerse pruebas, sedarse con morfina para extraerse óvulos rebasando los límites de la ética profesional y enredando a su exmarido (y socio en la clínica) para que le haga las extracciones en secreto. Todo mientras intenta navegar, aunque más bien naufraga, en sus relaciones laborales, personales y que consigue transmitir la agonía que supone vivir en un mundo donde todo está en contra: madres con niños felices conseguidos en el último intento, gente a la que se le niega la posibilidad de la reproducción asistida, reuniones y cenas de parejas con los niños como centro de las conversaciones o el resto de mujeres preguntando «para cuando tú». No he podido contar, en cuatro capítulos que se han facilitado para ver, la cantidad de veces que la protagonista se levanta incómoda de una mesa o una reunión. Y ante la duda, la situación empeora con la enfermedad de un personaje y la buena intención de otro, que no hace sino alimentar la obsesión de Elin. Completan el reparto Ola G. Furuseth, Mariann Hole, Sara Khorami, Olivier Mukuta, Morten Rudå, Ane Skumsvoll, Erle Østraat, Alba Marie Hoff.

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