Fuego y nieve
“The Last of Us” prepara su batalla más brutal
La segunda temporada de la serie de HBO llegará el 14 de abril a Max con una secuencia bélica que recuerda a los grandes episodios de “Juego de Tronos”
La calma en Jackson va a durar poco. Al menos, eso es lo que insinúan tanto el tráiler como los responsables de la segunda temporada de “The Last of Us”, que se estrena el próximo 14 de abril en Max. Después de un inicio que promete expandir el universo emocional de Joel y Ellie, llega el caos. Y esta vez, en forma de batalla descomunal, con nieve, fuego, lanzallamas y hordas infectadas rodeando la que hasta ahora parecía la comunidad más segura del mapa.
Detrás de esta escena no está cualquiera. Mark Mylod, el mismo que orquestó los capítulos más agudos de “Succession” y varios de los más memorables de “Juego de Tronos”, dirige el episodio que será, según sus protagonistas, un festival de adrenalina cuidadosamente orquestada. “Había cinco centímetros de casquillos de bala sobre el suelo”, recuerda Gabriel Luna, que interpreta a Tommy. “Caballos, fuego, un huracán de estímulos”, añade con una mezcla de entusiasmo y agotamiento evidente.
Pero si algo ha dejado claro “The Last of Us” desde su inicio es que la acción nunca va sola. Aquí no hay ruido por el ruido ni zombis para justificar explosiones. La batalla que se avecina no solo busca subir la apuesta visual, sino remecer emocionalmente a los personajes que hemos visto crecer, cambiar y romperse desde la primera temporada. Como explica el propio Craig Mazin, showrunner de la serie, el objetivo nunca fue replicar un videojuego, sino preguntar constantemente: “¿Por qué? ¿Qué cambia? ¿Qué queda después?”
La inspiración directa en “Casa Austera”, uno de los episodios más icónicos de la quinta temporada de “Juego de Tronos”, no es casualidad. Mazin confiesa que recuerda aquel capítulo no por sus efectos, sino por la carga emocional que lo sostenía: “Era impresionante, sí, pero también desgarrador”. Y ese es el punto de partida para entender lo que “The Last of Us” quiere contar con esta batalla: no solo es una secuencia, es un punto de inflexión.
Hasta ahora, Jackson era el oasis. El lugar donde se podía vivir, criar, tomar café, incluso ir a terapia y celebrar el Año Nuevo. Un sitio que parecía inmune al caos exterior. Pero como bien apunta Mazin, esa burbuja de autosuficiencia empieza a agrietarse: “Se han vuelto complacientes. Arreglan casas, organizan bailes... pero esto sigue siendo el fin del mundo”. La serie no pretende castigar esa esperanza, pero sí recordarnos que en este universo, relajarse demasiado puede salir caro.
Además, esta batalla también tiene un valor simbólico. Representa la tensión entre la seguridad aparente y el peligro latente. Entre la comunidad y el individuo. Y es justo en ese contraste donde “The Last of Us” encuentra su mejor tono: el del drama íntimo incrustado en una historia de supervivencia brutal. La épica visual está servida, pero lo que quedará no será el número de infectados eliminados, sino las grietas emocionales que eso deja detrás. Porque si algo ha sabido hacer esta serie, es convertir cada golpe, cada herida y cada elección en parte del viaje. Y ahora, ese viaje se vuelve más grande. Y más peligroso.