Las Ventas
El Juli, el toreo políticamente incorrecto que triunfa a la madrileña
El diestro local corta dos orejas en el festival benéfico organizado por la Comunidad de Madrid, el regreso de los toros a Las Ventas 19 meses después
Después de días y días de intensa polémica, en los que muchos parecían indignarse porque los políticos acuñasen la expresión «vivir a la madrileña», llegó un madrileño a Madrid para recordar lo que es vivir así, o al menos torear. Con chulería, actitud desafiante, lo que hasta Miguel Bosé recordaba hace unos días en laSexta como «torería».
Como si nada importase del todo, ni siquiera el toro que te pasa a centímetros y aunque siempre digan que ‘tu toreo no es el que gusta en Madrid’. Porque vivir a la madrileña, no es otra cosa que vivir sin que nadie te diga cómo tienes que vivir.
Fue El Juli el único madrileño de cuna de los anunciados en el cartel. El 2 de mayo, fecha en la que tradicionalmente se anunciaban toreros locales en la goyesca de su Comunidad, esta ocasión tenía todos los huecos reservados para las figuras. Con un gusto exquisito fijó Juli por verónicas al tercero, de Garcigrande, uno de sus hierros talismán.
Mientras toreros como Ponce no han tenido inactividad, a otros como El Juli no se les nota. Inspirado, por ambos pitones, inmóvil citaba una y otra vez a un ejemplar que repitió con clase. Incluso cuando al animal ya le faltaba fondo, el madrileño quiso regalar una tanda de derechazos más a un público que terminó por entregarse y concederle las dos orejas tras matar de una gran estocada.
Ni dos horas duraron las entradas a la venta. Madrid tenía ganas de toros. Los 19 meses de espera se habían hecho eternos. Y porque las medidas sanitarias solo permitían acudir a 6.000 afortunados a la primera cita de la temporada madrileña, que de haber estado disponibles las 24.000 con las que cuenta la Monumental, seguro que también habrían volado. Pero Madrid tiene esa magia en la que la inmensidad de sus escalones interminables todo parece pequeño. Aunque se distancie la gente entre todos sus tendidos, con un cuarto de entrada la plaza parece más gigantesca que nunca, como si entrase en ella la ciudad de Madrid entera.
La banda de música ensayaba antes del paseíllo, recuperando el tiempo perdido, afinando y recordando el ritmo de cada pasodoble, afinando el espíritu de la Fiesta. Es un lujo ver los toros con espacio, poder disfrutar de Ponce, El Juli, Manzanares, Perera, Ureña y Diego Ventura sin notar las rodillas del de detrás en tu costado, aunque hasta eso se echa ya de menos. Pero éramos más de 6.000, hubo una fila que no cumplió las medidas de aforo, la fila 0, aquella puesta a disposición del aficionado que no pudiese desplazarse hasta Las Ventas pero que sí quisiese abonar un donativo para el sector. La fila de la solidaridad volvió a estar a la altura de las circunstancias.
Entre muchas curiosidades, la alguacil simuló besos al aire al entregar los trofeos a los toreros, como tampoco se lanzaron objetos en las vueltas al ruedo.
Pero lo más importante de los toros «postcovid», no es el número de gente que podrá ocupar los tendidos, sino todos aquellos que no podrán volver a ocuparlos, víctimas de la pandemia.
Algo parecido ocurría con los hierros anunciados, representación de seis ganaderías distintas, pero que también conmemoran a aquellas que han desaparecido durante estos meses de inactividad, que no han sobrevivido al parón.
Diego venía como el mito de los jinetes, como el torero con más puertas grandes en esta plaza y como la demostración de que cortar un rabo en Madrid sigue siendo posible.
Pero también vino como portavoz de su escalafón, del que ya ejerció hace unos días en LA RAZÓN, narrando los sacrificios que él y sus compañeros han tenido que hacer este año por mantener no solo a su cuadrilla, sino a su cuadra, no solo a caballos y empleados, sino a quienes considera su «familia». Lo dio todo, tirando la cabezada, porque los trucos no se le agotan al buen mago, aunque tenga que ir renovando su cuadra cada lustro. El buen rejón de efecto fulminante le concedió el doble premio.
Si algo estaba claro, en este mar de dudas e incertidumbres, es que Ponce iba a estar en el regreso de los toros a Madrid, y en cualquier otro regreso. Porque Ponce no se pierde una oportunidad de seguir demostrando que se puede ser máxima figura en pandemia y con más de treinta años de alternativa.
Pero ni en un festival Madrid pierde su exigencia. Porque eso de que «a caballo regalado no le mires el diente» no se aplica en los toros y menos en la capital. Volvió a sonar el tintineo de los cabestros hasta en dos ocasiones, hasta que salió el «tris» de Carmen Lorenzo. Será por toros este año, cuando las dehesas están superpobladas y las ganaderías se las ingenian para gestionar tanto stock, después de más de un año sin lidiar. Pero la crisis del campo bravo no se soluciona con sobreros, sino con ayudas desde las instituciones al sector, como protector de la dehesa y todo su ecosistema.
Precisamente, la Comunidad de Madrid ya anunció en 2020 un paquete de ayudas de 1 millón de euros y otro para 2021, que triplica la cantidad del año anterior para intentar compensar la caída de ingresos de estas ganaderías por la ausencia de ferias. También, el campo bravo necesita que como producto cultural se reduzca el IVA sobre el toro a un 4%, mientras en la actualidad tiene el 21%.
Ponce intentó con la izquierda dominar a un «tris» de Carmen Lorenzo desentendido y sin transmisión alguna. Falló con la espada.
Manzanares lo pasó mal con el cuarto de Toros de Cortés. Al principio un mal tragó, cada tres muletazos se le colaba. Hasta que le cogió el aire y la mejor mano derecha del escalafón empezó a funcionar. Con compás abierto, tirando del animal, que no regalaba ni un centímetro acostándose hacia dentro y con una embestida profunda y algo bruta. Por el izquierdo se transformaba, un toro con peligro en cada trasteo. Pocas veces le falla la espada en una plaza así. Mató de estocada entera con premio.
De rodillas, tras brindar al público y por la espalda citó de largo Perera al quinto . El torero en activo con más puertas grandes de Las Ventas (6), se entregó aunque esta vez no le valiese para engrosar sus números en la capital del toreo.
Se notan las tablas del que sabe cómo se triunfa en Madrid y cómo se convence a sus tendidos. Sin adornos, explotando todas las virtudes que tenga el oponente, puliendo sus deficiencias y dominando la suerte suprema.
Esta vez le valió un trofeo. Pero además de su exigencia, Madrid también mostró su sensibilidad. Cuando a Ureña no le salían las cosas con el sexto, la plaza estuvo con él, ante un toro sin fondo ni clase. Como también se volcó con el novillero Guillermo García, quien protagonizó uno de los momentos de la tarde, brindando uno por uno a sus compañeros de cartel. Con el capote lució un amplio repertorio, pero con la muleta se empeñó cuando el toro ya no tenía fondo y el animal le acabó levantando hasta en dos ocasiones. Madrid le premió con una oreja. Hay futuro.
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