Feria de Bilbao
Amargo golpe de realidad
Preocupante tarde en la quinta de las Corridas Generales de Bilbao con un buen toro de Domingo Hernández.
Preocupante tarde en la quinta de las Corridas Generales de Bilbao con un buen toro de Domingo Hernández.
Bilbao. Sexta de las Corridas Generales. Se lidiaron toros de Domingo Hernández y uno de Garcigrande, desiguales de hechuras y presentación. 1º, noble y apagado; 2º, movilidad y repetición, aunque derrotón; 3º, con nobleza y de buen juego; 4º, de buena condición aun punto apagado; 5º, deslucido; 6º, va y vienen sin acabar de definirse. Menos de dos tercios.
El Juli, de burdeos y oro, estocada corta y caída (silencio); pinchazo, estocada trasera, aviso, descabello (saludos).
Alejandro Talavante, de negro y azabache, estocada trasera caída (saludos); estocada, dos descabellos (pitos).
José Garrido, de burdeos y oro, media estocada, estocada (saludos); estocada (silencio).
No es fácil contar esta tarde desde el prisma de quien ama la Fiesta sin admitir un punto de derrota. Y en la derrota vive feliz ese amargor que envenena porque alumbra el final. Aunque no se quiera. Aunque lo neguemos apoyándonos en el libro del las “mil y una excusas”. De poco valen cuando llega la hora de la verdad. “Deprimido”, dios qué premonitorio, no era un guaperas, porque además dicho de paso la corrida de Domingo Hernández, más uno de Garcigrande, no tuvo su puntuación más alta en la presentación, y ni tan siquiera estaba “Deprimido” predestinado por el nombre. Desafiante al destino quiso el segundo de la tarde al menos moverse en la telas de Alejandro Talavante y captar la atención del público bilbaíno. ¿Y si pudiera ser? Se imaginan la dicha. Talavante lo vio claro al principio y nos dejó ver al toro en esa primera tanda en la que prendió la mecha, asomaba la magia. ¿Creerían posible volver a hablar de toros otra vez al acabar el festejo? Qué ilusa es la ilusión, porque de hecho lo que vio claro Talavante fue sólo el principio. Y pasado ese fogonazo, admitimos que el toro no era perfección, tampoco la vida, y detrás de esa movilidad había un derrote mediado el viaje, la tauromaquia se volvió dificultosa y el aroma de lo bueno se ahuyentó como si nunca jamás nos hubiera pertenecido. Como un tren fue el quinto de la tarde a la muleta de Talavante en el comienzo de faena. Un volcán. Y ocurrió, qué cosas, que a la vuelta de un pestañeo, se vino abajo el toro, y no sabemos si antes o después la faena. El caso es que no la hubo y la gente se enfadó.
Juli, la otra figura de cartel, no tuvo muchas opciones con un noble y apagado primero. Noble y apagada le quedó la faena. El cuarto fue otra cosa porque la embestida del de Domingo tuvo profundidad, tomaba el engaño por abajo y quería viajar. Y aquí vienen los peros que pueden ser infinitos o invisibles, depende de lo que de verdad pase en el ruedo. Es verdad que el toro se vino un poco abajo, pero tenía buenas condiciones. Julián nos las mostró, las vimos, pero sin acabar de mover las entrañas. Capaces ambos. Edulcoremos como queramos, pero nos sirve de poco si nos engañamos nosotros.
La juventud de José Garrido completaba el cartel. Le tocó un tercero que a diferencia de muchos toros de esta ganadería, que tienen movilidad y luego vienen los matices de la misma, esperaba un poquito más pero con nobleza y calidad a la hora de tomar el engaño. Fue un toro bueno este “Treinta y siete”. Y mantuvo esa calidad hasta el final, cuando se iba a encontrar con la muerte, complicaba la suerte al arrancarse con prontitud.
Sumó Garrido muchos muletazos, afanoso, con voluntad, pero no agarró el camino del triunfo que de novillero y en esta misma plaza gozó hasta el infinito. El sexto tuvo complicaciones y resolvió. Tarde liviana. Retrato de una realidad que no nos deja bien parados. Y van pasando los años y vamos sumando cornadas.
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