Feria de Abril
Con «Caudillo» se acabó la democracia
En 24 horas pasamos de la suavidad, la cadencia y el ritmo de la faena cuarta –saben de quién hablo– a las carreras, la velocidad, los pases del tiovivo, los circulares, las chicuelinas –muchas chicuelinas–, los molinetes –muchos molinetes– y los zapatillazos. Los naturales de «El Fandi» en el quinto brillaron con solitaria sorpresa. Cada público tiene sus preferencias –en la variedad dicen que está el gusto–, pero sigo sin ver de dónde partía la demanda de un cartel como el de ayer, porque la solanera tampoco acudió a la llamada de unos toreros que reinan en el sol de otras plazas: «Padilla» y «El Fandi». Manuel Escribano coge los palos, pero es otra historia, aunque ayer se sumó a la medianía general. El de Gerena está acusando la metralla de guerra. Lleva mucho plomo en el cuerpo y el héroe también se vuelve humano. Los carteles de toreros banderilleros tuvieron sus épocas y sus plazas. Esplá, Víctor Mendes y El Soro compartieron muchas tardes en los bulliciosos noventa. Pero siempre fue un cartel más de Castellón de la Plana que de Sevilla. Sevilla tiene sus carteles igual que tiene su toro (que también se está esfumando...). Y vaya por delante que el abono de 2017 es el más rematado de los últimos años y, probablemente, el que reúne más figuras de todas las ferias de España. Con todo, el público escuchó ayer más que nunca a la banda de Tejera y se divirtió con los tercios de banderillas compartidos. Jaleó las navarras, las lopecinas, los faroles invertidos, las caleserinas, las chicuelinas y más chicuelinas... menos verónicas acinturadas, que son la madre del toreo, vimos de todo. El cuarto fue el toro de la corrida y uno de los toros de la feria: caramelo puro. «Caudillo» se llamaba el «jandilla». Padilla movió la muleta con dureza autoritaria y la presidenta negó como un caudillo la oreja pese a la petición mayoritaria. Quiso apuntalar su papel de «dame sans merci», mujer sin clemencia, y le negó también la oreja al «Fandi» con el transmisor y difícil quinto, en el que recibió un navajazo y toreó bien –sí, relajado y bien– por la izquierda. El error de no dar las dos orejas, a «Ferrera» en la victorinada no se arregla birlando otras dos orejas porque así son tres las que se birlan. Lo justo, dejó escrito Rousseau, por encima de lo adecuado. Esto, suponiendo que la presidenta haya leído a Rousseau. Y el Reglamento taurino, claro.
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