Ferias taurinas

De la Viña, estabilizado tras sufrir tres paradas, y Perera a la Quirón

El banderillero de Enriqu Ponce fue estabilizado y trasladado con Miguel Ángel Perera, también herido, al Hospital Quirón

El subalterno de la cuadrilla de Enrique Ponce sufrió un brutal percance nada más salir el cuarto en la última de El Pilar. Fue zarandeado por el de Montalvo y una vez inconsciente en el suelo le volvió a alcanzar
El subalterno de la cuadrilla de Enrique Ponce sufrió un brutal percance nada más salir el cuarto en la última de El Pilar. Fue zarandeado por el de Montalvo y una vez inconsciente en el suelo le volvió a alcanzarlarazon

Ocurrió todo muy rápido. Demasiado. Pero recordaremos para siempre la sensación de conmoción espantosa que se vivió en la plaza en décimas de segundos. Eso es el puñetero toreo, la Fiesta, el todo y la nada.

Ocurrió todo muy rápido. Demasiado. Pero recordaremos para siempre la sensación de conmoción espantosa que se vivió en la plaza en décimas de segundos. Eso es el puñetero toreo, la Fiesta, el todo y la nada. La tarde iba cuesta abajo con una malísima corrida de Montalvo que no funcionaba sobre lo previsto. ¿Y qué será lo previsto? Salió el cuarto, el segundo de Enrique Ponce, que tampoco había tenido suerte con el que abrió plaza, y fue un veterano en los ruedos, Mariano de la Viña quien salió a escena. No sé muy bien qué pasó, se cruzó el toro, la vida, el puto destino, en la última de temporada antes de irse a América, se cruzó lo que fuera, pero se cruzó con saña, y la cogida, de pronto, de repente resultó terrible, le lanzó el toro por los aires y cayó a plomo. De las imágenes que se te quedan grabadas y no se te olvidan. El toro hizo por él con la fiereza del que acaba de salir de la puerta de toriles y no mide, va a por su presa, le destrozó sobre la arena una y otra vez. Zaragoza era un grito por el dolor, por lo inesperado, porque hacía tiempo que Mariano, al primer envite, había caído sobre el ruedo maño inconsciente y no sabíamos qué tenía. Sí que un charco de sangre dejó sobre el albero y sí que un reguero le acompañó en esa urgencia máxima con la que le llevaron hasta la enfermería. Nos quedamos sin palabras, mudos, sin saber si aquel hombre estaba vivo o muerto y con la necesidad de dar por finalizada la tarde. De inmediato y que sólo llegaran noticias de aliento de la enfermería para poner paz ante la tragedia. Fue Perera, rastrillo en mano, quien saltó al ruedo a limpiar la sangre del compañero herido. Imagen tan dolorosa como inolvidable. Ponce salió, blanco el rostro, es su banderillero de toda la vida. Enrique jubila a su gente. Se quiso poner con el toro, pero «Sigiloso»no era toro de faena ni estaba la tarde ya para nada que no fuera meterle la espada y pasar a mejor vida. Vimos el resto del festejo con el corazón y los oídos en la enfermería, de donde llegaban informaciones contradictorias. Le habían tenido que reanimar porque estaba en parada, llevaba dos cornadas, de pronto le estaba interviniendo. Pronto sabíamos en realidad; pero a Mariano «Sigiloso» se le cruzó de veras. Después supimos, o nos acercamos a saber que se aferró a la vida con tres paradas cardiorespiratorias que sufrió al entrar a la enfermería. Había perdido en la gravedad de la herida algo así como cinco litros de sangre. La ambulancia salió para volver a entrar, porque lo que urgía era la sangre para hacerle una transfusión. Horas después, acabado ya el festejo, un tumulto de gente se arremolinaba en la puerta de la enfermería a la espera de noticias, pero habría que esperar largo. Decían los pocos que habían visitado la antesala del lugar que el propio médico admitía no haber visto algo así en la vida. Hay horas que son eternas. Y estábamos en ellas. A Perera, que durante todo este tiempo estuvo a la espera de que controlaran de verdad la situación de Mariano de la Viña, acabaron por decidir trasladarle a un hospital para que pudieran intervenirle de la cornada.

El resto de la tarde fue como una película en la que fue difícil entrar, luchando con la agonía de la enfermería. Ni uno tuvo tampoco el quinto de El Juli. Y los miedos, nuestros se multiplicaban, como una nube tóxica. No quería pasar y cuando lo hacía era con mal estilo. Quiso El Juli en tarde aciaga y extraña. La plaza se llenó, pero había un ambiente distinto a otras tardes. Más duro. Y la de Montalvo fue poco de la casa y no solo es que no saliera buena sino que salió mala. Ni por un lado ni por otro quiso el segundo. Agarrado al piso. Imposible sacarle faena a pesar de que lo intentó Julián. Tampoco el que abrió plaza le dio opciones a Enrique Ponce. Ni el cuarto maldito.

Miguel Ángel Perera buscó agua en un pozo seco con el tercero, de mala clase por el derecho y sin querer viajar al natural. Y así llegamos al toro de la jota, que fue silenciada, en consideración de la agonía de enfermería, desde donde llegó que le habían hecho una transfusión de sangre. Salió sobrero, del mismo hierro y cuando no lográbamos reponernos Perera resultó herido también en el muslo derecho y se lo tuvieron que llevar en volandas. Tarde maldita. Colapso en la enfermería, de la que salieron los dos toreros para ser trasladados a la Quirón de Zaragoza. La noche se intuye larga.

Ficha

Zaragoza. Novena de la Feria del Pilar. Se lidiaron toros de Montalvo. 1º, flojo y justo de poder; 2º, parado y a la espera, deslucido; 3º, suelta la cara por el derecho y deslucido por el zurdo; 4º, malo; 5º, malo; 6º, sobrero de Montalvo, malo. Lleno en los tendidos.

Enrique Ponce, de gris plomo y oro, media baja, pinchazo, estocada, doce descabellos (silencio); media estocada, descabello (palmas); tres pinchazos, casi entera, cinco descabellos (saludos).

El Juli, de catafalco y oro, estocada (silencio); tres pinchazos, descabello (silencio).

Miguel Ángel Perera, de canela y oro, buena estocada (saludos); herido.

De la Viña, estabilizado, y Perera fueron trasladados a la Quirón.