Ferias taurinas

De Manuel, para marcar en rojo

Rozó la puerta grande y gustó su concepto, como el de Mora, que cortaron sendas orejas.

De Manuel dando un natural ayer en Las Ventas. Foto: Jesús G. Feria
De Manuel dando un natural ayer en Las Ventas. Foto: Jesús G. Ferialarazon

Rozó la puerta grande y gustó su concepto, como el de Mora, que cortaron sendas orejas.

Las Ventas (Madrid). Primera de la Feria de la Comunidad. Novillos de López Gibaja, bien presentados, serios y con cuajo, muy astifinos. El 1º, con movilidad, pero sin entrega; el 2º, noble, pero sin fuerza; el 3º, encastado y con disparo, no paró quieto; el 4º, descompuesto; el 5º, manejable; y el 6º, movilidad con inercias, pero sin entrega.

Amor Rodríguez, de tabaco y oro, buena estocada (saludos); dos pinchazos, aviso, estocada casi entera, cuatro descabellos, segundo aviso, dos descabellos más (silencio).

Pablo Mora, de verde esperanza y oro, buena estocada (oreja); silencio, estocada casi entera desprendida (palmas).

Francisco de Manuel, de verde manzana y oro, buena estocada (oreja); estocada perpendicular, dos descabellos (vuelta al ruedo).

Un tercio de entrada.

Sabía ya lo que era salir a hombros calle Alcalá arriba. Por esa Puerta de gloria salió el ayer debutante Francisco de Manuel en su etapa sin caballos. Rozó proeza en la primera de la Feria de la Comunidad. Una oreja y una vuelta al ruedo, tras petición mayoritaria, más que mayoritaria, en el sexto. Es evidente aún su verdor, pero también su buen concepto y el encomiable desparpajo que derrochó toda la tarde con un encierro de López Gibaja, serio, varios quizás en exceso, que tuvo movilidad y casta, pero al que faltó clase y entrega. Fino de cabos y ensillado, el tercero salió abanto, aunque repitió con celo en la capa del debutante Francisco de Manuel. Buenas verónicas del espigado madrileño. Las dos medias, superiores. Siguió sin parar quieto el utrero en su lidia. Banderilleó el novillero con solvencia en los dos primeros pares y brillante en el tercero, al quiebro. Brindó al público y otorgó distancia al de López Gibaja, encastado y con disparo. Obligaba a perderle pasos porque arrollaba, pedía mando y muleta firme, De Manuel lo consiguió a ratos. No era nada sencillo. Cuando lo logró, mostró que compone con gusto, con buen trazo en el muletazo. Trató de correr la mano con actitud por ambos pitones. Destacados, los de pecho, a la hombrera contraria. El final, muy torero, a dos manos. Se volcó sobre el morrillo y hundió el acero entero. Como en mantequilla entró. De efecto fulminante. Afloraron la pañuelos. La petición, mayoritaria. Y el presidente, claro, también sacó el suyo. Oreja. Arreó otra vez en el sexto, fuerte y muy bien armado, que pecó también de esa movilidad encastada, pero sin humillar. Cuando tenía que entregarse, se lo pensaba lo suyo. Resistió miradas y parones el madrileño -algo acelerado a veces y que había banderilleado de nuevo con facultades- ya desde el comienzo citando de hinojos en los medios. Metió en faena al tendido que valoró la apuesta del novel. Epilogó de nuevo a dos manos. La trincherilla, de cartel. Se tiró con decisión en busca del sueño, pero la espada perpendicular obligó al doble golpe de verduguillo. A ello se agarró el palco, perfecto, pero que sea con el mismo criterio cuando desembarquen la figuras.

La otra oreja fue para Pablo Mora. Se protestó mucho al castaño segundo, más bajo y corto que el primero, aunque igual de amplio de sienes. Pablo Mora lo toreó con mimo y confió en el temple de sus muñecas para dibujar varios naturales excelentes. Deslavazados, pero excelentes. Echando los vuelos y enganchando a toro parado. Sin las inercias del resto del encierro. Limpios y profundos. Gustó mucho su concepto. Las manoletinas finales y la buena estocada, en la yema, contagiaron al tendido y pidió con fuerza el trofeo. In extremis, a su esportón. No pudo redondear la tarde con el quinto, otro utrero en cuerpo de toro, lleno y con cuajo. Tuvo nobleza el de López Gibaja, que dejó estar más que sus hermanos, pero le faltó poder. Le bastó a Mora para volver a dejar muletazos sueltos de notable corte, pero faltó continuidad para que aquello tomara vuelo. Palmas.

Había roto plaza un colorado chorreado tremendamente astifino y abierto, casi playero. Salió muy suelto y distraído tanto en los engaños como en el caballo. Amor Rodríguez planteó la faena en los terrenos del “8” cuidando en todo momento la colocación y con la economía de movimientos como principales virtudes delante de un novillo que, perdida la movilidad de los primeros tercios, evidenció más que nunca su falta de entrega, saliendo con la cara por las nubes de mitad de embroque para delante. Decisión del madrileño sin premio. Lo mejor, la estocada. De premios. Saludos. El cuarto, serio y con trapío y cuajo de toro de plaza de segunda, ni para eso. Salió frío y enterándose. No mejoró con el paso de los tercios, tampoco además que se quedara crudo, y en la muleta embistió a arreones, muy descompuesto y soltando la cara. Se llevó por delante a Amor Rodríguez en el Omega del trasteo. Sudó tinta para “despenarlo”, tras dos avisos, huyendo siempre. El 1 de mayo dejó un nombre para señalar en rojo: Francisco de Manuel. Volverá en San Isidro. Para seguirle la pista.