Sevilla

El Pirata que conquistó Valencia por Fallas

Juan José Padilla y Miguel Ángel Perera cortan una oreja cada uno ante una buena corrida de Jandilla

Perera se aferra al pitón derecho para evitar la cornada tras verse sorprendido por el tercero
Perera se aferra al pitón derecho para evitar la cornada tras verse sorprendido por el tercerolarazon

Valencia. Décima de la Feria de Fallas. Se lidiaron toros de Jandilla y Vegahermosa (3º y 4º), muy bien presentados y, en general, de buen juego. Más de media entrada.

Juan José Padilla, de plomo y oro, estocada entera, aviso (ovación); pinchazo, estocada (oreja). El Cid, de carmín y oro, estocada entera, descabello, aviso (división de opiniones); dos pinchazos, estocada entera, aviso (silencio). Miguel Ángel Perera, de esmeralda y oro, estocada entera, aviso (ovación); estocada entera, aviso (oreja). Entre las cuadrillas, destacó El Boni tras parear al segundo.

Olvidados –y para muchos desconocidos– los berberiscos que entraron a sangre y fuego en la Valencia renacentista, o el terrible Dragut, lugarteniente de Barbarroja –que arrasó la vecina Cullera en el siglo XVI–, la afición de la tierra se rindió, en estas Fallas que ya están en capilla, a Juan José Padilla, a quien la gente recibe con banderas y pancartas que imitan la enseña pirata. Y como aquellos tremendos corsarios, la verdad es que el torero jerezano demostró un coraje y unas agallas a toda prueba. Sin apenas recuperarse de una operación quirúrgica, con las cicatrices todavía tumefactas, la mandíbula abierta y el lado iquierdo de la cara envuelto en un aparatoso vendaje. El parche que tapa su ojo izquierdo es el símbolo que para sus seguidores, ayer legión, significa sin tregua ni compasión.

Ya se le pidió una primera oreja al acabar con el toro que abrió plaza, muy amodorrado y soso, del que sacó todo el botín que pudo en un abordaje de más ganas que brillo, puesto que su oponente no plantó batalla casi en ningún momento.

Con el mucho más acometedor cuarto cambió el panorama. Tras recibirle con una andanada de seis largas de rodillas seis, banderilleó largando trapo y armando ya su artillería para desarbolar tanto al toro como al público, acabando uno y otro rindiéndose a Padilla. No fue ésta una faena de gran excelencia técnica, aprendida y repetida la lección del día anterior, pero sí de indudable y emocionante entrega. Hizo muchas cosas, con distinta factura, y todas con el denominador común de querer agradar a un gentío que acabó coreándole al grito de «¡Torero! ¡torero!», en otra demostración de que hay mucho más público que entendidos en el coso de Monleón.

Mucho más contenido tuvo el ataque de Miguel Ángel Perera al que cerró el festejo, un toraco que rozó los seiscientos kilos, muy serio, con trapío y cuajo que, pese a su volumen y tonelaje, no se desinfló y aguantó embistiendo, con tranco y buen son, mucho rato. Templó mucho Perera y ligó al torear en redondo pero, aunque lo intentó, no logró acople al hacerlo al natural. Volvió al pitón derecho para amarrar un trasteo de plantas muy quietas, firme y de parón. Faena larga, como ya parece ser norma –escuchó un aviso antes de entrar a matar–, que remató con una estocada desprendida que le valió otra oreja.

También le pidieron otra cuando acabó con el tercero, un toro cambiante –manseó en el caballo, luego se puso gazapón, más tarde encelado y repetidor, para finalmente rajarse– con el que tardó en encontrar comodidad. Destacó otra vez su toreo con la derecha y arriesgó tanto que hasta el astado le levantó los pies del suelo.

El Cid cumplió un larguísimo e inconexo quehacer con su primero, siempre a más, con el que se puede decir que toreó a la antigua: «¿Que viene el toro? Se apartá usted». Lo mejor de este turno, la gran estocada con que le puso a los pies de las mulillas. Tampoco hubo claridad de ideas con el noble y manejable quinto, pues se dejó tropezar mucho el engaño en otra faena de larguísimo metraje para tan poco argumento.

Valencia asistió a la enésima gesta de Padilla

Una semana exacta. Justo hacía ayer siete días desde que Padilla era operado en Sevilla de la mandíbula para corregir su hundimiento hacia el lado derecho. Más de tres horas de intervención. Idéntica hora, pero de distintas semanas, separan su ingreso en el quirófano de su paseíllo en Fallas. La parte izquierda del rostro vendada y los puntos aún puestos no fueron óbice para que el Ciclón de Jerez cortara una oreja del cuarto.