Cataluña

Ferrera, Fukuyama y Victorino

Ferrera torea al natural con la mano diestra al cuarto de la tarde
Ferrera torea al natural con la mano diestra al cuarto de la tardelarazon

Se cerró el telón de la Feria de Sevilla y ahora debe comenzar el tiempo de análisis porque tal y como está la Fiesta es imposible aguantar otro año de ladrillo en los tendidos, penuria en la taquilla y las cinco figuras que mueven el cotarro –y al público– fuera del abono. Hay tiempo por delante para buscar una solución antes de que los cascotes del toreo bajen ladera abajo en forma de avalancha. La Fiesta de los toros ha sobrevivido a prohibiciones papales, al canibalismo del 36 y, sobre todo, a una troupe de empresarios que han llevado a los despachos la máxima de Chenel en el toreo: «Pronto y en la mano». Ahora sin embargo la cornada es más peligrosa. No es que queramos ponernos en plan gorigori o en plan Fukuyama –el que pronosticó después de la caída del Muro de Berlín el fin de la historia–, pero la realidad es la que es: han caído Cataluña y San Sebastián, el número de corridas se ha desplomado y el paisaje enladrillado de los tendidos maestrantes a mí al menos me acojona.

El cartel de ayer sí era un buen cartel para un domingo de Farolillos, abonado tradicionalmente a Miura y tres más. La plaza registró poco más de medio aforo porque igual que en otros momentos calaba el «efecto llamada» y el respetable dejaba aparcado el rebujito en el Real para ir a los toros; este año ha calado el «efecto espantada». Apliquen ahora la misma ecuación del éxito o de la fama –difícil de ganar, casi imposible de mantener y fácil de perder– e intenten ser todo lo optimistas que puedan. A ver si revolotea o no el dichoso fantasma de Fukuyama. No obstante, los que se quedaron en el Real o prefirieron ver al Sevilla caer ante el Getafe, se perdieron la faena de la feria.

Una primera estocada de difícil definición –atravesada y pescuecera...– privó a Antonio Ferrera de cortar dos orejas al cuarto de la tarde, con lo que se hubiera ganado sin ninguna duda el título de triunfador de esta rara Feria de Mayo. Ferrera apostó, se fue con el «victorino» al centro del platillo y allí le dio gloria y muerte. La gloria llegó con varias tandas de naturales y derechazos enterrados en el albero. Se colocó Ferrera delante del toro y calibró la altura de lidia como un golfista el swing delante del hoyo. Abajo miró Ferrera como buscando el carter del toro. Y ahí estaba la faena. Y la embestida al ralentí, muy a la mexicana que lo colocó a las puertas del triunfo grande. Antes de perfilarse a matar en el centro del ruedo se hizo el mayor silencio escuchado en toda la Feria. Y lo que ocurrió ya está contado. A El Cid le tocó en gran suerte un quinto con una mina de diamantes por el izquierdo que se quedó sin explotar. Y ahora, a darle al magín. La Feria se acabó.