Feria de San Fermín
Francisco de Manuel, firme y entregado, a hombros en la novillada inaugural
FICHA DEL FESTEJO:
Seis novillos de Ganadería de Pincha, de correcta presentación, aunque la mayoría zancudos o caídos de cuartos traseros. Varios manejables y con movilidad en el último tercio, destacando el segundo por su entrega. Tercero, rajado y huido, y sexto, desrazado y sin humillar, fueron los peores.
Alfonso Cadaval, de plomo y oro: estocada tendida trasera (vuelta al ruedo tras leve petición de oreja); estocada tendida muy trasera (oreja).
Toñete, de verde hoja y oro: pinchazo y estocada desprendida (oreja); estocada desprendida perpendicular y seis descabellos (silencio tras aviso).
Francisco de Manuel, de grosella y oro: pinchazo y estocada tendida (ovación tras leve petición de oreja); gran estocada (dos orejas). Salió a hombros.
Buena actuación en general de las cuadrillas con capote y banderillas, sobre todo Sergio Aguilar en su magistral brega con el sexto.
Primer festejo de abono de los Sanfermines, en horario de tarde noche, con tres cuartos del aforo cubierto (unos 15.000 espectadores).
El valor, la torería y la determinación de Francisco de Manuel, al que correspondió además el peor lote de utreros, marcaron las diferencias en la novillada que abrió hoy la Feria del Toro de Pamplona, al final de la cual salió a hombros por la puerta del encierro.
Para llegar a alcanzar tan valioso triunfo, el novillero madrileño tuvo que poner absolutamente todo de su parte ante dos utreros prácticamente negados a la pelea, tanto su primero, que se rajó ya en banderillas y no paró de huir, como el sexto, reacio siempre a emplearse, pero al que aun así cortó dos orejas más que merecidas.
Porque De Manuel, que ya dejó clara su buena proyección en la pasada feria de San Isidro, no solo no se desanimó sino que buscó siempre los pocos resquicios que le dejaron los utreros para, con una gran firmeza de plantas y una clara voluntad de triunfo, encontrar la vía que le llevara hacia el éxito en otra feria capital.
Al rajado tercero lo banderilleó con facilidad antes de acosarlo por toda la plaza y, a pesar de que el animal salía desentendido hacia la querencia de chiqueros, robarle bastantes muletazos estimables, sin posible ligazón pero dejando nuevas muestras de su buen y clásico concepto.
Un pinchazo antes de la estocada le negó la posibilidad de cortar el primer trofeo. Y, aun así, en una loable muestra de vergüenza profesional, prefirió saludar una ovación desde el tercio antes que robar una vuelta al ruedo que nadie le hubiera protestado.
Pero lo mejor de su actuación llegó con el sexto, un novillo zancudo y al altiricón que, por actitud y por su propia construcción física, se negó a emplearse y a descolgar la cabeza ante los engaños, además de esperar y medir ya desde el tercio de banderillas.
Tampoco entonces se vino abajo el novillero, sino que ayudado por el capote de su banderillero Sergio Aguilar, en el que fue todo un recital de temple y mando en la brega, De Manuel hizo siempre por meter los brazos entre los astifinos pitones del utrero para clavar los palos, con alguna pasada en falso pero derrochando valor y mérito.
Ya con la muleta, se asentó sobre la arena con plomada para, sin una sola duda y manejando el engaño a la altura adecuada, ligarle con habilidad y temple dos excelentes series con la derecha hasta que el novillo se paró definitivamente.
Y cuando ya no parecía haber nada más, aun se metió en la distancia corta para sacar a pulso varios pases más y, sobre todo, volcarse con limpieza y rectitud sobre el morrillo y dejar una soberbia estocada al volapié.
Las dos orejas para Francisco de Manuel fueron más que justas, y más aún en comparación con las que pasearon sus compañeros de cartel sendos trofeos pedidos y concedidos con gran generosidad para dos faenas sin excesivos méritos.
Toñete se la cortó al segundo, el mejor y más claro utrero de la divisa de Lodosa que debutaba en la capital de la provincia. El suyo fue un trasteo desigual y sin macizar en el que, como le sucedió con el quinto, el novillero acusó probablemente las secuelas anímicas del fuerte percance sufrido en un entrenamiento y del que recibió el alta médica apenas dos días antes de este festejo.
Por su parte, Alfonso Cadaval, hijo de uno de los componentes del dúo humoristico "Los Morancos", intentó torear a los dos manejables novillos de su lote con reposo y cierto gusto, aunque no siempre lo consiguió por falta de oficio y, sobre todo, de convencimiento.
Efe
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