Toros

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Hambre de triunfo

Juan Miguel, que tomaba la alternativa y salió a hombros, y Miguel de Pablo con un trofeo, protagonistas de la última de Valdemorillo

Juan Miguel saliendo a hombros de la Plaza de Toros La Candelaria
Juan Miguel saliendo a hombros de la Plaza de Toros La Candelarialarazon

Valdemorillo (Madrid). Tercera de Feria. Se lidiaron toros de Guadalmena, desiguales de presentación. El 1º, noble y repetidor; el 2º, complicado y deslucido; el 3º, noble, humilla mucho y de media arrancada; el 4º, complicado, de corta arrancada y movilidad sin entrega; el 5º, embiste al paso y deslucido y el 6º, movilidad sin entrega, suelta la cara. Dos tercios.

Alberto Lamelas, de azul marino y oro, media, dos descabellos (silencio); pinchazo, aviso, descabello (silencio).

Miguel de Pablo, de blanco y oro, pinchazo hondo (saludos); dos pinchazos, estocada (oreja).

Juan Miguel, que tomaba la alternativa, de malva y oro, pinchazo, estocada; (oreja) estocada punto trasera, aviso (oreja).

No era un día cualquiera. Imposible. Era el día. El de la alternativa. El que marcará para siempre su fecha de antigüedad. Es la tarde mayúscula después del camino. Miedo. Nervios. Responsabilidad. Y tensión. Un completo a pocos segundos de salir el toro. El primero, como delimita el rito. El de Guadalmena fue bueno y a más. No pareció que tuviera la duración que desarrolló después con nobleza y repetición. Juan Miguel era el nombre, de a estas alturas, el nuevo matador. Mostró serenidad delante del toro, los pies imantados a la arena, y las muñecas para dar musicalidad al toreo. Por uno y otro pitón imprimió lentitud y relajo. Fácil y sobrado en una faena que despertó al público, a pesar de que estábamos recién llegados. Dejó ganas de más. El sexto aguardaba. Se movió el de Guadalmena, pero soltando la cara y sin verle en el engaño metido. Resolvió Juan Miguel con lo que tenía delante y abrió la Puerta Grande.

La entrega de Alberto Lamelas fue de las que quitan la respiración. Al límite. A portagayola en las dos largas de rodillas con las que recibió al segundo. Y ahí enmudeció, casi a la vez, la bravura del toro que esperó ya siempre en el cobijo de tablas y apretó después en la muleta sin querer pasar. Desagradecido esfuerzo. Y otro le esperaba. Movilidad tuvo el cuarto, raudo y veloz, pero sin entrega, con lo cual la faena se desarrolló en un ¡ay! sin lucimiento.

Miguel de Pablo, esta tarde, durante la faena de muleta

Carretero se desmonteró con el tercero y Miguel de Pablo brindó a El Madrileño, que no quiso invadir el ruedo, como si fuera, que lo es, un lugar sagrado. El de Guadalmena tuvo virtudes como que humillaba mucho y tenía claridad en el embroque, aunque le faltaba punto de recorrido. Miguel de Pablo impuso a su trasteo mucha firmeza y querer. Supo estar ya adecuarse al ritmo del toro que no siempre era fácil, porque por abajo pero le costaba despegarse del engaño.

Despacio iba el quinto, que no quería pasar ni transmitir. Miguel de Pablo tiró de temple bueno para intentar sacar al toro lo que no tenía. Y tuvo mérito. Hambre. Hambre de toros los toreros que se agarran a la oportunidad, y hambre de la afición, a las puertas de la temporada y con Valdemorillo como aperitivo. Se salvó la feria. In extremis.