Toros

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Histórica tarde: Paco lo soñó... ¡Y ocurrió!

Cima de Ureña con cuatro orejas, gran dimensión de Urdiales con un lote imposible y honesta tarde de Cayetano en las Corridas Generales

El diestro Paco Ureña con los trofeos conseguidos ante el primero de su lote durante la corrida celebrada esta tarde en la plaza de Vistalegre
El diestro Paco Ureña con los trofeos conseguidos ante el primero de su lote durante la corrida celebrada esta tarde en la plaza de Vistalegrelarazon

Séptima corrida de toros desde Bilbao: Con Cayetano Rivera, Paco Ureña y Diego Urdiales.

No había llegado el invierno cuando a Paco, Ureña, se le hizo de noche en el alma de pronto. Largos fueron los meses desde aquella cornada de Albacete en la que perdió el ojo el pasado mes de septiembre. Sin focos, sin la bandera de la pena, sin vender la tragedia regresó el torero, y el hombre que habrá transitado en sus propios demonios noches en vela, y vino Madrid, y el triunfo rotundo, y el tiempo, y los éxitos de otros, y así avanzaba la temporada. La suya, la vida, el destino... Nadie sabe dónde están depositados los sueños, ni el toreo eterno, pero la justicia divina se personó para saldar cuentas con el hombre. Vestido de canela. Y oro. Brindó a Urdiales, a Diego, en su plaza de tantas tardes y se la debió pedir prestada para acabar de conquistarla, para robarle el corazón y despedazárselo. Era el sexto. Tan solo un toro de los cinco que llevábamos había sido bueno. No deslucidos el resto, sino malos. Pero no podía. No podía ser esta vez. El sexto. El toro con el hierro de Vegahermosa salió con la lección aprendida, sabedor de donde estaba y con quién, y acudió al engaño con un temple descomunal, al paso, despacito, con ese margen de tiempo suficiente para convertir el muletazo en un puñetero poema. Se tomó sus tiempos Paco, como si los tuviera medidos con el toro, como si fuera un lenguaje suyo, entre ellos, y el resto poco importáramos, oír, ver y jalear. Y de pronto, allí metidos, ya con el festejo vendido, una corrida de toreros honestos, qué gustazo, qué diferencia, cuánta verdad por ese ruedo, por ese inmenso ruedo negro que tan tétrico resulta a veces. En esas, en ese volcán, en ese nudo al borde de desenlace, Ureña citó al toro con el medio pecho, con toda verdad a cuestas y sin que le pesara, citó con los vuelos y la sensación de muñeca dormida, mecida y de ahí salió el fogonazo de unos naturales tremendos. Hasta el infinito de la cadera que no era, laxa, rematados por abajo en plena sintonía con la nobleza inmortal del toro y la inspiración que convierte el toreo en una grandiosa obra de arte en décimas de segundo. Torbellino de emociones a paso de procesión, como fue todo su toreo. Por la derecha le cogió el aire al toro porque el toreo fluía como un torrente, aunque no quisiera, aunque el delirio vino después, en unos ayudados que antes de que nos diéramos cuenta, metidos en el primer olé de lleno, se convirtió en un muletazo eterno, rabioso, inspiradísimo. Y la espada tuvo que entrar, porque se fue detrás de ella como un cañón y por la acongojante vía de la rectitud. Fulminado el toro. Y todos. Bilbao a sus pies. El doble pañuelo asomó por presidencia.

Sumaba cuatro. Histórico. Otras dos se había llevado del buen tercero. Se habían desmonterado Azuquita, que tuvo un susto, y Agustín de Espartinas. Imperturbable en el comienzo. Verdad al cuadrado durante toda la faena a ese ejemplar de buena condición con el que logró la explosión máxima en la última tanda y se asomó al infierno al entrar a matar derecho y ser cogido.

Urdiales salió andando de la plaza de puro milagro. Se jugó la vida con una sinceridad apabullante con un cabrón cuarto, que tenía un pitón izquierdo de asesino, dificilísimo salirse de él, siempre al acecho. Torerazo capaz de mirar a los infiernos frente a frente. Y no huir. Tremendo. Ya su primero, complicado, no se lo había puesto fácil.

Cayetano cumplió con honestidad de principio a fin. Y la de Jandilla le apretó las tuercas con el toro de Bilbao, que no es una broma. Entendió a su primero y sacó lo poco que tuvo a derechas con aplomo y entrega: un asesino era por el zurdo el toro. Replicó quites y no dejó pasar una. Tampoco con su quinto, que se vino a menos. No el diestro.

Tarde de toreros honestos, que engrandecen la profesión. Un canto a la verdad en todas sus vertientes. Orgullo. Se abrazaban unos y otros. Ureña dejaba atrás parte de su miseria, Fortes, que estaba por allí le sacó en hombros. El toreo vivía con la magia de lo imprevisible sostenido por la verdad. Esa no falla. Gozado queda. Para los restos.

Ficha del festejo

Bilbao. Séptima de las Corridas Generales. Se lidiaron toros de Jandilla y Vegahermosa, 3º, 4º y 6º. 1º, complicado y sin humillar; 2º, peligroso; 3º, noble y de buena condición; 4º; complicado, sin humillar y peligroso; 5º, deslucido y muy a menos; 6º, bueno. Menos de tres cuartos.

Diego Urdiales, de rioja y azabache, pinchazo, estocada corta (silencio); pinchazo, estocada (saludos).

Cayetano, de tabaco y oro, estocada (saludos); estocada (saludos).

Paco Ureña, de canela y oro, estocada (dos orejas); estocada fulminante (dos orejas)