Feria de San Fermín
La fiesta del árbol
Sergio Serrano cortó la única oreja de una deslucida y peligrosa corrida de Samuel Flores
Albacete. Cuarta de feria. Se lidiaron toros de Samuel Flores, desiguales de presentación, serios, deslucidos y con peligro.
Javier Castaño, de gris perla y oro, tres pinchazos, estocada (silencio); estocada entera (ovación).
Rubén Pinar, de rojo y oro, pinchazo, estocada entera (vuelta al ruedo); media estocada (silencio).
Sergio Serrano, de verde hoja y oro, estocada (oreja); estocada caída (silencio).
De las cuadrillas destacó la de Castaño así como el picador Ricardo Romero.
Después de tres años de ausencia, los toros de Samuel Flores volvieron a la plaza de Albacete. Fue un encierro bastante desigual en cuanto a hechuras -vareados, largos, bajos y con abundante y desalentadora arboladura- pero muy parejo en el poco juego que dio y con el denominador común de la poca entrega y el mucho peligro que desarrolló.
De los seis toros que saltaron al ruedo puede que fuese el tercero el que acabase teniendo alguna posibilidad más, lo que aprovechó un valentísimo Sergio Serrano para llevarse la única oreja de la tarde. Distraído de salida y frenándose en el capote no se empleó para nada en el caballo, orientándose ya en el segundo tercio. Pero en la muleta cambió, pareció más claro y, aun tardeando y entrando al paso, seguía con rectitud y recorrido el camino que le indicaba su matador, muy firme y dispuesto. Exprimió el pitón derecho y remató su faena en la mismísima puerta de chiqueros, con una sensacional estocada, volcándose sobre el morrillo.
No pudo redondear su actuación el de Albacete ya que el sexto, ovacionado de salida por su imponente encornadura, no dio apenas opción. Se arrancaba de lejos, sí, pero sin humillar e intentando siempre quitarse de encima la muleta con cabezazos y tornillazos.
Rubén Pinar, que ocupó el puesto que quedó vacante por la lesión de Manuel Escribano, se jugó el tipo con su primero, una raspa con cuernos que recordaba al bos primigenium. Un toro que esperó mucho en banderillas y que topaba más que embestía, defendiéndose y siempre agazapado, a la espera de hacer presa. Pinar no se arredró y fue sobándole y aguantando hasta que, por el lado derecho, le fue robando muletazos, porfiando y arriesgando hasta sacar una faena muy digna que a punto estuvo de costarle un disgusto. Finalmente, resultó cogido por la faja y el ejemplar le zarandeó en el aire sin que, afortunadamente, hubiese que lamentar más daños que un siete en la taleguilla.
El quinto manseó en el caballo y llegó muy incierto y probón al último tercio, muy incómodo y sin dejar nunca que se colocara el de Tobarra.
No tuvo fijeza alguna el toro que abrió plaza y con el que se lució la cuadrilla de Javier Castaño. Andarín y desconfiado, sin descolgar en ningún momento, el «Samuel» apenas prestó atención a los cites de Castaño, esforzado y tenaz, que intentó en vano corregir su tendencia bajando la mano, pero sólo en contadas ocasiones logró hilvanar más de un muletazo.
El cuarto tomó mejor el capote y metió la cara en el capote con mejor estilo, pero, tras otra exhibición de los hombres de plata de Castaño, no acabó de ir hacia adelante y sin atender a las continuas provocaciones del torero leonés, que tiró siempre de él sin apenas resultados positivos.
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