Feria de Valencia
Lo que va por delante
Miguel Ángel Perera y David Mora tocan pelo con una deslucida corrida de Victoriano del Rio
Miguel Ángel Perera y David Mora tocan pelo con una deslucida corrida de Victoriano del Rio
Valencia. 23 de julio. Tercera de la feria. Se lidiaron toros de Victoriano del Río, justos de presentación y de poco juego en conjunto. El mejor fue el noble primero. Media entrada.
Miguel Ángel Perera, de rojo y oro, entera (oreja); pinchazo y estocada (ovación).
David Mora, de rosa y oro, pinchazo y estocada (ovación); entera (oreja).
López Simón, de lila y oro, dos pinchazos, media, aviso (ovación); bajonazo (silencio).
Cinco corridas de toros, un festejo de rejones y una novillada picada componen la feria de Santiago de Santander.
Se esperaba más, mucho más, de la corrida de Victoriano del Río, que dejó bastante que desear ya en el plano físico, con toros de muy justa presencia –algunos tapándose sólo por la cara– y de poco juego en conjunto. Sólo el primero tuvo nobleza y buen son. El segundo se rajó enseguida, el tercero fue manso y brusco, deslucido el cuarto, sin entrega el quinto y pronto apagado el sexto.
Y con ese más potable que abrió plaza, Miguel Ángel Perera paseó la primera oreja de la tercera función de la feria. Lo hizo tras estar muy por encima de su oponente, un astado anovillado y sin remate, también justo de fuerza pero noble y obediente a más no poder, con el que toreó con mucha lentitud y suficiencia aunque no siempre con ligazón, llevándose ese trofeo por la insistencia de la gente, puesto que el estoque cayó bajo y trasero.
Ya no fue igual con el cuarto, muy parado de salida, yendo de caballo en caballo sin emplearse en ninguno y huyendo de ellos como alma que llevase el diablo. Embistió sin convicción ni clase alguna, rebrincado y echando la cara arriba, defendiéndose con brusquedad. Perera lo intentó pero ahora no había nada que rascar. Se lució David Mora al veroniquear a su primero, otro toro sólo con cara que gastó toda su energía peleando con el caballo. Luego llegó al último tercio embistiendo al paso y con sosería, con resignación más que con verdadero interés hasta que decidió buscar el amparo de las tablas y ahí se acabó todo, sin que su matador pudiese lucir apenas.
Tuvo más plaza el precioso sardo que hizo quinto, manso también varas –con el que se hizo ovacionar Mora al quitar a la verónica– y huidizo en banderillas. En el último tercio no mostró especial entrega pero tuvo movilidad, lo que aprovechó el toledano para componer una faena de muy buenas intenciones y en la que lució especialmente al torear en redondo, abrochando su actuación con una sensacional estocada que tiró al toro sin puntilla y le valió una oreja.
Abanto y distraído el tercero, sin celo en varas y desentendido de capotes, su lidia en los primeros tercios fue caótica y desordenada. Tampoco tuvo especial interés en la muleta, defendiéndose y echando siempre la cara arriba. Pero López Simón no se resignó y, muy firme, intentó, sin inmutarse y derrochando valor, domeñarle y bajarle los humos pero sin acabar de someterle en una labor valiente y tesonera pero poco efectiva.
El destartalado y cornalón sexto fue acometedor y codicioso, sobre todo en sus primeras arrancadas, sin que el torero de Barajas acabase de centrarse con él. El astado fue acertando el viaje progresivamente, sobre todo por el pitón izquierdo, recurriendo su matador al arrimón y tente tieso, acabando con él de un horroroso bajonazo.
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