Toros
Nadie dijo que esto fuera fácil
Juan Pedro Llaguno se llevó la única oreja de una muy complicada novillada de Guadaira
Juan Pedro Llaguno se llevó la única oreja de una muy complicada novillada de Guadaira.
Algemesí, 24 de septiembre. Tercera de feria. Lleno.
Novillos de Guadaira, muy bien presentados, serios y con hechuras de toro pero complicados.
García Navarrete (de jade y oro), pinchazo y estocada, ovación; pinchazo, entera y dos descabellos, silencio con aviso.
Juan Pedro Llaguno (de botella y oro), pinchazo y entera, silencio; entera, oreja.
De las cuadrillas destacaron Candela y José Vicente Poncho.
Que la profesión de torero es muy bonita es algo palmario; no hay que extenderse ni perderse en disquisiciones para explicar algo tan obvio. Pero que es durísima tampoco parece muy difícil de entender, no ya por cómo está el negocio en los últimos tiempos. Ni por el juicio que emita la gente -Sangre y arena se cierra con una frase terrible: la verdadera fiera no es el toro, es el público...-, sino por que para triunfar, y avanzar, y permanecer en esto hay que superar un escollo muchas veces insalvable, y que a veces perdemos de vista o no se tiene en cuenta... que es el poderle a un animal tan bello como de difícil trato. Y, además, hacerlo con gracia, con donosura, con arte. Demasiados puntos como para que cualquiera triunfe. Nadie dijo que esto fuese fácil...
Y ayer lo comprobaron en sus carnes dos chavales que quieren ser toreros y que se enfrentaron a un encierro de Guadaira que les puso las peras muy a cuarto. Novillos de impecable presentación, serios, cuajados, lustrosos, con hechuras de algo más que novillos -¡en cuántas plazas de segunda, y no digamos tercera, se han visto corridas con ganado de menos presencia y sin el trapío que los utreros de ayer!- pero también de comportamiento muy complicado y que no dieron precisamente facilidades a sus matadores. García Navarrete, que abría cartel, las pasó canutas con su primero, un novillo que fue a su aire y sin fijeza y que ya le echó mano al hacer un quiete, dándole un buena paliza. Llegó el novillero al último tercio desmadejado y nervioso y se volvió a llevar otra voltereta que, increíblemente, no tuvo consecuencias. Tampoco logró acoplarse con su segundo, el de mejor son de la tarde, en otro trasteo en el que no pudo someter a su oponente.
Juan Pedro Llaguno se las vio con un primer antagonista a la contra desde que se hizo presente en la arena, buscando el mejicano más la estética que la eficacia lidiadora, llevándose también algún que otor achuchón.
Con el que cerró plaza anduvo mas entonado y puesto, más firme ante un ejemplar que sangró mucho en su brava pelea en varas y que conforme perdía energía trocó su embestir noble y obediente de sus primeras acometidas por una postura más a la defensiva conforme avanzaba su lidia. Una estocada sin puntilla fue clave para apuntalar la consecución de una oreja..
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