Ferias taurinas
Puerta grande de memoria pequeña
Miguel Ángel Perera corta dos orejas y una Román en la Feria de Fallas de Valencia
Miguel Ángel Perera corta dos orejas y una Román en la Feria de Fallas de Valencia
Valencia. Séptima de la feria de Fallas. Se lidiaron toros de Victoriano del Río, desiguales de presentación. El 1º, de media arrancada, humilla pero le falta un tranco; el 2º, de buena condición pero se raja; el 3º, movilidad con cierta brusquedad y acaba por rajarse; el 4º, tan repetidor como soso y falto de raza; el 5º, noble y repetidor pero bajo de raza; y el 6º, apagado y deslucido. Tres cuartos largos de entrada.
Sebastián Castella, de rosa y oro, pinchazo, estocada baja (silencio); estocada, aviso (saludos).
Miguel Ángel Perera, de verde botella y oro, estocada punto trasera, cuatro descabellos, aviso (silencio); aviso, estocada buena (dos orejas).
Román, de nazareno y oro, estocada caída (oreja); media, descabello (silencio).
Fue una explosión, como un resorte, pero de todo el público al unísono. Andábamos metidos en la faena y eso que recién comenzaba todo. Román de rodillas, prólogo muleteril, cuando el toro le echó al aire, lanzando, violencia que encontró tope en el punto del vestido. Milagroso. Esas cosas que ocurren al cobijo de una plaza de toros. Román venía a por todas y a por todas fue. Tuvo enjundia la faena por la autenticidad, por ponerse de veras a pesar de que el toro tenía movilidad y ese punto de genio que nos hizo estar pendiente en todo momento de lo que ocurría en el ruedo, hasta que de pronto, vencido tal vez, optó por rajarse. No hubo grandes cosas, pero sí voluntad. En la puerta de toriles entró Román con la espada que se le fue abajo, fulminante el efecto y paseó un trofeo. Impecable la actitud. En el muro de la inmovilidad cayó la faena del sexto. Aquello era imposible. La única opción de lucimiento se la llevó la cuadrilla: gran labor de Raúl Martí, César Fernández y El Sirio, cada uno en lo suyo. Y entrega del matador.
Quizá fueron dos tandas, o tres, las que duró el segundo antes de rajarse para no volver nunca jamás a la pelea. Pero esas fueron templadas de principio a fin, de concepto hondo y torero de Miguel Ángel Perera. Luego se le fundieron los plomos al toro de Victoriano del Río y las opciones a la faena. Se desmonteró Curro Javier con el quinto. El toro de la sorpresa. Y creo que todos fuimos los sorprendidos. No dio la sorpresa el toro por bravísimo y repetidor, más bien se dejó, noble, acudió al engaño, dejaba estar y Perera aprovechó cada ida y venida para armar una faena plena de temple y resuelta con buenos planteamientos. Muy correcto el torero de Badajoz y mató de una buena estocada y cortó el doble trofeo. Ni un pero a la faena de Perera. Pero no era una Puerta Grande al calor de la emoción, más bien de las que se pierden en la memoria más pronto que tarde.
Largo se fue Castella con el que abrió plaza. Un toro gris, ni fu ni fa. Medias arrancadas, humilladas y desiguales con las que no se aclaró el panorama hacia ninguna parte. Y las mismas trazas tuvo la faena del cuarto. Embistió el toro casi como inercia, sin parar, sin transmisión también y sin el fondo de raza que da importancia a la faena. Anduvo largo el francés para la intensidad del contenido, eso sí, muy resuelto con la espada.
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