Feria de Abril

Quien lo probó lo sabe

Quite de Ferrera en el quinto de la tarde
Quite de Ferrera en el quinto de la tardelarazon

Antonio Ferrera es el triunfador moral de la Feria de Sevilla, a expensas de lo que pueda ocurrir hoy, que mucho tiene que ocurrir para igualarlo. Por encima de las orejas, que le han sido esquivas, y de la música de Tristán y su banda, que no se enteran. El torero extremeño estuvo magistral con el toro duro, el bravo «Platino» de Victorino Martín que era de triunfo o de hule. Y ayer dio un recital de torería, de temple, de colocación, de saber lidiador, de inteligencia. Una tauromaquia añeja que es un oasis entre la nueva coletería que torea con mecánica copia. El capote de Ferrera en el quinto pasará a la historia de la Maestranza y no exagero. Los que estaban ayer en la plaza son testigos. Me voy a permitir taurinizar a Lope porque en el toreo «quien lo probó lo sabe». El ramillete de verónicas que sirvió de obertura fue atalonado, lento, torearon los riñones, el mentón y el pecho, que es lo más noble que tiene un torero. El animal, «Sombrerero», colorao, ojo de perdiz, embestía con la calidad que ya había demostrado su hermano tercero: casi dos gotas de agua. Y Ferrera ralentizó aún más la embestida boyante. Porque el temple no es torear a la velocidad del toro, sino embeberlo en los vuelos de los engaños para que en la suerte surja ese milagro que es el triunfo sobre el tiempo, el triunfo de la vida al fin y al cabo. La plaza estaba en pie, asimilando lo que había ocurrido y Ferrera acabó de poner la Maestranza en su punto de ebullición con un quite por caleserinas al relance del puyazo, debajo del peto, que es como quitaban los antiguos. Fue otro monumento al temple y a la torería. En el momento de ascesis, cuando la obra caminaba hacia la cumbre, el toro se partió una mano en banderillas y la plaza se vino abajo, derrotada. Como en el poema de Baudelaire al buen ejemplar del Pilar las alas de gigante no le servían de nada y hubo que retomar de nuevo el vuelo. Y lo retomó Ferrera con el quinto sobrero que llevaba el nombre de «Guajiro», como aquel mítico toro de El Pilar que malogró Castella hace algunas ferias. La muleta otra vez templada a media altura para ir bajando hacia la profundidad. El toreo espumando y la música callada por mor de Tristán y su banda. Gracias Tristán. Quedó acunado Ferrera en los pitones tras un pinchazo y se esfumó la oreja. Pero no se esfumarán las verónicas. Quien lo probó lo sabe.