Toros

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“Ruiseñor” alumbra el camino a la gloria

Manzanares le corta una oreja y otra más al tercero; una paseó El Juli con una buena corrida de Victoriano en la cuarta de las Corridas Generales

José María Manzanares da un pase a su segundo toro,/Efe
José María Manzanares da un pase a su segundo toro,/Efelarazon

Manzanares le corta una oreja y otra más al tercero; una paseó El Juli con una buena corrida de Victoriano en la cuarta de las Corridas Generales

Casi una jubilación acumulaban entre las tres alternativas. La de Ferrera, Juli y Manzanares. En el icono de las Corridas Generales que por fin hizo aparecer a gente por la plaza. Desterrada hasta entonces, como el buen tiempo. Castigo divino. El toreo, en cambio, había deambulado hasta entonces en otras direcciones, deben ser las del alma. El poderoso arrebato que le permitió a Emilio de Justo no levantar los pies del suelo cuando el toro exigía carrera larga o la torería innata de un Diego Urdiales que es, en sí mismo, el toreo. Y en verdad poco más detrás del fulgor instantáneo hasta ahora vivido, de esos triunfos, de aquellas orejas que vinieron tan rápido y al calor de la emoción momentánea como se fueron después. Y luego esos toros. Los mayúsculos. Los hay que se te clavan en el corazón, porque simbolizan la sagrada bravura que hace distinto al toro, por encima del mal y del bien, por mucho que les cueste entender a los antitaurinos. Qué animal si no empuja al caballo, al castigo, se crece ante él y repite. Una y otra vez de hecho. “Ruiseñor” fue el sexto. Y a partir de ahora también le podemos llamar “el toro” a secas. El toro para cubrir a las vacas y compensar una ganadería. ¡Qué puñetera manera de embestir! Emocionaba verlo. Tan pronto, tan encastado, tan humillada su embestida y a la vez fiera... Uno de esos toros que, de entrar en cota tan alta de entendimiento y apuesta, te aseguran un lugar en la historia, en el altar del toreo. Hubo emoción. De principio a fin. Sincera. En la plaza había un toro, un torazo, el toro hemos dicho, que crujía cada embestida, que en cada tanda cabía todo un estallido de emociones, era una bocanada de bravura allá donde iba mientras surcaba la arena. La arena negra de Bilbao. El colofón de una buena tarde de Victoriano del Río, a pesar de. “Ruiseñor” se lució por sí mismo. Belleza natural para conquistarnos. Manzanares, su matador, no esquivó la grandeza del toro y en todo momento quiso lograr ese engranaje que le diera el pasaporte. Los toros buenos, los de verdad, los que dan sentido a esta historia pesan. Y le pesó por momentos las irregularidades, encontrándose más de mitad de faena para adelante. Fue una estocada. Definitiva. Un volapié el que acabó con el toro. “Ruiseñor” había marcado un camino para la gloria. Una oreja cortó Manzanares y el pañuelo azul, que premiaba la vuelta al ruedo para el de Victoriano, asomó por presidencia. Radiografía de un instante. Y de la vida.

Fue un as de espadas donde los haya con su primero Manzanares. Qué capacidad. No solo es la belleza con la que hace la suerte, sino que fulmina a sus antagonistas por arriba. Había tenido buena condición el toro, franco y con ritmo, y la faena del alicantino pareció anhelar ser más de lo que era y buscaba. En su empaque dejó entrever algún muletazo extraordinario y una codiciada espada.

Con un trofeo se hizo El Juli aun antes de que “Ruiseñor” pisara escena, que aunque cueste pensarlo hubo mundo antes de que “Ruiseñor” nos cautivara. El quinto de El Juli fue el preámbulo, de buena condición aunque a menos. En la diatriba de la verticalidad se buscó el madrileño y más que construir una obra maciza la salpicó de algunos muletazos buenos, sobre todo al final. Y la espada fue. Y la oreja. Y el toro también había ido.

Inconclusa le quedó la faena al segundo, bueno y a menos y con más brillantez del matador en el ocaso.

Antonio Ferrera anduvo más ausente que otras tardes, como si pasara de puntillas sobre el halo de la maestría. Tuvo la fuerza justa su primero y así las ganas de humillar y el cuarto, franqueza y a menos. Uno y otro.

“Ruiseñor”, el toro, vino después. Y entonces deambulamos hasta perdernos. Su huracanada embestida fue, es, y será el gran enigma que emerge desde las entrañas de la tauromaquia.

Ficha del festejo

Bilbao. Quinta de las Corridas Generales. Se lidiaron toros de Victoriano del Río y Toros de Cortés, 3º y 5º, 1º, noble, con poca fuerza y entrega; 2º, noble y de buena condición; 3º, franco y con calidad; 4º, noble y a menos; 5º, noble, franco y bueno; 6º, extraordinario por el derecho, pronto, con transmisión y descuelga; premiado con la merecida vuelta al ruedo. Tres cuartos de entrada.

Antonio Ferrera, de azulón y oro, pinchazo, estocada, descabello (silencio); pinchazo, estocada defectuosa, dos descabellos (silencio).

El Juli, de verde hoja y oro, pinchazo, estocada, dos descabellos (saludos); estocada trasera (oreja).

José María Manzanares, de grana y oro, estocada recibiendo (oreja); estocada (oreja).