Ferias taurinas

Talavante ameniza la historia interminable

El extremeño corta el único trofeo de una larga tarde en la que se lidiaron dos sobreros y hubo un desastre ganadero, en la quinta de la Feria de Abril de Sevilla.

Alejandro Talavante dando un derechazo al quinto toro, ayer, en la Maestranza de Sevilla
Alejandro Talavante dando un derechazo al quinto toro, ayer, en la Maestranza de Sevillalarazon

El extremeño corta el único trofeo de una larga tarde en la que se lidiaron dos sobreros y hubo un desastre ganadero, en la quinta de la Feria de Abril de Sevilla.

REAL MAESTRANZA DE SEVILLA. Quinta de feria. Toros de García Jiménez y dos, el 5º y el 6º, de Olga Jiménez, desiguales de presentación. El 1º, desrazado y de mala clase; el 2º, desigual con mejor embroque que salida de muletazo; el 3º, sobrero de Olga Jiménez, noble y rajado; el 4º, noble y a menos; el 5º, noble y repetidor; el 6º, sobrero de Torrestrella, noble y desrazado. Lleno en los tendidos.

Miguel Ángel Perera, de verde botella y oro, dos pinchazos, estocada (silencio); pinchazo, estocada (silencio).

Alejandro Talavante, de blanco y oro, tres pinchazos, estocada (silencio); estocada buena (oreja).

Roca Rey, de malva y oro, estocada, aviso, tres descabellos (saludos); media (silencio).

Parte médicode Curro Javier: El banderillero sufre «varetazo con contusión lumbar».

Se hace el silencio. Está en ese estado de gracia. A los 20. A sus 20 años. No le ha hecho falta más. Ya se notó cuando salió a hacer el quite al toro anterior. Todavía el turno de Talavante. Son esas cosas de presagio que unen a todos, aunque no quiera. Así es la historia del peruano hoy en día, hoy en tarde. A pesar de que al tercero, que tuvo nobleza pero no bravura, le faltó fondo para querer ir y dejar a Rey volver a Sevilla loca. Brindó a Campuzano, el apoderado, y tras los pases cambiado por la espalda, ya casi ahí, se rajó el animal. Fue después todo navegar y navegar. Sobrero el sexto también. Todo puso de su parte ante un sobrero, que salía desentendido. Noblón pero sin ánimo de demasiada ambición. Y no la hubo. La historia amenazaba ya por hacerse interminable encaminándonos a las tres horas de festejo y con dos sobreros sobre la arena maestrante. Desastre ganadero.

Talavante no vino a pasar el rato. Fue otra cosa. No era cuestión de florituras. Ni de música. Debe. No hubo lugar a lo accesorio porque en cada resquicio morían los matices. Todos los tenía el toro. Incierto y desigual. Replicó el quite de Roca Rey, aunque no logró superarle, fue más una declaración de intenciones. Todas fueron las que puso después con ese toro, desigual, con mejor embroque que finales. Descolgaba por el izquierdo pero sin entrega de mitad del muletazo para adelante. Quiso Talavante componer sin descomponer, sin recursos, ni adornos. Buscándose en la pureza. La misma que no encontró en la suerte suprema. Sí al quinto. Por derecho y en lo alto. Estocadón que le daba el pasaporte para el trofeo. Seria había sido la faena a un toro noble y repetidor, pero de media arrancada nada más, sin más amores. Supo y quiso consentirle Talavante en el cobijo de las tablas y ahí ligó varias tandas en la plenitud de la verticalidad. Ahí fueron. Con el broche. Y un trofeo que redimía casi el frío y el sinsabor de la tarde. Una tarde que parecía no ir. Y acabó por no hacerlo a ninguna parte. Frío en las entrañas.

Miguel Ángel Perera se las vio con un primero difícil, porque se venía al cuerpo a la mínima y desagradecido porque el esfuerzo tampoco encontraba recompensa. Pronto tuvo que irse a por la espada y esperar a un cuarto, mejor. Era soñar con unos mínimos. Pero los mínimos se quedaron cortos. Tuvo nobleza pero escasa duración en la poderosa muleta de Perera, que cogió a Curro Javier de fea manera con las banderillas. Y así se le fue la tarde al diestro pacense sin querer. No había otra. Sin querer. Ni querernos.