Feria de Málaga
Una oreja para seguir creciendo
Borja Jiménez pasea el único trofeo en el cierre de Valdemorillo como premio a una tarde notable con un descastado encierro de Ana Romero
Valdemorillo (Madrid). Última de la Feria de la Candelaria. Se lidiaron toros de Ana Romero, desiguales de presentación. El 1º, mirón y brusco, se apagó muy pronto; el 2º y el 3º, muy parados, marmolillos; el 4º, movilidad sin entrega, tuvo transmisión; el 5º, sin raza; y el 6º, gazapón y descastado. Más de media entrada.
Borja Jiménez, de blanco y oro, aviso, pinchazo, estocada caída (saludos); y estocada contraria, aviso, descabello (oreja).
Lama de Góngora, de purísima y oro, dos pinchazos, estocada (silencio); y dos pinchazos, media muy tendida (silencio).
Francisco José Espada, de espuma de mar y oro, pinchazo, estocada defectuosa, estocada casi entera caída (silencio); y bajonazo, pinchazo, otro bajonazo (silencio).
Juventud, divino tesoro. Por este argumento vertebrador apostó la empresa de Valdemorillo este año en la confección de los carteles. Tres prometedores jóvenes de la nueva hornada para el cierre de domingo y «Santa Colomas» de Ana Romero. Otro buen reclamo desde toriles. Se nos tornó decepción. La realidad es que sólo el cuarto tenía agua en el pozo de la bravura. Gotas más que manantial, pues tuvo mucha movilidad y se arrancaba con prontitud, pero jamás colocó la cabeza abajo con franqueza en las telas. Borja Jiménez, más puesto que sus compañeros de terna, anduvo solvente y decidido, ya desde el instante en el que lo toreó de rodillas largo en el comienzo de una faena que valió la única oreja de la tarde. Y es que este cuarto, anodino berrendo en negro –caprichos de la genética–, tuvo profundidad. Por inercia que no por entrega. Lo toreó con gusto el diestro, ora por izquierda ora por derecha. Espléndido en remates y adornos. A la salida de uno de ellos, perdió la cara del toro y este lo levantó un par de metros por los aires de fea manera. De cortar el hipo y una semana en cama para el resto de mortales, la costalada. Estocada, descabello y trofeo para seguir creciendo.
Abrió la tarde un cárdeno claro, amplio de sienes y hasta algo zancudito, de sería mirada penetrante. Algo distraído y muy mirón, pasó sin pena ni gloria en los primeros tercios, mostrando un punto de genio que se mantuvo en la muleta de Borja Jiménez. Brusco en las arrancadas, el de Espartinas estuvo inteligente y supo plantear un trasteo en el que le dejó a su aire en las primeras tandas. Sin apretarle, hubo muletazos templados y con suavidad por el pitón derecho. Una más tibia al natural y el cárdeno se paró literalmente. Aplomado, le costó un mundo desplazarse y el sevillano, para entonces tratando ya de exprimir todo el jugo de su rival, sólo logró ligar algo más aprovechando las inercias de las querencias. Por encima del toro antes incluso de su estimable arrimón final. Importante.
No tuvo mucha suerte Lama de Góngora con el entipado segundo. Fue más suavón que el hermano que rompió plaza, pero no tuvo ni un atisbo de raza ni codicia. Un marmolillo sin un pase, pese a los deseos del joven sevillano. Imposible. A chiqueros se fue a esperar al quinto. Casi cinqueño, serio y con cuajo. Un pedazo de toro. Portagayola bien librada y dos largas más. Luego, la faena fue un quiero y no puedo constante. Lama lo intentó por ambos pitones, pero el burel, corto y muy descastado, no propició ningún lucimiento. Silencio en ambos.
La tizona, todo un sainete, fue el único lunar de la actuación de Francisco José Espada en el tercero. Otro animal sin casta ni celo, que apenas se movió. Porfión, batalló y se la jugó con estoicismo entre los pitones lo que le costó incluso una voltereta sin consecuencias. Volvió a pasar una quimera con la espada en el sexto. Gazapón, que hizo hilo una y otra vez, pidió muleta muy puesta en el hocico, pero su falta de clase era un obstáculo insalvable. Adiós a la primera feria del año, Vistalegre asoma, en 15 días. Seguiremos contando.
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