Sevilla
Y al undécimo día la suerte descansó
Impecable actitud de López Simón, que da una vuelta al ruedo con una deslucida corrida en Sevilla.
Impecable actitud de López Simón, que da una vuelta al ruedo con una deslucida corrida en Sevilla.
Sevilla. 11ª de feria. Se lidiaron toros de Jandilla y dos de VegaHermosa, bien presentados. El 1º, sobrero de Albarreal, deslucido y rozando la invalidez; el 2º, noble, paradote y de corto recorrido; el 3º, noble y de escasa duración; el 4º, paradote y deslucido; el 5º, rebrincado, repone con cierta brusquedad; y el 6º, descastado y sin querer pasar. Lleno.
Morante de la Puebla, de catafalco y oro, pinchazo, descabello (silencio); y estocada corta, descabello (silencio).
Diego Urdiales, de berenjena y oro, buena estocada (saludos); y estocada, descabello (silencio).
López Simón, de rosa y oro, gran estocada (vuelta al ruedo); y buena estocada (silencio).
Apetecía. Era la tercera de Morante. Tres de cinco. Nos comen los números. Peor son los de Diego. La única de Urdiales. Incomprensible. O sí si te adentras en las entrañas. Mejor no hacerlo para mantener a buen recaudo el amor por lo taurino. Mezquindades aparte. Llovió sobre Sevilla como si no hubiera mañana. Y lo habrá. Esperemos. Hasta que se acercó la hora de la corrida y lo climatológico fue misericorde. Tan sólo alguna racha de viento. Tan sólo seis toros, perdón siete con el sobrero de Albarreal, para mandar al limbo. Ni equivocándose. Rozó la invalidez el primero, bis, ya hablamos de sustituto, a saber qué hubiera sido del titular. En este caso el alma en pena de Albarreal dejó pocos huecos más allá de un trote cochinero que rozaba la invalidez. No sorprendió que Morante abreviara. Dibujó alguna verónica al cuarto. Y hasta ahí pudo leer. Parado el toro después. Hundido el toreo. Retorcido desenlace para tan bonita tarde sobre el papel.
Tuvo nobleza el segundo. Y tan buenos amigos. Ni para tomar café. Falta de empuje y de transmisión en la muleta de Urdiales. Hubo un cambio de mano fabuloso y poco más. El quinto fue toro desagradable porque tenía más movilidad, pero brusco, rebrincado y esperando detrás de la mata, sin verdad. Urdiales no anduvo fino y en esa brusquedad el toro encontró muleta en demasiadas ocasiones y ensució mucho la faena. Le pesó la tarde, como le deben pesar las miserias que ocultan esta profesión en los despachos. Te esperamos en Madrid, y en Bilbao, y en Logroño. Basta cerrar los ojos para recordar los buenos momentos dados.
López Simón no perdió ayer comba. Y tampoco tuvo material para lanzar las campanas al vuelo. Pero todo lo hizo con el desparpajo que le da la fe y el valor. Con mucho relajo llevó a cabo el prólogo de faena al tercero y con ligazón las primeras tandas diestras, cuando el toro tenía esa buena condición que duró lo mismito que un helado en Sevilla cuando Sevilla es Sevilla con sus 40 grados. Venido a menos el toro y cerrado en tablas durante la faena, suplió el muletazo por la quietud y puso López Simón todos los puntos suspensivos necesarios para dar continuidad a la faena hasta rubricarla con una estocada en la yema. Hubo petición. No concedida. Por menos se han dado. El sexto, qué hartura ya de no toros, descastado hasta la saciedad, racaneó todas y cada una de sus embestidas. Puso López Simón la carne en el asador para hacerle pasar, apretó los muslos y condensó el valor, asustó a Sevilla y demostró que no había más. Otra estocada en el sitio para cerrar bocas. Y pasar página. Impecable actitud. La plaza llena. La memoria vacía. A resetear que queda feria.
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