Feria de Abril

Y Morante se hizo inmortal

El de La Puebla cortó dos orejas en una obra magistral y El Juli resultó herido de pronóstico grave.

El Juli fue volteado por el quinto y recibió una cornada en el glúteo
El Juli fue volteado por el quinto y recibió una cornada en el glúteolarazon

El de La Puebla cortó dos orejas en una obra magistral y El Juli resultó herido de pronóstico grave.

Sevilla. 14ª de feria. Se lidiaron toros de Núñez del Cuvillo, desiguales de presentación. El 1º, noble, repetidor y de ritmo desigual; el 2º, de buena condición pero poco fondo; el 3º, descuelga mucho y con calidad, le falta un punto de empuje; el 4º, noble y con mucho temple y gran calidad; el 5º, complicado y deslucido; y el 6º, encastado y a menos. Lleno de «No hay billetes».

Morante, de verde botella y oro, dos pinchazos, media, tres descabellos (silencio); y estocada punto caída (dos orejas).

El Juli, de nazareno y oro, estocada trasera (saludos); y dos pinchazos, estocada (saludos).

Roca Rey, de verde oliva y oro, estocada caída (oreja); y dos pinchazos, descabello (saludos).

Parte médico de El Juli: «Cornada de 15 centímetros en glúteo derecho, que lesiona músculo glúteo mayor. Pronóstico grave. Firmado por el Dr. Octavio Mulet».

Alas seis y media contábamos con el desorden de todos los días de feria grande. La noche y el día, digan lo que digan. Y bien lo saben los bares. La bocana hasta arriba de gente que no había conseguido llegar a su localidad en hora. Los de las primeras filas en pie y así, como nadie ve, escalera arriba. Dos o tres que discuten y tres y cuatro que amenazan con liarla hasta que llega la paz. «Tranquilos, que aquí estamos todos para lo mismo». Conviven distintos acentos, de aquí y de allá, hoy más de allá que de aquí y se reconcilian como pueden los gustos. Quien es de Morante no comulga con El Juli y viceversa. O eso se creen. El toreo acaba por poner de acuerdo a todos. Según empieza el festejo, estamos en los albores y para no perder las costumbres el de la grada intenta arrancarse a cantar mientras el vecino le corta con un «por qué no te callas». Es decir, todo transcurre dentro de la deliciosa normalidad que habita en la Maestranza. Vivir para contarla. El viento molesta. Molesta mucho. Lo que todavía no sabemos es que uno de los tres actuantes ha hecho pacto con el diablo. El viento sopla endiablado sí, salvo a Morante. Era su tarde. Quién nos lo iba a decir. Según aparece por la boca del burladero Eolo se aplaca, él sabe más de la cuenta, lo que está por venir, qué locura, qué locos, pero en ese momento, se abre Morante de capa, un recital sin protocolo, una, dos y tres y podríamos llegar a siete... Verónicas todas. Mecidas todas. Arrebujadas, sí. De mentón hundido y al pecho. De Morante, vaya. Y la media, dibujada al compás. Y de Morante también el desarrollo final. Hasta ahí justito paramos de hablar. Faena de sí y no. Nobleza del toro y ritmo desigual. Lo del cuarto fue una de esas avalanchas de emociones que te pasa por encima y tardas en recuperar. Otra historia. Otra película. El Cuvillo tuvo una calidad exquisita, un temple fuera de lo común y escaso poder, uno de esos toros que mil y una vez se dice «si le toca éste a Morante» y le tocó. Un sueño vamos. Hasta resultaba un exceso ver torear tan despacio. Inverosímil. Casi imposible hacerlo de salón. A los mismos medios se lo llevó el de La Puebla nada más comenzar, sería por lo del pacto, y ahí sin preámbulos, nos vino el desmayo como un fogonazo a la imaginación. El delirio era Sevilla con ese toreo diestro, la derecha verdadera, que diría mi amigo Muriel. Un mundo en esa tanda, una ilusión, la Maestranza cómplice. Expectante. ¿Habría más? ¿Cabía más? Siguió por ahí, cadencia y pureza y ese sabor añejo y sorprendente en los remates que conecta con la profundidad y el pasado del toreo. Inmersos en ese delirio y mientras intentaba descubrirse también en el toreo al natural se encontró en un pase de pecho que pueden estar buscándolo a la vera del Guadalquivir a la mañana de mañana. Por la diestra hizo un regreso colosal, pero antes de tirarse a matar o morir, antes de encontrar la muerte de los días importantes, cuajó al toro al natural y de qué manera. Glorioso. Como glorioso fue ese instante en el que perdió el engaño, lo recuperó y con la misma muleta le dio una media. Entró la espada, las dos orejas... Y mucha historia que contar, pero antes que eso Morante ya se había conseguido la inmortalidad, la de su obra.

A El Juli se le vio herido el orgullo y tanto fue así que expuso con el quinto hasta que éste le cogió y le hirió de gravedad. Ni un gesto. Ni un exceso. Mató al toro. Y después. Si eso después. Cogió el camino de la enfermería. Ya se había picado con Roca Rey en el tercio de quites del segundo y quiso con la movilidad del toro, aunque le duró poco al Cuvillo.

Roca Rey tiró de valor y más valor con el sexto que tuvo casta pero le faltó fondo. Del derecho y del revés se pasó al animal forzando en exceso y más allá de las necesidades del toro las cercanías. Mismo son con el tercero, que tuvo calidad y el empuje justo. Nadie vino a pasar el rato. A El Juli le salió caro y Morante lo bordó. El octavo toro fue. Bendito sea.