Opinión

Feijóo y el matiz socialdemócrata

Feijóo, de forma deliberada, pasó de puntillas por los asuntos económicos en su sesión de investidura, aunque inició un coqueteo con la clientela socialdemócrata más templada

Alberto Nuñez Feijoo en el Pleno Sesión de Investidura en el Congreso de los Diputados © Alberto R. Roldán / Diario La Razón. 26 09 2023
Alberto Nuñez Feijoo en el Pleno Sesión de Investidura en el Congreso de los Diputados © Alberto R. Roldán / Diario La Razón. 26 09 2023 © Alberto R. Roldán La Razón

Friedrich Hayek (1899-1992), el gran rival liberal de Keynes (1883-1946), premio Nobel de Economía (1974), dedicó una de sus obras fundamentales, «Camino de servidumbre», a «los socialistas de todos los partidos». Publicado en 1944, traducido a la mayoría de los idiomas y reeditado infinitas veces, el autor quizá modificaría hoy la dedicatoria para dirigirla a «los socialdemócratas de todos los partidos». La atracción por la intervención del Estado en los asuntos económicos, enmascarada en teórica protección social en casi todas las ocasiones, ha arraigado en partidos políticos que incluso se autoincluyen en las filas liberales. Sus líderes están convencidos de que, más allá del liberalismo, deben defender tesis socialdemócratas si quieren ganar elecciones y gobernar.

Alberto Núñez Feijóo no será ahora presidente del Gobierno y Niels Böhr (185-1962), uno de los físicos padres de la mecánica cuántica, ya explicó que «es muy difícil predecir el futuro». Su fallida investidura le ha permitido, eso sí, consolidar su liderazgo, tanto en el PP como de alternativa creíble y viable a Pedro Sánchez, atrapado en el laberinto «indepe» y en el neocomunismo de Sumar y Yolanda Díaz, por muy en horas bajas que estén, que lo están. Feijóo y el PP no alcanzaron sus expectativas en las últimas elecciones generales y ahora solo les queda penar en la oposición, un tiempo indeterminado, pero que puede ser largo, aunque desde ahora mismo empiecen a ver la luz al final del túnel que no es interminable, a pesar de que pueda parecerlo. El fiasco electoral no tuvo nada que ver, en esta ocasión, con las propuestas económicas del PP, como la economía tampoco ha jugado ningún papel en el éxito parlamentario del líder popular en la investidura fallida.

El contenido económico de las intervenciones de Feijóo en su intento de investidura ha sido secundario y, por otra parte, ha quedado relegado a un lugar muy secundario. El mutis por el foro de Sánchez, la irrupción agresiva de Óscar Puente y los duelos dialécticos con «indepes» y nacionalistas son los árboles que han ocultado el bosque económico. El líder de la oposición próxima, cuando Sánchez sea investido de nuevo, sí habló de economía, pero pasó de puntillas. Los asuntos mollares eran otros y, además, el terreno económico no es en el que se encuentra más cómodo y, confusiones de cifras y datos incluidos, resulta bastante obvio.

Feijóo, que ha demostrado que sí puede ser presidente del Gobierno y que quizá ha iniciado el camino para ganar otras elecciones con el margen suficiente, parece vivir atrapado en el dilema de tener que defender un cierto liberalismo –tampoco demasiado–y al mismo tiempo satisfacer lo que cree –es posible que con razón– los deseos de un electorado, que también a la derecha, reclama más Estado y, sobre todo, más ayudas de todo tipo y esas políticas sociales, es decir, una cierta dosis de socialdemocracia.

La larga y positiva trayectoria de Feijóo al frente de Galicia lo coloca, en el terreno económico, más cerca de la socialdemocracia, «light» si se prefiere, que del liberalismo. También en asuntos impositivos. Galicia mantuvo íntegra la imposición por sucesiones y patrimonio hasta hace apenas un par de años, cuando la redujo, porque no llegó a suprimirla en la práctica como ocurre en Madrid y ahora también en Andalucía. En la sesión de investidura propuso mínimas reducciones de impuestos, limitadas a quienes ingresen menos de 40.000 euros al año, mientras que, al obviar la deflactación de la tarifa del IRPF con el IPC, parece dar por bueno que la inflación, que ahora está otra vez en el 3,5%, es otro impuesto encubierto. También da por bueno mantener el impuesto extraordinario a la banca, aunque lo convertiría en finalista, aboga por subir el Salario Mínimo Interprofesional (SMI) incluso más que el actual Gobierno y, por supuesto, apuesta por revalorizar las pensiones con la inflación.

Es muy probable que haya conectado más con su electorado actual y que haya podido ampliarlo para el futuro, pero sus planteamientos económicos suenan, por todas partes, a socialdemocracia. Es solo una constatación, en un momento en el que España, como otros cinco países de la zona euro –Francia, Italia, Portugal, Grecia y Bélgica– tendrán que ajustar sus cuentas, sí o sí, para reducir sus déficits cíclicos y la cordillera, más que montaña, de deuda pública. Feijóo, no obstante, tiene todavía el beneficio de la duda, de qué haría si alcanza la presidencia del Gobierno para encauzar unos problemas que agobiarán a Sánchez a partir de ahora. Mientras tanto, por si acaso, por convicción o para ganar clientela, Feijóo, que es una alternativa real y sólida, estaría entre los socialdemócratas de todos los partidos que diría Hayek.