Opinión
Presupuestos con Iglesias al fondo
Ahora, el gran objetivo más inmediato de Sánchez es conseguir sacar adelante los Presupuestos para 2024 y una vez lo logre tendrá la legislatura despejada
William Feather (1889-1981), editor y escritor estadounidense, famoso por sus análisis empresariales y sus sentencias, a menudo ocurrentes, explicaba, con algo más que sorna, que «un presupuesto no dice lo que no podemos pagar, pero no nos impide comprarlo». El Gobierno de Pedro Sánchez, que ahora además tendrá que contentar de manera expresa y de cara la galería a Pablo Iglesias, que es quien manda en lo que queda de Podemos, cinco diputados que, sin embargo, valen tanto como los siete de Puigdemont, afronta su primer gran reto de la legislatura, la aprobación de los próximos Presupuestos Generales del Estado. Lo más probable es que eso ocurra al final de invierno o incluso, si todo se enreda, a principios de la primavera. Luego, Sánchez tendrá despejada una gran parte de la legislatura, lo que no quiere decir que algunos de sus socios y apoyos parlamentarios intenten hacerle la vida imposible un día sí y otro también. Nadie, sin embargo, osará –por muchos amagos que haya– poner en peligro su Gobierno porque tampoco a nadie le interesa, ya sea Puigdemont, Junqueras, el PNV de Ortúzar y Esteban, Otegi y sus diputados de Bildu y, por supuesto, Iglesias, Belarra, Montero o Lilith Verstrynge. Todos exigirán lo imposible en los Presupuestos que ya ha empezado a elaborar la nueva «vice», María Jesús Montero, y que están condenados a una cuadratura del círculo, que se saldará con más gasto, más impuestos y todas las cesiones necesarias para que salgan adelante. El que una vez aprobados, el Gobierno de Sánchez cumpla con lo pactado es harina de otro costal y toda una incógnita.
Los Presupuestos de 2024 van a ser los primeros tras la pandemia en los que el Gobierno de Sánchez, en teoría, no tenga carta blanca para gastar y gastar. La Comisión Europea discute ahora, en teoría sobre una propuesta española de Nadia Calviño –porque España preside la UE este semestre–, la reintroducción de las normas fiscales, es decir, de gasto, déficit y deuda. Los gobiernos del sur, incluida la Francia de Macron, que tampoco tiene las cuentas boyantes, quieren relajación en las condiciones, mientras los países del norte –aunque hay alguna división interna en Alemania– pretenden volver a una situación más ortodoxa y exigente.
Todo se reduce en determinar hasta qué cuantía de déficit público se permite, sobre el criterio histórico del 3 % del PIB, y cuánta deuda y por cuanto tiempo se considera admisible, sin obligación de reducirla de forma considerable. No hay nada nuevo bajo el sol, pero sí cambia el escenario surgido a raíz de la pandemia, en el que se incluyen los manguerazos monetario gratuitos –incluso con tipos de interés negativos, que no volverán– del Banco Central Europeo (BCE), que preside Christine Lagarde. Sánchez y parte de su Gobierno saben que en 2024 hay que empezar a hacer algunos deberes que pueden ser incómodos. Otra parte del Gobierno, la que encabeza Yolanda Díaz, es posible que lo sepa, pero no le interesa y trabajará para no hacer nada, todo lo contrario, gastar más. En eso coincidirá con Pablo Iglesias, que peleará con todo el estruendo que sea capaz de montar. Además, se unirán los indepes, convencidos que pueden rascar más dinero de las arcas del Estado. Los catalanes gritarán bastante, mientras que los vascos del PNV siempre han sido maestros es obtener lo que desean sin grandes alharacas.
El problema de Sánchez es que necesita todos los apoyos pero, al mismo tiempo, no le queda más remedio que cumplir con las normas de Bruselas. España tendrá que pedir prestados el próximo año cerca de 200.000 millones de euros, para renovar la deuda que vence y pagar los intereses de la que está viva. Con o sin Bruselas, si España no presenta unas cuentas creíbles y sostenibles, no obtendría ese dinero en los mercados, ahora que el BCE ya no lo financiará todo y gratis o incluso más. Todo conduce hacia el dilema clásico y también histórico: Más gasto y más ingresos o menos gasto –recortes– si se mantienen los ingresos. Y todo indica que el Gobierno optará por la primera posibilidad, gastará más y procurará conseguir –nadie garantiza que lo logre– más ingresos. Eso significa que subirán los impuestos, porque es la única manera de cuadrar –en teoría– las cuentas. También es la receta favorita de los principales socios de Sánchez que, además, le exigirán mucho más, no sin intentar ponerle contra las cuerdas, de lo que él estaría dispuesto a conceder. Al final, lo más probable es que se refugie –al tiempo– en lo de que aunque «un presupuesto nos dice lo que no podemos pagar, pero no nos impide comprarlo», como explicó hace muchos años el americano William Feather.
Interpretaciones diferentes sobre el futuro de los tipos de interés
Isabel Schnabel, alemana, es consejera ejecutiva del Banco Central Europeo. En teoría, está identificada con el ala dura y cada vez que habla sus palabras son escrutadas hasta el último matiz. Ahora, sus últimas afirmaciones han dado pie a por lo menos dos interpretaciones, que no son opuestas, pero tampoco coincidentes. Según algunos, no habrá más subidas de tipos de interés; según otros, el precio del dinero podría empezar a bajar antes de lo previsto, hacia el próximo verano.
Prohibición a los diamantes procedentes de Rusia desde principios de enero
Los países que integran el llamado G7, y que agrupa a las siete grandes economías occidentales, han decidido prohibir el comercio de los diamantes procedentes de Rusia desde el próximo 1 de enero. Hasta ahora, los diamantes habían quedado fuera de las sanciones impuestas a ese país tras la invasión de Ucrania. La prohibición intenta impedir la venta de diamantes que lleguen de Rusia a terceros países, aunque no existen garantías de su cumplimiento.
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